Opinion

Final de temporada

Carlos Murillo M./
Analista Político

2016-08-27

“Las apariencias engañan”, dicen las abuelas. En nuestro mundo todo es una apariencia creada (para que sea creída). Si usted es un fanático de la teoría del complot estará de acuerdo conmigo en que siempre hay una mano que mece la cuna.
Para estar en la misma frecuencia, el punto de partida es que nada de lo que vemos en las noticias es fortuito. Aunque esto tiene varias explicaciones, vamos a revisar una de ellas: la teatralidad de la realidad política. Comencemos.
“Todo gran poder, implica una gran responsabilidad”, les dije a mis alumnos el viernes y se quedaron atónitos. La frase no es mía, la hizo famosa el invencible Hombre Araña (Spiderman) –pero me suena a Nietzche–.
También recuerdo otras frases matonas de las caricaturas, por ejemplo, el Sensei Hu de los Ninja Go, les dijo a sus discípulos: “el pasado ya pasó” (una verdad absoluta que también pudo haber dicho Cantinflas en otro contexto y la gente no se aguantaría la risa) y el Maestro Shi Fu (de Kung Fu Panda) en una ocasión le dijo a sus alumnos “encuentra tu paz interior”, para envidia de Paulo Coehlo y de cualquier fanático de las constelaciones familiares.
En las industrias culturales, como las grandes televisoras y productoras de dibujos animados, la historia de legiones que aprenden artes marciales es recurrente, a los niños les atraen los combates. No tanto como para convertirse en Bruce Lee, pero suena divertido aventarse unos karatazos de vez en cuando. Estos educadores que están en la pantalla, influyen para definir la tabla axiológica de la sociedad; ese orden de valores se instala en el imaginario colectivo (en otras palabras nos imponen una ideología).
El sueño de todo filósofo es llegar a la verdad y a través de la lógica esto es posible, aunque en ocasiones sean sólo tautologías, tan sencillas como ciertas, como “lo que es, es y lo que no es no es”, este principio de identidad ya lo había explicado Aristóteles en su Tratado sobre la Lógica. Nada nuevo, pero aparece a cada rato en las películas.
Y, cuando alguien quiere apantallar, ya sea en un guión de una telenovela (aquí cabe también La Rosa de Guadalupe o una serie de Netflix), recurren a estas inteligentes frases con distintos matices. Recuerdo que la Sra. Claire Underwood aseguró en una situación incómoda: “no discuto sobre lo que ya pasó”, la razón es muy evidente, el pasado no se puede modificar ¿cuál es el caso de estarse revolcando en lo que pasó entonces?
Así como en los niños hay la influencia de las historias que protagonizan Kung Fu Panda o Spiderman, en los adultos son las series de televisión y películas las que provocan reacciones por instinto que reproducen ciertas escenas de películas clásicas.
Por ejemplo, no se puede desligar la imagen del Agente 007 cuando se piensa en las agencias de seguridad internacional, esta imagen ha logrado consolidar un estereotipo, porque así es como nos lo han mostrado.
Hay que decir que algunos personajes como Barack Obama han cambiado esa lógica, porque el fenómeno ocurre al contrario. El presidente afroamericano ha transitado de la realidad a la ficción y ha permeado los guiones de las últimos churros gabachos, porque ahora todos los presidentes de las películas de Hollywood son afroamericanos.
Esta dinámica de intercambio no es nueva, finalmente la realidad se nutre de la ficción, y al revés. No por nada dice Jorge Luis Borges que “algo que se puede imaginar, puede existir en la realidad y algo que existe en la realidad puede ser imaginado”.
En ese sentido, el prototipo de dictador para el cine es Fidel Castro, de loco Nicolás Maduro, de honesto Mujica, de padrote Berlusconi, de popular Obama, de loco Dalí, de fresa Paris Hilton y de pendejo Vicente Fox.
La imagen pública se nutre de lo que se dice que es, no de lo que realmente es, pero también es temporal y circunstancial. Entonces, tiene que pasar el tiempo y cambiar las circunstancias para ver lo más cercano a la realidad debajo de la espuma, no se nos olvide que Hitler al iniciar la década de los cuarenta era un mesías salvador y al finalizar los cincuenta era el peor villano de la historia. Lo que funcionó al principio es lo que falló al final: la comunicación social.
Como dice la canción “todo pasa y todo queda”, sí, aunque parezca ilógico, la memoria se va y se queda, como el Papa Juan Pablo II que dijo en su lecho de muerte “me voy pero me quedo”.
En el caso de los políticos (y entre los políticos más acentuado en los gobernantes), lo que modela la imagen pública es lo que se construye entre la realidad y la ficción, porque no se nos olvide que todos somos personas. ¿Por qué digo esto?, pues porque el origen del concepto persona tiene su origen en el teatro griego, personae, que significa “personaje”, somos intérpretes de un personaje que se construye con la imagen pública, finalmente un político es un actor en una obra de teatro y tiene que hacer su papel.
Un cantante de ópera sabe bien lo que es eso, no se trata solamente de llegar y entonar notas musicales, no, al contrario, el cantante de ópera es un actor muy completo desde el punto de vista artístico, una regla es que entre más compleja la obra, más especializado el actor, hay guiones que exigen más que otros, no es lo mismo el papel que hace un personaje de tercer o cuarto nivel, que el protagonista.
En este sentido, lo que vemos en la política es un teatro, pero como en la película de El Padrino III (regresando a los ejemplos de la cultura pop), cuando el viejo Michael sufre un paro diabético al recibir una noticia y grita mientras se convulsiona: “¡todavía no enseña su verdadera cara!”, la escena no tiene desperdicio, porque nos enseña que en la vida no todo es lo que parece.
A veces, una persona (me refiero a un personaje político), es quien saca la cabeza, pero no es quien está detrás moviendo los hilos para obtener un resultado, tal y como lo pensó Nicolás Maquiavelo cuando describía en El Príncipe, las reglas de cómo alcanzar y mantener el poder.
Los medios de comunicación apenas nos muestran la superficie de lo conocido, pero en pocas ocasiones se alcanza a descubrir todos los intereses detrás de las cortinas –y quizá nunca los vamos a conocer–, pero en series como House of Cards, los guionistas intentan recrear los entretelones de la política norteamericana con una historia que se acerca mucho a la realidad, de ahí que se ha convertido en una obra de culto para los políticos en la segunda década del nuevo milenio.
Estamos a punto de comenzar una nueva etapa en Chihuahua, con el gobierno entrante que mantiene el discurso del rencor mientras, a nivel nacional, se acercan con elecciones en lugares estratégicos como el Estado de México y Coahuila para el 2017, pero más importante todavía, estamos frente a la recta final de la sucesión presidencial, con un escenario completamente distinto al de 2012, buen momento para acomodarse en su butaca y tratar de ver más allá de la niebla de la ficción.
¡Que inicie la nueva temporada!

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