Opinion

Hágase la justicia en los bueyes de mi compadre…

Francisco Ortiz Bello/
El Diario

2016-09-10

Ahora resulta que, marchar por los derechos de la familia, la educación de los hijos y una convivencia armónica, es discriminatorio para otros grupos. Nunca había registrado antes una argumentación tan carente de sentido y con tal despropósito, como ésta que esgrimen los movimientos de la comunidad LGBT, a propósito de la Marcha Nacional por la Familia que se realizó ayer en más de 110 ciudades de todo el país y que, conservadoramente, logrará sacar a las calles del país a poco más de 2 millones de personas. Unas 650 mil familias mexicanas. Al momento de escribir estas líneas, se habían completado nueve marchas, en ciudades de ocho estados con un total de 300 mil manifestantes. Una respuesta pocas veces vista a una causa social.
Aplicando esa absurda lógica, la de que manifestarse por un derecho resulta discriminatorio para otros, las marchas y manifestaciones de la comunidad LGBT que dieron inicio en octubre de 1978 en la Ciudad de México a toda una revolución social, y que les han traído el reconocimiento y respeto a su condición de vida, simplemente no podrían haber sido, porque insisto, a la luz de este razonamiento, eran claramente discriminatorias para los heterosexuales. Y sin embargo fueron. Así de simple.
Es evidente que el discurso de las comunidades LGBT, victimizándose al extremo, ha sido generosamente rentable para su causa porque, doliéndose exageradamente de una discriminación social casi al extremo de la aniquilación, han logrado toda clase de prebendas y privilegios de los que ningún otro ente social disfruta. Si bien es cierto que, en épocas pasadas, ciertos sectores radicales de la sociedad los discriminaban por su condición, también lo es que siempre tuvieron el respaldo de otra parte de la misma sociedad que, sin tanto ruido ni protagonismo, los respaldaba. Pero también ha sido discriminadas históricamente las personas obesas, o los zurdos, o cualquiera otro que sea marcadamente distinto del resto, de la mayoría.
Sin embargo, salieron a las calles y “confesaron” públicamente sus preferencias sexuales y exigieron el derecho a esa postura pública, y a que se les respetara su preferencia sexual. Y lo lograron. Se les respetó.
Pero luego quisieron más. Exigieron que se reconocieran su derecho a vivir en pareja, con todo lo que jurídicamente implica eso. Y también lo lograron. En el mundo y en México surgieron las uniones entre personas del mismo sexo o sociedades de convivencia.
No obstante, insatisfechos por lo logrado y envalentonados por eso mismo, fueron por la institución del matrimonio, una figura milenaria de la sociedad para salvaguardar la estructura de la célula básica de la sociedad: la familia, cuya fuente principal de legitimidad se basa en un concepto que nada tiene que ver con leyes, ni religiones, ni moral ni nada más que un principio fundamental de la naturaleza: la reproducción humana.
Y si la familia es potestad de quienes creen en esos principios, y en esa filosofía de vida, clara y evidentemente inalcanzable para los integrantes de la comunidad LGBT (por su incapacidad física y biológica de reproducirse de manera natural) ¿Qué caso tenía entonces invadir un espacio que no les correspondía? ¿Para qué exigir el derecho a algo que no les pertenece, ni por naturaleza, ni por definición? ¿Para qué provocar una reacción como la que se ha generado?
¿Por qué afirmo que los conceptos de matrimonio y familia van más allá de meros estereotipos jurídicos, religiosos o sociales? Bueno, porque dentro del Frente Nacional por la Familia, agrupación que promueve estas marchas y manifestaciones, hay personas de las más diversas ideologías, características, creencias, religiones y hasta preferencias sexuales. ¡Sí! Dentro de esa agrupación hay homosexuales, lesbianas, travestis y demás exponentes de las comunidades LGBT, que apoyan esa causa. No hay tal discriminación a ningún grupo.
He revisado con detenimiento los postulados que enarbola este Frente Nacional por la Familia. No hay uno solo que atente contra la dignidad de grupo o persona alguna. Todos son en sentido positivo y reivindican derechos que consideran menoscabados, exigen al gobierno se les reconozca como tales y, en consecuencia, se restablezca la prevalencia de esos derechos.
¿Cuáles derechos exigen? El derecho a conservar la institución del matrimonio como lo ha sido hasta ahora y por siglos, un baluarte de quienes creen en determinados conceptos, de quienes practican determinada filosofía de vida que, más allá de que si están o no en lo correcto, y más allá de que si son pocos o muchos, ¡Tienen derecho a ello! Exigen, ante lo que ellos consideran una amenaza, que puede o no serlo, que puede o no existir, pero ellos así lo advierten, se blinde el derecho de las familias a educar a sus hijos con entera libertad y autonomía en los temas sexuales, sin la injerencia, de ningún tipo, de la autoridad educativa. ¡Caray! Por donde lo analice, no veo desproporcionadas, ilegales o absurdas sus peticiones. Tienen derecho a manifestarse.
Por lo tanto, no hay tal discurso de odio, no hay tal discriminación, y sí una clara estrategia de sus contrapartes por evitar, a toda costa, que las manifestaciones públicas del Frente Nacional por la Familia se den y tengan éxito. Hay, incluso, una evidente campaña de desinformación tendiente a ese objetivo, una campaña que incluye carteles y postulados falsos, en los que se le atribuye a dicha organización posturas o exigencias que sí son claramente discriminatorias, pero que no forman parte de sus postulados.
Alguien está muy interesado en que las manifestaciones a favor de la familia, en todo el país, no tengan éxito y que, si lo tienen, eso no se divulgue con toda la amplitud que el caso amerita. Eso es evidente.
Pero ¿por qué tanta urgencia del tema sobre la familia? Muy simple, la sociedad en general, en el mundo entero, sufre de una gran crisis de valores y de identidad, lo que ha generado que haya, cada vez más, políticos corruptos y ladrones, criminales sin escrúpulo alguno, malos profesionistas, malos deportistas, malos policías, malos ciudadanos en general. Y usted se preguntará ¿Y eso que tiene que ver con el tema de la familia? Todo.
Todos esos malos ciudadanos que hoy abundan por todos lados, esos políticos ladrones, esos policías corruptos, esos abogados negligentes, no son de probeta, ni llegaron de Marte o de otra Galaxia, no. Son producto de esta sociedad. Esta sociedad está produciendo, cada vez más, malos ciudadanos. Y si consideramos, como lo es, que la familia es el núcleo de la sociedad, entonces queda claro que algo no está funcionando bien en el seno de las familias. Por eso la necesidad, urgente, de recobrar esos principios y valores de la familia tradicional, que se han venido relajando y obviando con mayor facilidad cada vez.
Esta problemática no es ajena a nuestra frontera. El pasado fin de semana marcharon, en Juárez, alrededor de 20 mil personas (Protección Civil reportó 15 mil) según los organizadores de la marcha, pero el punto es que cualquiera de las cifras supera, por mucho, culaquier manifestación de la comunidad LGBT en esta ciudad. Y no es que sea un asunto de números, de mayorías, pero sí un claro referente de qué piensa la sociedad juarense, en su mayoría, sobre el tema.
Me queda claro que, los que están haciendo de la manifestación por la familia un tema de odios y confrontaciones, son los que no quieren, bajo ningún concepto, que los que sí creen en la familia natural y el matrimonio tradicional, se manifiesten libremente, cosa que me parece bastante criticable, porque en su momento nadie les impidió que ellos sí se manifestaran con entera libertad. Es decir, algo así como “hágase la justicia sí… pero en los bueyes de mi compadre”, lo que me parece bastante, bastante discriminatorio y ventajoso. ¿O usted qué opina?

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