Opinion

Filosofía Legarreta

Sergio Sarmiento

2016-09-20

Ciudad de México- En la filosofía Legarreta, “No porque suba el dólar sube el precio de todo lo que las familias consumimos”.  Éste fue el mensaje que los redactores del programa “Hoy” de Televisa colocaron en el guión de Andrea Legarreta y Raúl Araiza en enero de este 2016. La declaración llevó a una tormenta en redes sociales. Al final Legarreta tuvo que aclarar que el comentario no era de ella sino de un redactor que lo había puesto en su guión.
Uno puede entender el deseo de alguna empresa de emitir un mensaje optimista en un momento en que el peso cae en los mercados. Los gobiernos buscan siempre presentar las depreciaciones en un contexto optimista porque saben que, si no, corren el riesgo de provocar un pánico.
La verdad, sin embargo, es más compleja. Si bien en un principio el dólar se apreció frente a todas las demás divisas, y no hubo sólo una depreciación del peso, en los últimos meses la baja de la moneda mexicana ha sido más pronunciada que las demás. El precio del dólar en el mercado interbancario de 48 horas ha pasado de 12.94 el 30 de noviembre de 2012, último día del gobierno de Felipe Calderón, a 19.84 ayer. El aumento en este gobierno ha sido, pues, de 53.3 por ciento. En ventanillas bancarias el dólar al menudeo se cotizaba ayer a 20.13 pesos.
Sorprende a muchos que no se haya registrado un contagio, un passthrough, por la caída del peso. Con devaluaciones bastante más moderadas hemos visto en el pasado fuertes explosiones inflacionarias y crisis económicas. En esta ocasión la inflación registrada por el Inegi sigue estando abajo del objetivo de 3 por ciento anual.
Pero esto no significa que no haya consecuencias negativas para los mexicanos. La tesis Legarreta es incorrecta. La depreciación de una moneda implica por definición una baja en el poder de compra de quienes tienen ingresos en esa moneda, sólo que el deterioro puede manifestarse de manera gradual y de formas muy distintas.
Quizá la canasta de productos que el Inegi utiliza para medir el índice de precios al consumidor no está reflejando todavía la fuerte depreciación del peso, pero algunos productos empiezan ya a manifestarla. Los bienes de importación son los primeros. Ya lo vemos en teléfonos celulares, vehículos y productos electrónicos. Siguen los bienes comerciables. Las manzanas, por ejemplo, suben de precio, aunque se produzcan en México, porque de otra manera se exportarían todas y no quedaría ninguna en México. Con el tiempo las consecuencias de la depreciación se extenderán por toda la economía.
La caída en el poder de compra puede manifestarse de maneras que no siempre se reconocen. El precio de los vagones y refacciones del Metro, por ejemplo, sube en pesos por la depreciación, pero como el gobierno capitalino controla el pasaje puede decidir mantenerlo en 5 pesos sin reflejar el incremento en los costos. Uno podría pensar que esto significa que no hay consecuencia inflacionaria, pero la consiguiente descapitalización del Metro se refleja en un peor servicio y en una mayor saturación que afecta a los usuarios. Ésta es una inflación que no se mide, pero que es real.
La depreciación del peso está teniendo consecuencias en la economía y éstas se irán acentuando con el tiempo. Los economistas saben por qué definen una depreciación como una pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Hasta el momento esta pérdida está oculta, pero no significa que no esté teniendo lugar.

Tasa de referencia
En parte la caída del peso se debe al temor de que la Reserva Federal estadounidense suba su tasa de interés de referencia hoy. Pero si no lo hace, quedará la incertidumbre de aquí a la reunión de diciembre, por lo que el peso tendrá otros tres meses de debilidad.
Twitter: @SergioSarmiento
 

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