Opinion

El camino a la gubernatura

Francisco Ortiz Bello
Analista político

2015-07-04

Los tiempos están dados ya. Es sólo una cuestión de formalismos legales, pero el camino que concluye con la elección del próximo gobernador del estado de Chihuahua, el año que entra, ha iniciado con una serie de cambios y acomodos en el gabinete de Cesar Duarte, quien, en su carácter de jefe político del tricolor, de esa forma, y de acuerdo con los cánones no escritos del PRI –pero que se siguen escrupulosamente como parte de una arraigada tradición partidista-, emite la señal que permite a los interesados en sucederlo manifestarse al respecto y trabajar en sus respectivos proyectos.
A partir de la semana pasada, y una vez concluidos los festejos y celebraciones por el contundente triunfo priísta en la entidad, mismos que también sirvieron como plataforma de arranque para que el mandatario estatal se erigiera como el máximo líder del priísmo en Chihuahua, el mensaje que envía va principalmente en dos vías: su innegable autoridad como el primer priísta del estado y la unidad partidista que logra en torno a sus triunfos electorales.
Dentro de la militancia priísta, nadie le puede negar a Duarte que, como estratega político y electoral, ha entregado buenas cuentas a la dirigencia nacional y al primer priísta del país, Enrique Peña Nieto. Y eso, por supuesto, lo reviste de una calidad y autoridad moral pocas veces vistas en la parte final de los mandatarios estatales quienes regularmente, debido al fuerte desgaste que ocasiona el ejercicio del poder y al natural proceso de sucesión que empieza a menguar el poder del mandatario saliente, es durante su último año cuando menos decisiones importantes pueden tomar, y cuando menos logran influir en las que toma la dirigencia partidista.
El caso de Duarte, en este sentido, es único. No solamente ha logrado mantener la prevalencia de sus decisiones al interior del PRI, sino que también en el escenario de mandatario estatal ha mantenido un inusitado activismo político, ya sea por él mismo o a través de sus colaboradores más cercanos, que lo tienen posicionado a nivel nacional incluso con la posibilidad de ingresar al gabinete presidencial o para asumir la dirigencia de su partido.
Es decir, Duarte no sólo ha mantenido el poder en la decisiones importantes como gobernador del estado, sino también ha incrementado la actividad en ese terreno, obteniendo para Chihuahua proyectos importantes desde el gobierno federal, o bien cuantiosas inversiones de empresas que le apuestan al crecimiento y desarrollo económico de la entidad.
Pese a haber sido duramente cuestionado y señalado por la agrupación Unión Ciudadana, conformada por destacados liderazgos de la oposición y del activismo social, incluso demandado penalmente ante la PGR por supuestos actos ilícitos en el manejo de recursos públicos para la conformación de un banco, no sólo ha logrado “desinflar” estos fuertes señalamientos, sino que también revirtió –en muy poco tiempo- el daño a su imagen pública que tales acusaciones tuvieron en su momento.
Todas esas circunstancias, aunadas a la real posibilidad de que asuma la dirigencia nacional de su partido, o bien algún encargo en el gabinete presidencial, hacen que Duarte pueda jugar un papel pocas veces visto en una sucesión gubernamental; más activo, más decisivo, más determinante.
Aun antes de que el gobernador “abriera” mesa en este juego de póker, ya había jugadores que, aun de bajo perfil o sin hacer mucho ruido, venían manifestando su interés en la contienda electoral del próximo año, con miras a suceder al gobernador.
Las senadoras de la República Lilia Merodio y Graciela Ortiz, el ex alcalde Héctor Murguía Lardizábal, el actual presidente municipal de Juárez, Enrique Serrano Escobar, el de la capital del estado, Javier Garfio, y más recientemente el titular de Educación estatal Marcelo González Tachiquín, son algunos de los que ya habían levantado la mano para ser vistos y considerados como posibles candidatos del PRI a la gubernatura estatal.
Los mencionados anteriormente, digamos que gozaban en cierta forma con la anuencia de Palacio para estar dentro de la lista de aspirantes, pero hay otro nombre que, sin el beneplácito oficial, ha dicho que sí le interesa y que sí la buscará. Se trata del ex alcalde capitalino Marco Adán Quezada, quien por pertenecer al grupo político opositor al del gobernador Duarte, no cuenta con la anuencia para su proyecto, incluso ha sido ferozmente atacado con el caso de la tragedia del Aeroshow que se dio al finales de su gestión.
Lo que el gobernador ha hecho, en los últimos días, tanto en actos públicos como privados, es enviar mensajes de “piso parejo” para todos los aspirantes, es decir, garantizar de alguna forma que no habrá preferencias de su parte para alguno o alguna de los interesados, aunque se sepa que en realidad sí tiene uno o dos por los que, particularmente, se decanta.
Así, por ejemplo, la fotografía que recorrió todos los periódicos y medios informativos, en la que Duarte levanta la mano a Serrano y a Teto simultáneamente, durante el evento en Juárez con el que celebraron el triunfo electoral, fue una clara y gráfica señal de que –al menos en el discurso formal- Duarte está dispuesto a ser el árbitro del proceso sucesorio más que el fiel de la balanza.
Sin embargo, y como parte de este proceso natural de auscultación o evaluación de perfiles para el gobierno estatal, el ex gobernador José Reyes Baeza ha venido recobrando espacios estatales para reclamar su potestad como jefe político de un importante grupo de priístas que, a la llegada de Duarte al poder, de manera natural y lógica, se vieron desplazados de cualquier espacio de decisión, ya sea partidista o de gobierno, pero que en virtud de los tiempos han decidido hacerse presentes para colocar a uno o dos de sus mejores perfiles, entre la lista de aspirantes.
Ya en meses anteriores, previo al inicio de las campañas electorales pasadas, Reyes Baeza empezó a tener apariciones más frecuentes y más públicas en Chihuahua, incluso organizando eventos o reuniones con el propio César Duarte, como para indicar que, más allá de sus grandes diferencias, sabe jugar bien los tiempos y códigos internos no escritos del PRI.
Tengo noticia de que ayer sábado, José Reyes Baeza presidió un desayuno en el restaurante La Casona de la capital del estado, en la que se abordó principalmente el tema de la sucesión gubernamental y la aportación que este grupo pudiera hacer a la misma.
A este desayuno, además de Reyes Baeza por supuesto, acudieron personalidades como el ex alcalde Marco Adán Quezada, Oscar Villalobos, Alejandro Cano Ricaud, Eloy García Tarín, Víctor Valencia de los Santos, Miguel Rubio, Lupita Pérez, Sérbulo Lerma, Sergio Granados y Nacho Arrieta, entre otros.
De la reunión salieron, principalmente, tres grandes conclusiones. Primera, que el llamado Grupo Delicias está de vuelta, y que jugará con todas sus fichas para la sucesión gubernamental.
La segunda es que José Reyes Baeza fue reconocido y confirmado como el líder de este grupo y, tercera, que no está casado con la idea de que sólo Marco Quezada quien pueda ser apoyado por el grupo, para contender internamente por la candidatura al gobierno estatal.
Se analizaron los perfiles de los presentes en la reunión y el acuerdo alcanzado unánimemente es que, el nombre elegido podría salir de entre Marco Adán Quezada, Víctor Valencia, Oscar Villalobos y Alejandro Cano.
Sabemos también que otro de los acuerdos tomados es que, la aportación del Grupo Delicias con un aspirante a la gubernatura, será en términos de fortalecer la unidad priísta y de buscar la equidad dentro de la correlación de fuerzas políticas al interior del PRI.
Si bien decíamos, al principio de este artículo, que la fortaleza política de Duarte al final de su gestión resultaba inédita para cualquier otro gobernador en sus mismas circunstancias, también es igual de inédito y sorprendente que haya tantos nombres en la lista de posibles sucesores, los seis primeros mencionados más los cuatro que evalúa el grupo comandado por Reyes Baeza, dan un total de 10 aspirantes al cargo, lo que es una cifra récord en cualquier otro proceso sucesorio anterior y que lo hace particularmente interesante.
Sin embargo, para hacer un análisis más profundo y detallado sobre las reales posibilidades de cada uno, también habrá que esperar a las definiciones que se den cuando se vote, en periodo extra ordinario de sesiones, la Ley Electoral que le dé forma, viabilidad y cuerpo a la Reforma Política ya aprobada. Porque quien crea que el tema de la mini gubernatura es un tema agotado y olvidado, se equivoca rotundamente, está más vivo que nunca. El camino, pues, a la gubernatura ha iniciado ya.

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