Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-08-16

Don Languidio Pitocáido, sensecente caballero, se encerraba todos los días en su estudio con su estuche de química. Se esposa hacía burla de él por ese afán que lo ocupaba durante horas cada día, pero se lo toleraba porque ese tiempo lo dedicaba ella a jugar Candy Crush. Un día se abrió la puerta del estudio y ante el asombro y estupefacción de la señora apareció don Languidio desnudo de medio cuerpo abajo, y mostrando una tumefacción en la entrepierna como sólo podía mostrarla un varón joven, u otro no tan joven pero que hubiera bebido un centilitro de las miríficas aguas de Saltillo. Lleno de orgullo por su erguido lábaro le dijo Pitocáido a su mujer: "A ver qué dices ahora de mis estúpidos experimentos". (Debo añadir que don Languidio patentó su fórmula erectiva, y para sacarla al mercado farmacéutico le puso un sonoroso nombre: "Thángani", vocablo de origen purépecha que significa "poner una cosa enhiesta". Todas las palabras que empiecen con "tanga", como  Tangamanga, nombre de un río y un parque en la hermosa ciudad de San Luis Potosí, tienen esa filiación tarasca. Felicito a don Languidio Pitocáido por su portentoso hallazgo, que quizá lo pondrá en la precisión de no llamarse ya como se llama). Ahora entiendo en qué consiste la llamada reforma energética: consiste en elevar el precio de los energéticos. Hace ya muchos años un vendedor de tacos me dio una lección de economía mejor que las que contenía el viejo texto de Gide que estudiábamos en primer año de Leyes. Vendía ese taquero su sabrosa mercancía a 20 centavos cada taco. Un día me encontré con la novedad de que ahora costaban 25. Le pregunté la causa de ese aumento. Me dijo: "Es que subió el azúcar". Opuse yo: "Los tacos no llevan azúcar". Respondió él con lapidario laconismo: "Pero mi cafecito sí". Cuando sube el precio de los energéticos -de la gasolina, de la electricidad- suben todos los precios. El impacto lo sufre sobre todo la clase más necesitada. Así pues la reforma energética consistió en joder al pueblo. Se oye feo, pero es verdad. Un tipo bebía triste y solo en el bar. Le dijo al cantinero: "Yo lo tenía todo en la vida: una hermosa casa; un coche deportivo del año; una joven y bella mujer que me adoraba y me daba el mejor sexo del mundo. Todo eso lo perdí en un día". Inquirió el tabernero, contristado: "¿Qué sucedió?". Respondió con infinita pesadumbre el individuo: "Me descubrió mi esposa". Un turista iba en su coche por un camino apartado. En la puerta de una choza vio a un niño vestido pobremente y con traza de estar pasando hambre. Se detuvo y le preguntó: "¿Dónde está tu mamá?". Replicó el chamaco: "No tengo mamá". Volvió a preguntar el viajero: "¿Y tu papá?". Contestó el niño: "Tampoco tengo papá". Se entristeció el hombre: "¿Los dos murieron?". "No respondió el niño: "Nunca tuve mamá ni papá. Un desgraciado turista se aprovechó de una tía". Tres parejas fueron a pasar la noche a la orilla de un lago. Al llegar descubrieron que sólo llevaban dos tiendas de campaña, de modo que acordaron dormir los hombres en una y las mujeres en otra. Eran las 2 de la mañana, y todos dormían ya. De pronto uno despertó, y despertó luego al amigo que dormía a su lado. "¡Mira cómo estoy! -le dijo al mismo tiempo feliz y con asombro mostrándole lo que tenía en la mano-. No sé si es el aire de la montaña, o el hechizo de la luna llena, pero hace mucho tiempo no me veía yo en una disposición así para hacer el amor. ¡Voy a buscar a mi esposa!". Ofreció el otro: "Te acompañaré". Preguntó el primero: "¿Para qué diablos voy a querer que me acompañes?". Replicó el amigo: "Tendré que acompañarte. Lo que tienes en la mano es mío". FIN.

X