Francisco Ortiz Bello/
Periodista
Es evidente y claro que la ciudadanía en todo el país, y Chihuahua no es la excepción, envió un mensaje muy contundente en el pasado proceso electoral: quiere que las cosas cambien. La sociedad ya se hartó, de verdad, de políticos y gobernantes que sólo engañan al pueblo y se valen de sus altos cargos solo para enriquecerse en lo personal, para favorecer a amigos, parientes, familiares, amantes o socios, o a sus partidos políticos, a desprecio de las más ingentes necesidades del pueblo.
Por décadas, la insignia tácita del partido gobernante al que Vargas Llosa calificó como la dictadura perfecta, fue “robar, pero gobernar”, es decir, combinaban una extraña mezcla de honestidad y corrupción, mediante la cual “mantuvieron” por más de 70 años una hegemonía en el poder político, en una relativa calma y paz social que les redituó consolidarse como el partido gobernante, casi invencible.
De alguna forma encontraban el adecuado equilibrio entre las acciones irregulares, dudosas, o de plano ilegales, y la tarea de gobernar ejecutando obra y programas de beneficio para la sociedad en general.
Así, por ejemplo, tenemos el caso del entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, el profesor Carlos Hank González, quien ideó la construcción de los Ejes Viales en la capital del país, una magna obra civil que dotó de amplias y modernas vialidades a una de las ciudades con mayores problemas de circulación de vehículos, obra que fue ejecutada en su totalidad por la propia empresa constructora, propiedad del mismo Hank, dejándole pingües ganancias económica como constructor, y además un enorme beneficio político por el tamaño del problema que solucionó. Más o menos así se manejó por muchos años el PRI en los gobiernos del país, locales, estatales o federales.
Sin embargo, la alternancia en el poder, a partir de la década de los 90’s, en distintos cargos de elección popular, y del año 2000 en la presidencia de la República, cambiaron radicalmente ese extraño y contradictorio paradigma de la relación sociedad-gobierno.
Con la llegada del PAN al poder, la sociedad creyó que se instauraba una nueva forma de gobernar, un nuevo código de ética de los políticos en el poder. Sin embargo, las cosas no fueron como se esperaban.
Un partido, y políticos, con muchas ganas de hacer bien las cosas, pero sin experiencia en la tarea de gobernar, pronto cedieron ante las tentaciones del poder: satisfacer beneficios e intereses propios, personales o de grupo, sin el conocimiento profundo de cómo equilibrar una cosa y otra, como lo hacía el PRI, y pronto también, surgieron los panistas “pragmáticos” o neopanistas que, principiantes en la tarea de gobernar, fueron exhibidos como corruptos, negligentes, autoritarios o, en el mejor de los casos, omisos ante lo trascendente de su función. Eso no sólo ocurrió en el PAN, también pasó en partidos como el PRD, o PT, o PVEM quienes también aportaron su respectiva cuota de gobernantes dignos de la mejor galería de delincuentes.
A partir de ahí, pareciera como si los gobernantes de todos los partidos políticos o corrientes ideológicas, hubieran entrado en una loca carrera por ver quién es más corrupto, por demostrar quién roba más, quién defrauda más al electorado, y los resultados, inobjetables, los tenemos en la votación de pasado 5 de junio. Fue un grito de ¡Basta! Producido por un hartazgo total de la gente, a este aquelarre de ladrones y vivales que han sangrado las arcas del país y de todos los estados de la República.
En Chihuahua, y en Ciudad Juárez, ese hartazgo se tradujo con mucha claridad en el triunfo del PAN en el gobierno estatal, y del independiente en la ciudad. Por ello resulta trascendental que ninguno de ellos, ni Corral ni Cabada, olviden el origen real de sus triunfos: el hartazgo de la gente.
Al menos en el discurso, Javier Corral parecía tener claro ese punto. El martes 4 de octubre, durante su toma de protesta, señaló que su triunfo no era el triunfo del PAN, incluso llamó a sus compañeros de partido a no regodearse en esa falsa idea, precisamente para no cometer errores graves durante la conducción del gobierno en la entidad.
Y ya ni entrar al terreno de las promesas de campaña que, a escasos 30 días del inicio de su gestión, y se han visto incumplidas o modificadas con todo y que eso debiera haber sido un tema a discutir luego del primer año de gobierno, y no a 30 días de haber iniciado su administración estatal. Sin embargo, se hizo tema porque, el mismo Corral o sus colaboradores, se han encargado de señalar que tal o cual ofrecimiento de campaña, ya no se realizará. Es decir, él mismo anticipó el juicio sobre su gestión a muy temprana hora.
Sin embargo, no es eso lo que me preocupa más. Hay acciones que empiezan a perfilar un estilo no muy distinto de hacer las cosas, en relación con anteriores gobiernos.
Una de estas acciones es una atropellada y accidentada relación con los medios de comunicación en general, que me parece innecesaria e injustificada. Corral ha generalizado cuando acusa a los medios informativos de manejo sesgado de la información, incluso exhibiendo públicamente a un comunicador de la frontera, en un acto que se parece más a un ejemplo amenazador de censura, que a una denuncia fundada.
Este sábado, ayer, durante la instalación del Consejo Político Estatal del PAN, luego de haber sido ratificado en el CEN blanquiazul, Javier Corral habló de muchas cosas interesantes para Chihuahua, pero también dijo: “…el objetivo fundamental de recuperar Juárez, ya supimos que detrás del supuesto independiente, no hay más que un proceso de simulación política, un proceso de componenda en los más altos niveles, vamos a recuperar Juárez…”
Es la segunda vez que el gobernador del estado, participando en un acto eminentemente partidista, emite declaraciones con un claro tinte electoral, campañero, haciendo evidente y público su interés para que, el PAN, recupere la alcaldía de Ciudad Juárez.
Pero, además, son declaraciones que lo convierten, de facto, en el “primer panista del estado”, es decir, en la cabeza de un propósito y objetivo del Partido Acción Nacional, y no del interés de todos los chihuahuenses, como correspondería a su alta investidura. Recordemos que el PAN siempre ha criticado esos usos y costumbres en el PRI, los de hacer de los cargos públicos, puntas de lanza para propósitos electorales.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el “nuevo amanecer” para Chihuahua parece nublarse cuando el gobernador del estado manifiesta claramente, tanto en el discurso como en los hechos, un desaire político y diferendos tan marcados como lo ha hecho con el presidente municipal de Juárez, el independiente Armando Cabada, no sólo el tema político como lo dijo el pasado sábado, sino también en la misma designación de sus colaboradores de primer orden, llegando a señalar, incluso, que habrá coordinación institucional con el municipio en temas como el de seguridad, pero que desconfía del Secretario de Seguridad Pública y que no habrá de compartir información delicada en ese tema. Un evidente contrasentido. O hay coordinación, plena, absoluta, completa, o no la hay.
Ha sido notorio y público que, en sus giras de trabajo a Juárez, ni por cortesía política se invita al alcalde Cabada a compartir su agenda, lo que deja de manifiesto ese marcado desdén hacia la máxima autoridad en esta frontera, haciendo evidente también que lo de la suma de esfuerzos es solo un discurso político y no una realidad. Ayer sábado, luego de la fuerte tormenta y granizada que azotó la ciudad, el gobernador hizo un recorrido por las zonas más devastadas, y se volvió a evidenciar su rechazo a compartir espacios públicos con Armando Cabada.
No tienen que ser amigos –aunque ambos habían asegurado que lo eran–, ni tienen que pensar igual, pero sí deben compartir agendas de gobierno en beneficio de los juarenses. Ambos deben dejar los discursos y pasar a los hechos, para que los juarenses no solo escuchen que trabajarán en conjunto por el bien de Juárez, sino que también lo veamos en los hechos.