Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes Aguirre

2016-12-08

 

La señorita Peripalda era dueña de un perico. El maldecido loro acostumbraba salirse de su jaula e ir al corral de las gallinas a saciar en ellas sus rijos de libídine. Eso mortificaba mucho a la piadosa catequista, tanto que un día le dijo al lujurioso pájaro: "Si sigues abusando de mis gallinitas te desplumaré la cabeza". El cotorro no hizo caso de la admonición, antes bien reincidió en su perversa conducta. La señorita Peripalda, entonces, le desplumó el coco. Sucedió que esa noche recibió en su casa la visita del cura párroco y de su vicario. Ambos eran calvos de solemnidad. Los vio el perico y les dijo con tono de reprobación: "¡Cochinos! ¡Ya sé lo que han estado haciendo!". La Casa del Risco, en San Ángel, es uno de los más bellos sitios de la Ciudad de México. La antigua y señorial morada está llena de objetos de belleza coleccionados por don Isidro Fabela y que ahora son patrimonio del pueblo mexicano. Ahí tuve el honor hace unos días de participar en la presentación del libro "Mi visión de Coahuila", de Javier Guerrero, destacado coahuilense de cuya labor como funcionario público y legislador han derivado muchos buenos frutos para México y para su estado natal. Estuvo presente Federico Berrueto, lagunero distinguido, editorialista, maestro universitario, uno de los analistas políticos de mayor prestigio en el país. Su participación fue brillante, por lo que hago una apretada síntesis de sus palabras: "Agradezco la oportunidad de compartir reflexiones en compañía de tres amigos y del maestro Catón, a quien admiro y respeto por su honradez, talento, cultura y lo que compartimos: el amor a nuestra tierra. En Javier Guerrero convergen tres planos: la política universitaria, con Catón como referente moral e intelectual; Luis Donaldo Colosio y dos de sus más cercanos aliados y amigos, Mario Luis Fuentes y Carlos Rojas, en un proyecto interrumpido de la peor y más cruel manera, y Coahuila en su pasado, presente y futuro. Que el PRI pierda elecciones es efecto: la causa es el deterioro del piso ético en el ejercicio del poder. Así está Coahuila. Javier Guerrero es un político del sistema, pero no registra la riqueza mal habida, el oportunismo o la pérdida de brújula por la falta de valores o el sentido de compromiso.  Con Javier, siendo priista, estamos ante una persona probada en el poder, que no ha perdido la emoción y el compromiso que lo llevaron muy joven a la política y que se planta ahora como la mejor opción para el futuro de Coahuila, a contrapelo de la intolerancia, la venalidad y el despotismo que se han instalado en el poder político del Estado. El partido es vehículo para construir el bien colectivo. Los militantes le deben lealtad, pero también los dirigentes deben congruencia a los principios. El dilema que en Coahuila tienen el Presidente y el dirigente del PRI es muy claro: o dejar que el gobernador imponga candidato con la pretensión de reproducir el mismo modo de ejercer el poder, o que el PRI presente a los ciudadanos una opción honrada y honrosa. Para que el partido acredite lealtad y sentido de compromiso nada mejor que optar por uno de sus mejores cuadros. En Javier Guerrero está la respuesta a nuestros males: la corrupción y la perversión del lenguaje político". En la hora actual de Coahuila esas palabras son advertencia sobre el riesgo de que Rubén Moreira logre el inmoral fin que se ha propuesto: heredarle el gobierno a Miguel Riquelme, su delfín. Eso significaría prolongar otros seis años el llamado moreirato. Los bajunos procedimientos de que se está valiendo ese régimen para seguir detentando el poder han irritado aún más a los coahuilenses, que de seguro mostrarán en las urnas su deseo de cambio. FIN.

 

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