Opinion

2017: año del peligro

José Buendía Hegewisch

2016-12-04

Ciudad de México— Por si los últimos dos años no hubiesen sido muy enredados para su gobierno, a Peña Nieto le aguardan los tiempos más difíciles para un mandatario contemporáneo por la incertidumbre sobre el futuro del país. Su administración entra al quinto año sin salida cierta ante la concurrencia de desafíos  externos e internos: la rudísima nueva forma de negociar de Donald Trump y el proteccionismo comercial, el desajuste de finanzas públicas y la sucesión presidencial. La “tormenta perfecta”, como la calificarán, se acompaña de una presidencia debilitada y que viaja sin confianza en la bitácora de respuestas a las crisis de las últimas décadas.
La nave va… pero va sin el rumbo claro que antes, al menos, le daban las políticas de austeridad y ajuste económico que desde 1994 se usan como carta de navegación contra crisis recurrentes, a costa del crecimiento y el empleo. 2017 inició ya para Peña Nieto con la renuncia de Agustín Carstens al Banco de México, un cuasi símbolo de esas políticas, pero que ni siquiera su disciplina sirvió para evitar “el prietito en el arroz” del crecimiento de la deuda en la administración. Deja el barco en medio de la tormenta, sin explicación clara, pero antes de que se pueda colapsar la techumbre de los “fundamentos macroeconómicos” por ella.
El Presidente inicia el último tercio de un sexenio trepidante que lo elevó en sus primeros dos años hasta la imagen de “salvador” del país con las reformas del Pacto; seguido de una estrepitosa caída de su aprobación hasta el sótano de los últimos mandatarios a la hora de querer implementar las reformas educativa, energética o de telecomunicaciones. La crisis de derechos humanos y los escándalos de corrupción ensombrecieron las reformas. El débil crecimiento resultó insuficiente para amortizar la deuda pública que se contrató a cuenta de los dividendos que dejarían las reformas hacia el final del sexenio.
En efecto, es tan marcada la diferencia entre la primera y la segunda mitad del gobierno que parece un cuadro de bifrontismo como  aquellos trastornos disociativos de identidad del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En ese tránsito quedaron relegados los actores principales del Pacto y sus consensos sobre el futuro, pero sobre todo el mundo cambió sin que dentro se leyesen las señales.
El extravío del futuro puede verse en el mensaje del Presidente por su cuarto aniversario y en la renuncia de Carstens. Ante amenazas de Trump que comienzan a materializarse, incluso antes de llegar a la Casa Blanca, Peña Nietovuelve a hacer llamados a la “unidad de los mexicanos” sin planteamientos claros sobre qué y cómo piensa negociar con el nuevo gobierno estadunidense. Llama a superar “diferencias y agravios”, como si una unidad artificial fuera suficiente para replantear nuestras estrategias en el mundo contra el bloqueo de inversiones, como el caso de Carrier o la actitud de Trump, como si se tratara del dueño del casino mundial.
Desde hace casi un año el gobernador del Banco de México ha demandado ajustes al gasto público para frenar el aumento de la deuda, que en los cuatro años de Peña supera los 10 puntos del PIB, en contra de las preocupaciones de Hacienda de frenar aún más el crecimiento.
El gobierno de Peña Nieto entra al año que vivimos todos en peligro porque la mayoría de sus llamados a cuidar las finanzas públicas o a mantener el optimismo sobre el futuro han caído en el descrédito. Esa es la verdadera preocupación por el futuro de los próximos dos años.

 

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