Opinion

Peña, víctima del “circo” olímpico

Luis Froylán Castañeda/
Analista Político

2016-08-20

Hace mucho escuché a un veterano cronista deportivo decir que los atletas mexicanos perdían en los juegos olímpicos porque apretadamente “llegaban dando las marcas”, mientras los de Estados Unidos y Rusia –entonces China no era potencia– llegaban rompiendo récords. Es una explicación irrebatible, pero como los niños, pregunto ¿por qué los nuestros apenas logran las marcas mínimas y los otros rompen récords?
Quizás soy superficial en extremo e ignorante del tema, por eso lo reduzco a la política, por mayor explicación se me ocurre que corrupción institucionalizada y mezquindad de nuestros políticos, son los factores preponderantes del fracaso.
Hasta ayer sábado México llevaba cinco medallas. En una división muy simplista, esas medallas nos costaron 560 millones de pesos.
El resultado viene de dividir los 2 mil 800 millones de pesos anuales que recibe de presupuesto oficial la Comisión Nacional del Deporte. Pero si los multiplicamos por los cuatro años del ciclo olímpico, tenemos que el gobierno mexicano destina alrededor de diez mil millones de pesos al estímulo del deporte, sin contar con los presupuestos estatales y municipales, también cuantiosos.
La primera conclusión a la que pretendo llegar es que problema de dinero no es. México destina de manera oficial una ingente cantidad de recursos a la preparación de sus atletas. Cuba, Jamaica, Puerto Rico, Venezuela, incluso Argentina y cualquier país africano soñarían con poner esa enorme cantidad de dinero al servicio de sus deportistas y regularmente obtienen más medallas que los nuestros.
En estos juegos de frustrantes resultados, Alfredo Castillo, director de la Conade, ofrece un ejemplo inmejorable para corroborar que uno de los problemas está en la corrupción, el amiguismo y la improvisación, no en insuficiencia presupuestal.
Castillo llega a la dirección del deporte mexicano luego de tres fracasos públicos: el increíble caso de la pequeña Paulette, siendo procurador de Justicia en el Estado de México, con Peña de gobernador, los escándalos en la Procuraduría Federal del Consumidor, sus relaciones sospechosas con grupos criminales para apaciguar las autodefensas en Michoacán, donde ofició de comisionado nacional.
Deje usted que desconozca el medio o carezca de antecedentes deportivos, muchos inexpertos han sido exitosos en diversas áreas de la vida pública. Su problema es que presenta una deficiente foja de servicio, ha fracasado donde quiera que ocupó responsabilidades de relevancia.
Está en la Conade por la voluntad de su amigo Enrique Peña Nieto. Tanto lo han movido desde que dejó la Procuraduría del Estado de México, que da la impresión de que Peña lo manda al deporte, pensando que se trata de un área donde “no hará daño”.
Ya se habrá percatado el presidente del pesado lastre que le significa su amiguito, ahora el fracaso deportivo va con cargo a su menguada popularidad, por abajo del 3 por ciento, y desde luego contribuye al desgaste electoral de su partido.
Los políticos deben entender que las olimpiadas son la edición moderna del Circo Romano, si terminan en fracaso decae la popularidad de su organizador, sea emperador, cónsul o  senador. Peña es incapaz de advertirlo, lo cual es normal en él, tampoco advierte otros errores de su administración, pongamos que su desconocimiento de la pasión deportiva es normal en él.
No tengo ningún elemento para hablar de corrupción en la Conade y en las federaciones deportivas. Pero me atrevo a pensar que de esos 2 mil 800 millones de pesos, los atletas reciben muy poco y no me refiero sólo a la beca de 20, 30 o 40 mil pesos mensuales que tienen muchos de ellos, en ese 20 por ciento también incluyo pago de entrenadores, médicos, masajistas, el personal que necesitan en su entorno los atletas de alto rendimiento y desde luego los viajes a competencias internacionales. Si en eso invierten el 20 por ciento, es mucho.
Para favorecer mi aventurada opinión, recojo la declaración de Aída Román arquera con medalla en Beijing, sin resultados positivos en Río: “Hay deportistas que llegan lesionados y se ve la manera de componer la lesión, pero los médicos o fisioterapeutas no tienen una acreditación, porque al final hay alguien más querido ahí”, dijo al finalizar su participación, en alusión evidente a las acreditaciones ilegales de amigas y familiares que autorizó Castillo.
“No es (Castillo) alguien inmerso en el deporte, es muy difícil que alguien que no haya estado en el deporte pueda hacer una buena administración. Sí tuvimos apoyos, pero fueron a cuentagotas, y desafortunadamente las federaciones están peleadas unas con otras”, remató.
Aída Román pone el dedo en los tres problemas principales del deporte federado en México: el amiguismo, el reducido apoyo pese a los grandes presupuestos y el pleito endémico entre Conade, Comité Olímpico Mexicano y las federaciones.
A pesar de Castillo y sus excesos en Río, la mayor corrupción está en las federaciones deportivas. Son consideradas feudos por sus presidentes, ahí está el embudo en la distribución del dinero, pues los atletas reciben los apoyos a través de las federaciones, que desde luego llega diezmado, quedándose la mayor parte en manos de los presidentes.
Seguro hay excepciones, algún justo debe haber en la Sodoma deportiva del país, pero lo que escucho de los cronistas deportivos, es que la mayoría son caciques que contaminan el deporte y lo hacen tanto con favoritismos hacia atletas poco calificados pero amigos o parientes, como desviando a su bolsillo el dinero recibido.
Hace días la nota era que el boxeador parralense, medalla de bronce, boteó para ir a las olimpiadas. Cuando leí la nota me conmovió como millones de mexicanos, hasta que escuché a José Ramón Fernández explicar el hecho y no me extraño que calificase de hampón a Ricardo Contreras, presidente de la Federación Mexicana de Box.
Resulta que este tipejo, Contreras, fue descubierto desviando dinero de la federación a sus cuentas personales, le acreditaron el desvío e intentaron removerlo. Por ese motivo Castillo dejó de entregar dinero a la Federación e intentó hacerlo de manera directa a los peleadores, acción a la que el hampón se opuso.
En respuesta el mismo Contreras envió a botear a los peleadores, previo al Mundial de Qatar 2015, a efecto de chantajear a Castillo. Así que eso del boteo, lo mismo que los uniformes fiados, es una sucia maniobra de un truhán contra otro, pleito en donde –como siempre– los atletas quedan en medio y terminan pagándola.
Hay un tercer factor que indirectamente limita al deporte nacional: la mezquindad de los políticos mexicanos en cualquier partido donde se encuentren. En cuanto regrese Castillo de Río los diputados irán por su cabeza, que Peña ofrecerá cual ofrenda a los sangrientos dioses.
Castillo está fuera de la Conade, es cuestión de tiempo para que haya cambios, pero los políticos marrulleros tomarán su fracaso como arma política contra Peña. Quieren acabarlo de destruir para sacar al PRI de la contienda en el 2018.
Se vale, sobre el árbol caído hay que hacer leña, pero nuestros políticos se quedan ahí, en el ataque artero, el navajazo en la oscuridad del callejón. No contribuyen a buscar una solución de fondo al problema, por la simple y sencilla razón de que tampoco a ellos les interesa.
También son cómplices, su afán es destruir al adversario, sin importarles que su mezquindad arrastre a los deportistas que dicen defender, los hace corresponsables del fracaso.
Un estudio reposado aportará muchos otros elementos del fracaso, varios atribuibles a los mismos atletas, eso queda a los especialistas. No obstante en un país de 120 millones de habitantes y una enrome cantidad de dinero en apoyo a sus deportistas, los resultados deberían ser menos decepcionantes, ya no digo alentadores.
Qué weba, y pensar que dentro de cuatro años otra vez lo mismo. Deberíamos estar acostumbrados al fracaso, pero igual que Peña nuestra ingenua esperanza nos hace volver a soñar, sólo para terminar con pesadillas imaginando que las chinas ahogan a las mexicanas en la alberca de clavados y los cubanos pegan con guantes de piedra.
Felicidades a los cinco medallistas: Misael Rodríguez, Lupita González, María Espinoza, Germán Sánchez e Ismael Hernández, la medalla es de ellos y de sus entrenadores, de nadie más. Que nadie se cuelgue de sus éxitos.

Lavisiondeluisfroylan.com

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