Opinion

Todos podemos ser campeones

Olga Tuda

2016-08-15

Dicen que la historia y la fama tienen un precio, pero hay quienes obtienen la fama en un legado, otros de una coyuntura y algunos de su esfuerzo y creatividad.
“Cada individuo es el producto de dos factores: la herencia y la educación”. “El hombre mediocre es un ser sin personalidad que se deja amoldar o domesticar por el medio social en el que vive”: José Ingenieros.
Un comportamiento que afecta a todos los seres humanos, se da de manera muy común cuando alguna persona tiene éxito. En México es muy frecuente encontrar la detracción de los propios paisanos ante una persona que sobresale. Ahora con las Olimpiadas en Río 2016, salió a flote la mediocridad y vulgaridad de quienes hicieron sus críticas.
La gimnasta Alexa Moreno, fue víctima de burlas de los cibernautas, quienes hicieron que el mundo volteara a ver a nuestro país, pero no por propositivos y mostrar su apoyo, sino por hacer garras a la joven bajacaliforniana, quien tras grandes esfuerzos llegó meritoriamente a ser aceptada en esta competición. Orgullosa de haber entrado y representar a México, dio lo mejor de ella, aun en contra de los feroces comentarios que se desataron contra ella en mención a su peso.
Como si fueran conocedores de las reglas olímpicas, se desataron los comentarios destruyendo su imagen, dando pie a que las mismas compañeras salieran en su defensa y animándola a seguir adelante. No importó su trayectoria, tampoco el peso de las demás concursantes (algunas con un peso mayor al de ella). No fueron capaces de reconocer su fuerza, su entrega, ni el lugar que obtuvo.
No importa el sacrificio para los coterráneos, tal vez esperan que junto al éxito ocurran tragedias como la de la joven Christy Henrich, gimnasta estadounidense, quien compitió en los Juegos Olímpicos en 1988 en Seúl, y posteriormente en competencias internacionales, donde en una de ellas fue descalificada por “robusta”. Su entrenador, Al-Fong, soberbiamente la sometió a una rigurosa dieta y ella exageró, dejando de comer, lo que la hizo anoréxica. Con menos de 50 libras, muere el 26 de julio de 1994 a los 22 años por falla múltiple de órganos.
Las mentes limitadas de los que se dicen críticos, no son más que cizañas que condenan lo que está fuera de su alcance. Crecen, sin ser invitados en un campo fértil, como maleza, para ahogar la mata que sí da frutos.
¿Qué tiene de malo el cuerpo de Alexa? Un poco de volumen, que está dentro de los estándares, y no un costal de huesos que puede llevar a la tumba, como ha pasado con varias jovencitas anoréxicas en pleno clímax de su éxito (Y si no, que le pregunten a Botero cuan sensual es el volumen).
Además, como dijo Bill Murray en uno de sus tweets: “Cada evento Olímpico debe incluir una persona promedio en la competencia para tener una referencia”. Si no entendemos de lo que se trata, no tenemos permiso de hablar, es como aquellas personas que dan consejos de como criar hijos y no tienen ninguno.
No hay nada más amargo que el sobrepeso de la burla, sobre todo si proviene de gente ignorante incapaz de perseguir ideales y realizar sueños.
Alexa trabaja duro desde los 3 años con el sueño de llegar a las olimpiadas. Ahora corona su ideal y la admiración de gente pensante, entre ellos artistas, quienes le hicieron una serie de pinturas que seguramente se harán famosas.
No veo la esbeltez en los que la critican, (a no ser que sea de cerebro). Los flacos o nulos ideales de quienes estropean éxitos, existen en todos lados, se dedican a no dejar crecer y abundan en todos los ambientes.
Todos deberíamos ser Alexa y estirarnos hasta alcanzar el triunfo. Nuestra tierra no necesita garbanzos de a libra, sino semillas que florezcan. Poner la atención en la paja del ojo ajeno y no ver la viga en el propio, debilita a nuestra sociedad y nos hace carecer de humanismo.
Las instancias de gobierno, eclesiásticas y educativas, tendrán que poner mayor atención en la formación de seres humanos, crear en conjunto, seres humanos creativos, solidarios, ideólogos, cuya meta sea el éxito propio y el de los demás. Amar de corazón lo que hacen y ser capaces de reconocer los aciertos de los demás. Todo esto se notará cuando veamos ciudadanos felices por la atención y el servicio recibidos, feligreses congruentes con el decir y el hacer; y estudiantes que amen el conocimiento y el aprendizaje.
Si coincidimos, tendremos una sociedad de seres proactivos que elevarán la calidad de vida de nuestra ciudad, nuestro estado y nuestro país. Y entonces, todos seremos campeones.
“No hago caso de lo que digan de mí”: Alexa Moreno

X