Opinion

Ciudadanos en tiempo real

Cecilia Ester Castañeda

2016-09-28

Esta época de conectividad ha cambiado nuestra manera de ver el mundo. Y de contarlo, porque si ya casi nadie escribe cartas y son menos comunes las conversaciones telefónicas de larga distancia para ponerse al día con familiares y amigos, ahora las redes sociales promueven otro tipo de comunicación.
Estamos viendo una nueva generación de aficionados a los medios virtuales. Lo mismo “chatean” que diseñan “memes”, suben videos, “viralizan” imágenes o comparten “selfies”. Además han convertido a las pantallas de internet en la arteria de moda para expresarse contra –por momentos, también a favor– de todo. La distancia y el seudoanonimato hacen las veces de máscaras de los manifestantes cibernéticos, envalentonándolos, animándolos a hacer declaraciones que difícilmente pronunciarían cara a cara.
Sin embargo, más allá de gozar de la sensación de libertad y poder para despotricar contra todas las fuentes posibles de maldad e injusticia humanas sin tener que rendir cuenta alguna, las redes sociales constituyen una herramienta única para la ciudadanía. Las pesquisas sobre desaparecidos, por ejemplo, han encontrado un rápido medio de difusión en situaciones donde el tiempo resulta vital.
Una persona responsable armada con un teléfono inteligente conectado a Internet puede ser asimismo un vehículo perfecto para extender la cultura de la legalidad. Y no sólo exponiendo a “lords” o “ladies” prepotentes. En Ciudad Juárez, Facebook acaba de servir para identificar a un presunto asesino y a los presuntos culpables de un robo captado por las cámaras de seguridad de un establecimiento. Mientras tanto, en Texas, un centro derechohumanista está planeando un taller sobre WhatsApp en vista de la relevancia que el servicio de mensajes por celular ha cobrado en el rescates de migrantes –y excursionistas–.
Al parecer hasta en la cultura del “tú pélate” podría hacerse mella. Hoy es tan fácil subir la foto de un automovilista huyendo a toda prisa del lugar de los hechos después de haber atropellado a un ser humano o causado destrozos que combatir la impunidad está, literalmente, en nuestras manos.
No obstante hacen falta protocolos. Así como de súbito vemos llamados a denunciar adultos golpeando a bebés donde no se identifican los datos del suceso o un año después nos llega la misma pesquisa de “hoy”, conviene aprender a incluir datos –como fecha y lugar– que permitan aprovechar la imagen como pista o evidencia jurídica en vez de mero amarillismo, entretenimiento o, peor aún, vehículo para acallar conciencias sin contribuir absolutamente en nada.
Veamos, por ejemplo, el caso del movimiento Las Vidas Negras Importan. Los videos tomados en Estados Unidos en los cuales se ven policías disparando contra afroamericanos se han traducido en causas penales, ¿verdad? Bueno, no se trata tan sólo de situaciones fortuitas, de decisiones espontáneas.
En las comunidades negras existen grupos civiles que promueven la vigilancia ciudadana y enseñan a subir videos en tiempo real. Cuando un vecino atestigua un incidente policiaco, tiene más probabilidades de grabarlo con algún dispositivo móvil y difundirlo vía internet… antes de que le ordenen borrarlo o se lo decomisen.
De más está explicar la importancia de una técnica así para combatir abusos por parte de las autoridades. Ante la proliferación de “smartphones”, bien haríamos en aprender a usar las redes sociales.
No, no todos tenemos celular ni apreciamos la idea de estar viendo siempre la pantallita. Pero las alertas cibernéticas de emergencias son ya un hecho. En cierto momento pueden ser muy útiles ante sucesos como un hundimiento en el pavimento, una balacera, el cierre de algún puente.
Y en cuanto a compartir información, qué bueno que quienes tengan acceso a teléfonos con conexión a internet sepan tomar una fotografía o un video y “postearlo”. Ojalá, mientras tanto, aprendan las personas menos actualizadas a usar las cámaras de los celulares y a mensajear.
Se trata de técnicas que pueden marcar la diferencia ciudadana.

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