Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-08-17

En un baile para adultos mayores doña Avidia conoció a un atractivo caballero. Peinaba canas el señor, y ya se sabe que las canas hacen que los hombres tengan un no sé qué que qué sé yo, como decía Corín Tellado. Doña Avidia le echó las luces altas, quiero decir que le dirigió una mirada invitadora. En eso la orquesta empezó a tocar la bella melodía "Silver threads among the gold", o sea "Hilos de plata entre el oro", de H. P. Danks, éxito de John McCormack y Bing Crosby. Muy adecuada era la pieza para que la bailaran los asistentes al sarao, pues la canción fue escrita en 1873. De inmediato el senescente galán nombró a doña Avidia, o sea que la invitó a bailar. Ella, claro, aceptó la invitación. En el curso de la danza entabló conversación con su pareja. Resultó que el señor era viudo, sin hijos, y a más de no sufrir ningún achaque era hombre rico: vivía en una mansión en la colonia más exclusiva de la ciudad; tenía una flotilla de coches de lujo; viajaba en su propio yate y en su avión particular, y era dueño de un condominio en Miami, un departamento en Nueva York, un hotel en París, un viñedo en la Toscana y una casa de descanso en Saltillo. Tras oír eso dijo doña Avidia: “Querido amigo: me hace usted pensar en mi tercer marido”. “¿Su tercer marido? -se asombró el señor-. Pues ¿cuántas veces se ha casado?”. Respondió ella con un mohín de coquetería: “Dos”. Himenia Camafría, madura señorita soltera, enfermó de laringitis. Su amiguita Solicia Sinpitier, también célibe otoñal, le comentó: “Cuando a mí me duele la garganta chupo un Salvavidas”. “Eso es fácil para ti -replicó la señorita Himenia-. Vives muy cerca de la playa”. Nunc es bibere, decían los latinos. Ahora es el tiempo de beber. Y brindaban luego: Bibamos: muriendum est. Bebamos, pues que a la muerte vamos. Tiempo de la vendimia es éste, cuando se pisa la uva y el lagar canta su canción. Regalo entre los mejores que los humanos disfrutamos, el vino es generoso don que nos alegra el corazón y nos aligera el alma haciéndonos olvidar rencores y remordimientos. Claro, como dice don Abundio el del Potrero: el vino hay que saber mearlo. Eso quiere decir que debemos tomarnos el vino, pero sin dejar que él nos tome a nosotros. Uno de los peores crímenes que hay es abusar del vino. Es como faltarle al respeto a un amigo. Equivale a no corresponder a la bondad de Dios. La idea es ésta: beber bien es saber vivir; beber mal es malvivir. Bibamos, muriendum est. Pomponona, mujer en flor de edad, iba a casar con don Calendo, maduro caballero viudo desde hacía dos décadas, y además congregante de la Legión de San Zenón. Alguien le aconsejó a Pomponona: “Ponte una inyección contra el tétanos. Ha de tener oxidada aquella parte”. Llegó un señor a la farmacia y le dijo al encargado: “Quiero mi droga recreativa”. El dependiente se azaró: “Aquí no vendemos drogas”. Respondió con una sonrisa el cliente: “Mi droga recreativa es el Viagra”. Una adolescente le dijo a otra: “Tendré que arreglar mi cuarto. Ayer sonó mi teléfono y no lo pude hallar”. La trabajadora social fue a una comunidad rural. En una choza vio a una madre que daba a su bebé recién nacido el alimento en biberón. Con acento severo la reprendió: “Señora: esa no es forma de alimentar a su hijo. El mejor modo de hacer que crezca fuerte y sano es amamantarlo”. La mujer le señaló a un alto y robusto mocetón que estaba partiendo leña con tal fuerza que cada golpe que daba con el hacha hacía temblar la tierra. Le dijo a la visitante: “Mire señorita: aquel muchacho que ve allá es mi hijo mayor. Está fornido y musculoso, y goza de cabal salud. Pues bien: quiero que sepa que nunca tuvo una teta en la boca sino hasta que se casó”. FIN.

X