Opinion

Seamos ganadores

José Rubinstein

2016-08-19

Ciudad de México– Honestamente, ¿disfrutamos nuestro entorno? ¿Nos emociona el porvenir del país enlazado al nuestro propio? ¿Percibimos avanzar en la dirección correcta? ¿Apreciamos la capacidad, entrega e integridad de nuestros gobernantes? ¿A cuántas figuras del ámbito público admiramos? ¿Tenemos motivos para enorgullecernos de ser quienes somos y como somos?
Somos los principales promotores de nuestros defectos y carencias, materia incesante de jocosas ocurrencias. Es en ese espacio en el cual nos ufanamos del ingenio del mexicano. Celebramos con chistoretes a nuestra costa el ahí se va, lo flojos y remisos, el valemadrismo, en esta ocasión haciendo escarnio de los tropiezos deportivos de nuestra numerosa y menguada –pero eso sí, ataviada por Hugo Boss– representatividad olímpica en Brasil. Nos regocijamos en las redes sociales con los desparpajos de petulantes y soberbios lords y ladies que denostan y se pitorrean de la autoridad. La mejor broma es a costa nuestra.
Cómo disfrutar de un entorno de decepción y tolerancia hacia impunes gobernantes que usaron y abusaron del cargo, endeudando grotescamente a sus entidades. Cómo emocionarnos del porvenir del país cuando el inminente 2018 se aproxima con más incertidumbre que expectante optimismo. Cómo percibir avanzar en la dirección correcta cuando el obsesivo, oportunista y populista López Obrador se cuela entre las ranuras de la frustración ciudadana prometiendo quimeras. Ahora, el sempiterno aspirante presidencial ha ofrecido perdón, pero no por faltas propias, él es honesto entre honestos, sino perdonar a la trillada mafia del poder –sí, cómo no–. “Les pido a toda esa comparsa y a los directivos de la mafia del poder que se haga una campaña para que Salinas, Fox y Calderón den a conocer sus bienes como lo hice yo”. La obvia respuesta de los aludidos habría de ser: No poseemos fortuna alguna, vivimos con lo indispensable, lo que teníamos se los donamos a nuestros hijos.
Cómo apreciar la capacidad, entrega e integridad de gobernantes, cuando al tiempo que insisten en la retahíla de que nadie está por encima de la ley, los insurrectos maestros disidentes violan sistemáticamente la ley. Y nosotros, los ciudadanos, como simples espectadores de un partido de tenis, girando la mirada de un lado a otro, contemplando el interminable y desgastante encuentro. Los representantes de la CNTE dialogan en Gobernación a Dios rogando y con el mazo dando. Los acontecimientos convencen que la causa medular, el objetivo primario y fundamental que mueve a la CNTE y a la CETEG es chingar –en el sentido, tono e inflexión de hacer violencia sobre otro, de acuerdo con Octavio Paz–, al gobierno, a las instituciones, a la sociedad, a lo establecido. La CNTE amaga con no iniciar el nuevo ciclo escolar el lunes venidero y realizar acciones más contundentes si el gobierno no responde antes por escrito a sus demandas, de entre las cuales sobresale la abrogación de la Reforma Educativa. Al tiempo, la Secretaría de Gobernación invitó –señores maestros, sean tan gentiles– a los maestros disidentes de la CNTE a regresar a clases el próximo lunes. La Coparmex analiza demandar al gobierno federal la reparación de daños al comercio en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán, por hasta 115 mil millones de pesos, como consecuencia de la acción indebida de la autoridad.
El presidente Enrique Peña fue enfático: “La Reforma Educativa no se cancela y menos habremos de claudicar en la implementación de la misma… antes de llegar al uso de la fuerza están los espacios de diálogo… el Gobierno de la República no tendría reparo alguno en recurrir al uso de la fuerza pública para poner orden y, sobre todo, para hacer valer el Estado de derecho”. Con el debido respeto, el tiempo de poner orden y hacer valer el Estado de derecho llegó, no vaya a pasarse de largo.
Cómo admirar a figuras protagónicas del ámbito público, que con las manos enlodadas, a falta de propuesta, dirigen su discurso a denostar a sus adversarios ideológicos, imputándoles el tener las manos sucias.
Cuán irritante es ir disminuyendo motivos de orgullo en nuestro ser y hacer, al vernos rezagados en comparativos de éxito con otros países. Lo deportivo cuenta y duele. Si lo importante es competir, pues seamos competitivos, chance y ganamos. ¿Quiénes se justifican?, los perdedores.
Lo dicho, haciendo bien las cosas, no habremos de justificarnos, ¡seremos ganadores!

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