Opinion

Juramento del Juego de Pelota

Sixto Duarte

2015-07-01

Serment du Jeu de paume, o el Juramento del Juego de Pelota, fue un evento acontecido en Junio de 1789, días antes del inicio de la Revolución Francesa, en el cual los integrantes del Tercer Estado (el Pueblo, dado que el Primer Estado se integraba por el Clero y el Segundo por la Nobleza) al verse privados del derecho de usar el salón de debates, determinan reunirse en el salón de juego de pelota de Versalles y juran no separarse hasta dotar a Francia de una Constitución.

El Tercer Estado, el pueblo, era el Estado con más integrantes dentro de la estructura de los Estados Generales de Francia, pues poco menos de seiscientos integraban esta “bancada”. Era injusto tomar una decisión que afectara a todos los habitantes de Francia sin tomar en consideración la postura del Tercer Estado. Es por eso que decidieron eludir los usos y prácticas del debate parlamentario de la época, y asumir como propia la representación popular de toda Francia.

Esto nos hace ver que las desavenencias y desencuentros parlamentarios han existido desde siempre, pues los parlamentos para eso son, para contrastar ideas. En la Antigua Roma, la votación en el Senado se tenía por no hecha si no se alcanzaba a escuchar el sentido de los votos entre otras cosas. En Estados Unidos se tiene la figura del “filibuster” que es una práctica dilatoria parlamentaria, en la cual un Senador habla incesantemente por horas a efecto de romper el quórum y que determinada propuesta no se presente a votación.

Hay que decir que en el caso de Francia fue la representación del pueblo la que determinó romper con las reglas del debate. En Roma, por una cuestión de orden y de certeza se contaba con estas normas. En el caso de Estados Unidos, el “filibuster” es el abuso de una práctica parlamentaria regulada en cierta forma, pero al fin una práctica dentro de la ley. En nuestro país tenemos innumerables ejemplos de diferencias en los congresos: tomas de tribunas, empujones, dimes y diretes legislativos, etc.

Quizá usted estimado lector, a esta altura esté pensando en este momento sobre los hechos ocurridos en el Congreso del Estado el lunes pasado. Justo antes de concluir el período ordinario de sesiones del Congreso del Estado, los diputados aprobaron en una atropellada sesión los puntos medulares de la reforma política del Estado. Desde luego que hubo gritos y empujones. La diferencia entre los ejemplos que menciono líneas arriba y lo ocurrido el lunes es que, quienes generaron el desorden no son mayoría como sí lo eran los integrantes del Tercer Estado francés. Quienes con sus matracas no dejaban el debate continuar no guardan ninguna relación con quienes ejercían las antiguas prácticas del Senado romano. Tampoco quienes generaron el desorden actuaron apegados a una práctica parlamentaria como es el “filibuster”. Más bien me recuerdan a quienes hace casi nueve años tomaron la tribuna de San Lázaro para evitar que Felipe Calderón rindiera protesta como Presidente de México. En aquel momento, la toma de la tribuna fue una práctica reprobable a los ojos de Acción Nacional. Hoy no les parece tan malo después de todo.

Los parlamentos se integran con los representantes que el pueblo elige. Si el pueblo determinó que Acción Nacional tuviera siete diputados en el Congreso local, esos siete diputados no pueden pretender convertir su voluntad o interés de grupo en ley sin las otras fuerzas ahí representadas. Quizá si el mismo empeño y energía que mostraron el lunes lo hubieran mostrado en campaña, serían más en la composición de los congresos y entonces sí podrían oponerse responsablemente con la fuerza de los votos, no con la fuerza de las matracas.

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