Opinion

Los tiempos de la furia

José Elías Romero Apis

2016-08-19

Ciudad de México– Es muy cierto que nos concentramos más en las malas que en las buenas noticias. Eso es un signo de los tiempos en los que los ánimos y los resultados no necesariamente coinciden en perfecta lógica. Una sociedad puede gozar de bienestar y no estar contenta, así como viceversa.
Hemos visto, a lo largo de la historia, pueblos que son felices porque no saben qué tan infelices son. Por el contrario, también hemos sabido de pueblos que no les complace ni su riqueza ni su poder ni su bienestar. Desde luego que también existen pueblos que, con sentido realista, gozan de su felicidad o que sufren de su infelicidad.
Hoy da la impresión de que algunos ciudadanos se enojan con los gobernantes y viceversa. Pareciera que ahora sí ya empezamos a enojarnos los unos con los otros. Cuidado con los berrinches. Nada estropea tanto la convivencia como el enojo. Si no sabemos manejarlo, administrarlo y superarlo, nuestro futuro colectivo se vuelve incierto y peligroso.
Los mexicanos estamos librando muchas confrontaciones políticas que inquietan a la ciudadanía. Existe la percepción de que estamos pasando del debate a la exaltación. De ésta al enojo. De éste al pleito. Y de éste a la guerra. En la situación política que vive el país existe una confrontación de partidos y de poderes que nos está llevando a separarnos como ciudadanos y a hacer una política de enojos, berrinches y pataleos que traerá como consecuencia un alto grado de riesgos y peligros incalculables.
Vivimos un momento en el que la confrontación política del país, la cual es natural y ordinaria en un régimen democrático civilizado y en un sistema de convivencia en un país grande, con problemas, con diversidades, con polarizaciones, es figura normal y ordinaria. Pero hoy, quizá por primera vez en varias décadas, estamos en el terreno de la desorientación y de la incomprensión, incluso, para entender cuál es la naturaleza misma de nuestra confrontación política.
La política de los enojados es la política de la sinrazón. Cuidado con las furias. Desde la Revolución no nos había pasado eso. Ni siquiera en la derrota electoral se enojaron tanto. En el 88 Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier hicieron pataletas chiquitas. Algunos otros se pusieron orejas de burro, pero no pasó a mayores. En el 2000 los priistas se entristecieron y se preocuparon, pero nada más.  Algunos se molestaron con Ernesto Zedillo. Pero nadie se la tomó contra Vicente Fox. Ni los panistas contra los del antiguo régimen. En el momento mexicano más difícil del último medio siglo todos buscaron armonía y contentamiento.
Pero ahora vivimos un fenómeno donde los mexicanos nos movemos en un terreno de incomprensión que puede llevarnos, si no somos cuidadosos y cautelosos, a la atrofia, a la desorientación y al extravío definitivo. De esta manera hoy resulta que en la misma mesa y con la misma baraja unos están jugando brisca, otros póker y otros bacará. Y esto viene a producir que no sabemos ya quién va ganando, quién va perdiendo y quién está haciendo trampa.
Estamos empezando a hacer política con enojo. Nos estamos empezando a enojar unos mexicanos con otros. Está empezando la política a dejar de ser un juego de civilización, para empezar a ser un juego de berrinches y de iras. Y esto tiene consecuencias y riesgos de peligro incalculable.
El que se enoja pierde. Cuidado con las muinas. Son cinco las cosas que más enojan a los políticos y a los ciudadanos. Que los asuntos no les salgan como quieren. Que los demás no los entiendan. Que no los obedezcan. Que no los complazcan. Y que no los quieran. Uno de estos ingredientes los molesta. Dos o tres les paran los pelos. Cuatro o cinco resultan catastróficos.
Además, actualmente, los mexicanos estamos desorientados y enojados, porque nos hemos puesto a jugar en posiciones insólitas y hasta ahora desacostumbradas. La mayor intercomunicación entre unos y otros. El acceso a las redes sociales. La mayor información que no siempre significa mayor entendimiento.
Por eso requerimos hacer uso de nuestra serenidad para enfrentar, con sensatez, nuestros problemas de pobreza, de subdesarrollo, de inseguridad, de injusticia, de corrupción y de gobernabilidad. Para tomar las decisiones acertadas en el sentido correcto y en el momento oportuno.
Los tiempos actuales no son felices. Cuidado con los encabritamientos.  La política mexicana convive a diario con los cinco ingredientes. No todo sale bien, no todos entendemos, no todos obedecen, no todos complacen y no todos quieren a los demás. Vamos a gobernar enojados o nos vamos a oponer enfurecidos. No es buen presagio. Así las cosas nos vamos a perseguir, nos vamos a injuriar, nos vamos a agredir, nos vamos a encarcelar, nos vamos a atacar, nos vamos a ofender y nos vamos a destruir. Ojalá y que pronto se nos pase el tiempo de la furia.

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