Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-09-22

Vehementino, robusto mozallón, ardía en deseos de la carne. Se los inspiraba Pomponona, mujer rica en atributos corporales tanto delanteros como pertenecientes a la parte posterior. El encendido joven le pedía una y otra vez a la incitante fémina la dación de sus encantos, pero ella los regateaba, experta, y negaba lo que se le pedía. Una noche Vehementino le dijo con ansiedad a Pomponona: "¡Dame la luz de tu amor!". "Lo siento -respondió ella-. Por esta noche tendrás que usar lámpara de mano". (No le entendí). La maestra le preguntó a Pepito: "¿Qué es el píloro?". Contestó él: "Ignórolo". Himenia Camafría, madura señorita soltera, llegó a su casa y escuchó ruidos en la segunda planta. Subió, temerosa, y al entrar en su recámara vio que se movían las sábanas. Salió asustada de la habitación y por el celular llamó a su amiguita Celiberia. Le dijo llena de inquietud: "¡Creo que hay un hombre abajo de mi cama!". "¡Pues súbelo, pendeja!" -fue la inmediata respuesta de la otra soltera. Los mexicanos vivimos bajo la dominación de una casta política que nos oprime y nos hace objeto de toda suerte de exacciones. Sólo en escasa medida los impuestos que pagamos sirven al bien común, pues se usan primordialmente para mantener a esa copiosísima ralea de políticos; a un número excesivo de partidos; a una profusa burocracia electoral. El dinero de los contribuyentes se emplea de modo indebido y arbitrario en crear una clientela que sirve para fortalecer a quienes la alimentan. En un régimen verdaderamente democrático los recursos del Gobierno son para favorecer a la gente. En nuestro país los recursos de la gente son para favorecer el Gobierno. En ese contexto ha de inscribirse la iniciativa que próximamente se abordará en la Cámara de Diputados, tendiente a imponer gravámenes hasta del 30 por ciento a las herencias y legados. He aquí otro ataque enderezado contra los gobernados para medro de los gobernantes. Es cierto: nadie en ningún país del mundo paga con una sonrisa sus impuestos. Pero al menos su pago no irrita al ciudadano cuando ve que el dinero que entrega regresa a él convertido en obras de beneficio colectivo. En México no sucede así. Aquí el dinero del erario va a dar a los bolsillos de políticos corruptos a quienes favorece la impunidad reinante, o se emplea en el sostenimiento de quienes no hacen política, sino politiquería, y que ven únicamente por su interés particular o partidista. Los mexicanos trabajamos para mantener a esa insaciable casta. De ella forman parte los supuestos representantes populares que en vez de protegernos se dedican a buscar nuevos modos de explotarnos. Y ya no digo más porque estoy muy encaboronado. Rosibel, la linda secretaria de don Algón, le aseguró al insistente vendedor: "De veras, señor, mi jefe no se encuentra en su oficina. Lo que sucede es que esta blusa se me desabotona sola". El barman le reclamó con enojo al cliente que acababa de llegar: "¡No mire así a esa señora! ¡Es mi esposa!". Contestó el sujeto: "No la estoy mirando". "¡Claro que sí! -profirió el cantinero-. ¡Desde que llegó no le ha quitado la vista del trasero!". "Está usted equivocado, señor mío -dijo muy digno el individuo-. Soy un caballero; la conducta que usted me atribuye  me es desconocida". "¡Y todavía se atreve a negarlo! -ardió en cólera el de la cantina-. ¿Acaso me toma por imbécil? ¡No ha quitado usted los ojos del trasero de mi mujer!". "Vuelvo a decirle que se equivoca -repitió el tipo-. De ninguna manera estaba viendo el trasero de su esposa. Yo tenía la mirada perdida; me ocupaban profundos pensamientos. Es más: ya no me esté molestando. Sírvame un teculo doble". FIN. 

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