Opinion

El mal ejemplo de un mal juez

Miriam A. Ornelas

2016-12-08

La judicatura es una profesión que requiere de hombres bien maduros, sensatos, con la fiebre de las pasiones de la juventud apagada, o por lo menos controlada, y con una vida interior estabilizada para que, libres de pasiones, puedan juzgar a sus semejantes con total ecuanimidad y cordura, así como conducirse por la vida de una manera ejemplar, pues como juzgadores deben ser un ejemplo de conducta para la generalidad de la sociedad. No olvidemos que el buen juez por su casa empieza.
Se requieren personas ciertamente muy maduras para impartir justicia pues los hombres jóvenes son más aptos para inventar, que para juzgar, para la ejecución que para el consejo, para nuevos proyectos que para dirigir negocios ya consolidados y para juzgar a sus semejantes porque la sangre les hierve en las venas y eso los impulsa a cometer imprudencias que desdibuja la acción de juzgar.
Desgraciadamente, en los últimos tiempos se colaron al Poder Judicial una serie de personas poco idóneas para desempeñar la judicatura, pues aunque muchos de ellos detentan una capacitación profesional suficiente para ejercerla, lo cierto es que su formación conductual deja mucho que desear y al efecto, el nuevo presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado, licenciado Julio Cesar Jiménez Castro, debe estar consiente de estas deficiencias para imponer un orden satisfactorio dentro del grupo de ciudadanos encargados de impartir justicia en el estado.
Debe existir cierta prudencia puesto que quien juzga con premura, pronto se arrepiente de sus juicios cuando un grave mal ya está hecho. Es muy fácil ser bueno pero lo más difícil es ser justo, por eso deben ser muy conocedores de las leyes y de los criterios de apreciación de la prueba. Pero más mesurados aun de la conducta propia.
Y digo lo anterior porque ha trascendido que la semana pasada un grupo de mujeres trabajadoras de diferentes niveles del juzgados en Ciudad Juárez, se quejaron ante la inspectoría del tribunal en el sentido de que el juez primero de lo civil por audiencia, con residencia en esta frontera, licenciado Eduardo Rodríguez Ramírez, fue señalado por una serie de conductas indebidas cometidas contra algunas mujeres que por necesidad trabajan en el Poder Judicial o tienen que acudir a él, resintiendo acciones de acoso sexual que hace extremadamente incomodo e irrespetuoso el ambiente en que se labora en las proximidades de este funcionario.
Se le acusa de algunos tocamientos irrespetuosos al grado del acorralamiento, lo cual no resulta nada edificante para un funcionario de esta categoría.
No es posible que en el palacio, donde debiera impartirse la justicia, se observen conductas indebidas cometidas por los mismos encargados de administrar entre nosotros el valor de lo justo y la violencia de genero es una de las más lacerantes injusticias que se cometen todavía entre nuestra sociedad.
El nuevo presidente del Tribunal Superior de Justicia debe poner orden en el Poder Judicial que preside y debe concientizar a los juzgadores en el sentido de que su conducta es la viva imagen de la máxima Corte estatal y no pueden permitirse el lujo de observar malas conductas que los tornen en absolutamente desconfiables, porque el pueblo necesita tener la seguridad de que la conducta pública y privada de los resolutores es sencillamente de cristal, como funcionarios públicos de alto nivel que son y cómo la imagen que representan del Poder Judicial.
Claro que el licenciado Jiménez Castro ya recibió las cosas en el estado en que se encuentran, pero es su responsabilidad mejorarlas y más tratándose de estas conductas inapropiadas tan delicadas para nuestra comunidad y que su perpetración causan un gran desconcierto entre la gente, porque lo que menos se espera de un juez es una mala conducta. La comunidad jurídica de nuestra ciudad está esperando un golpe de timón que ponga orden y respeto dentro de todo el Tribunal. Veremos y después diremos.

 

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