Opinion

La fuerza de la renovación

Javier Corral Jurado
Analista político

2015-06-27

El próximo 2 de agosto, cumpliré 33 años militando en el Partido Acción Nacional. Me afilié en el Comité Municipal de Ciudad Juárez en 1982 tras la campaña de Pablo Emilio Madero Beldem, a quien acompañé en mayo de ese año en su gira presidencial en Chihuahua, como periodista infantil de la televisión. En esa campaña conocí a dos enormes: Luis H. Álvarez y Guillermo Prieto Luján, entonces candidatos al Senado. En Camargo me regaló y dedicó su libro "Atrás quedó la huella", Carlos Chavira Becerra. En Ojinaga les apagaron las luces de la plaza a los del PAN para que no se pudiera realizar el mitin, y me di cuenta que me invadió el coraje. Fueron sietes días intensos. Me marcaron para siempre. Pasaron las elecciones, y me presenté en el local del partido en la Plaza Cervantina. Me recibió Edeberto "Pilo" Galindo. -"Buscas a Miguel Agustín?, el PAN está arriba, porque esto es una cafetería, me la acaban de rentar".
Miguel Agustín Corral Olivas - qepd - se opuso a mi ingreso. Mi carrera periodística se truncaría de inmediato al ingresar a Acción Nacional. "Se le pueden cerrar todas las puertas". Pero no me importó, yo quería que se me abriera una sola, la del PAN.
En el transcurso de los años viendo la galería de los hombres que habían sido jefes nacionales del partido, incubé en mi cabeza el deseo de serlo también algún día. Lo sabe José Luis Ortuño Gurza a quien le confiaba, como si fuera un objetivo ilegítimo, mi mirada a tan largo plazo. He considerado que encabezarlo es uno de los mayores honores y de las más altas responsabilidades que uno puede tener en la vida. Porque fui formado por el PAN y a él debo mi espíritu rebelde ante la injusticia; en muchos aspectos soy su hechura. Como ya dije, llegué por mi propia voluntad, desafiando también varias recomendaciones familiares de que no lo hiciera - mi hermana mayor Patricia trabaja en el Depto. de Pavimentación de la Presidencia Municipal -; "la van a correr por tu culpa, y qué vamos a hacer", me echaba en cara mi abuela Elisa.
Pero nada me detuvo porque ya entonces me sacudía un fuego interno contra la simulación oficial, la mentira en los medios y el fraude electoral descarado. Luego vino la campaña de Pancho Barrio a la alcaldía de Juárez, y el mundo se nos hacía pequeño: el disfrute pleno de la libertad encarando cualquier riesgo, sin nada por delante. Finalmente fui echado de la televisión.
He realizado todas las tareas que el partido me ha pedido: he pintado bardas, repartido volantes, perifoneo, representante de casilla, capacitador, mitinero, secretario municipal, dirigente estatal, miembro del CEN, consejero nacional,  he cerrado calles, bloqueado puentes, he sido diputado local, federal y senador, porque así es la vida partidaria; uno entrelaza a su apellido, a su biografía personal, la pertenencia al partido. Por ello desde siempre he agregado a mi cuna, a mi profesión, a mi trabajo, mi afiliación: panista. Hasta hace poco, por donde anduviera, podía gastarme horas enteras en una sola persona para hablarle del PAN, y tratar de sumarla a las filas. Confieso que en los últimos años dejé de hacerlo. Me daba cierta pena invitar a personas viendo lo que estaba pasando en el partido. Una evolución hacia lo peor en varios sentidos.
Por eso decidí postular mi candidatura a la presidencia nacional de Acción Nacional, para recuperarlo en sus más puras esencias, volverlo a su cauce democrático, y a su misión ética y civilizatoria. Los demócratas de México, estén en la derecha, el centro o la izquierda saben que esa tarea de recuperación del PAN está en el mayor interés de la nación. En un momento de dramática regresión autoritaria, México necesita a Acción Nacional, pero fiel a su origen.
La candidatura, presumiblemente de unidad, que busca imponer el consorcio político económico que se ha venido formando durante la presidencia de Gustavo Madero – sobre todo tras su reelección – considera que las decisiones que ellos toman representan la unidad del partido. Y por lo tanto el siguiente paso en la lógica del consorcio es: el que se atreva a participar lo que pretende es dividir, atenta contra la unidad del partido, es un antropófago, se quiere comer a sus connaturales.
Pero la elección no está resuelta, al menos en la parte que tiene que ver con el convencimiento interno, que es clave para lograr la verdadera participación en la reconstrucción del PAN. Hay mucha molestia en el partido; se asume la candidatura del diputado Anaya como una absoluta continuidad en el fondo y forma del que y quienes han llevado al partido a un desdibujamiento frente a la sociedad. No se le ve como un árbitro al servicio del partido, sino como el mediador que escogieron el gobernador Moreno Valle y el presidente Madero para la disputa futura que entre las facciones del consorcio puede producirse en pos de la presidencia de la República.
Sin embargo, pienso que así como hay un panismo emergente y clientelar, también hay una mayoría de militantes que representan la reserva moral de PAN. Si ésta se logra mover, se puede enderezar el rumbo.
No está fácil, estoy consciente de la cuesta arriba, a la luz de la dinámica de grupos que hoy define en mucho la vida del partido. Pero también conozco la fuerza de la militancia cuando se decide enfrentar la línea, oponerse a las cargadas , desafiar los cacicazgos. Por eso propuse hace dos años la elección del presidente del partido por el voto directo de los militantes. Y porque ya varias veces las bases han desafiado a las facciones que los quieren tratar como objetos de su propiedad y no como personas libres, con voluntad e inteligencia para decidir su propio futuro.
¿Por qué me animo en condiciones internas tan adversas? Porque me impulsa el deber moral que tenemos los que queremos a Acción Nacional, de rescatarlo y ponerlo de nueva cuenta al servicio de las personas. Porque veo en el difícil momento que vive el partido, una especie de demolición ética y política, y no concibo que nos quedemos sentados viendo cómo avanzamos hacia la marginalidad. Estamos inmersos en una crisis de credibilidad ante el electorado, que no se circunscribe en modo alguno a la dirigencia nacional, está muy extendida en comités estatales y municipales, abarca a una buena parte de la militancia. ¿Cuándo si no ahora, para acudir al doloroso llamado de Acción Nacional?.
Los grupos internos en el partido han provocado prácticas deleznables, voto corporativo, afiliación por interés y sin convicción ciudadana, incrementado artificialmente al padrón con vergonzosas afiliaciones masivas de las que el Tribunal Electoral Federal tiene casos ampliamente bien documentados.
Episodios que son una vergüenza en un partido cuya noción de la política descansa en la moral, en el deber ciudadano. Cuya bandera ha sido la democracia electoral y la democratización de las estructuras sociales. Un partido cuyos fundadores fueron generosos con su tiempo y su patrimonio.  Un partido que discutía, deliberaba, argumentaba razones, principios. Un partido que debatía al interior y al exterior.
Hay una desviación de los principios que nos dieron vida. Si el PAN no regresa a la persona, como el concepto fundamental en torno del cual debe girar toda la acción política, seguiremos navegando sin brújula. Si el PAN no vuelve a la tarea esencial de construir ciudadanía, la democracia será una imposibilidad. 
La generosidad, el sacrifico, la valentía paulatinamente se trasmutan en sus vicios: egoísmo, vanidad, intolerancia, medro e interés por el bien público. Esto ha ido dislocando nuestra vida institucional. Sufrimos de una crisis moral, civilizatoria que nos obliga a buscar nuestros valores espirituales. Recordemos que la decadencia de las civilizaciones o de sus grandes instituciones surge ante la ceguera de sus dirigentes cuando los valores que le dieron vida se transforman en sus antípodas. Tampoco podremos ser oposición eficaz y leal si no realizamos un diagnóstico, interno y externo, de lo que sucedió. Si no hacemos un esfuerzo honesto por llamar las cosas por su nombre sin escondernos en eufemismos verbales. Tenemos que determinar la causa de nuestros errores y omisiones o ingenuidades.
Me gustaría que la contienda oreara el debate entre nosotros, proponer ideas que nos vuelvan a dar fuerza, que nos entusiasmen, que nos reanimen, que nos vuelvan a hacer sentir orgullosos de pertenecer al PAN, que volvamos a discutir soluciones a los graves problemas del país. El PAN recuperando el más hondo motivo de su presencia en la política no puede dejar de ver y afrontar el tema de la brutal desigualdad social. No podemos ser insensibles al dolor de los trabajadores que no les alcanza el salario para cubrir sus necesidades básicas. Tampoco debemos ser insensibles ante los ancianos sin protección a su vejez o teniendo una jubilación insuficiente.
No puede haber una democracia política sin una democracia social que respete a cada uno de sus habitantes como personas dignas.  Sólo la lograremos con el esfuerzo serio y efectivo de un movimiento igualitario a todo lo ancho y largo del país.  No halagando a los necesitados y prometiendo cosas no posibles sólo para ganar su voto; sino con un esfuerzo del día a día de todos; buscando que el programa público sea efectivo y que sus beneficios no sean desviados; impulsando que las leyes combatan la discriminación de género, la raza o el desprecio por el indígena, combatir la superioridad del hombre sobre la mujer, la discriminación o la burla por la orientación sexual, la discapacidad física.
Un movimiento humanista que dé trato igual a los que son iguales ante la ley y la naturaleza. Un movimiento que busque la elevación social y cultural de todos. No un mesianismo ni un caudillismo que al final del día profundice la pobreza. No populismo que enfrente a unos mexicanos contra otros y pretenda acentuar las diferencias para que la anarquía destruya los bienes de todos.

P.D. Al momento de concluir este texto me entero de la integración de la Comisión Nacional Electoral del PAN, esa decisión no nos debe desaminar. El tamaño del desfiguro es la respuesta a nuestra fuerza.
Abrigué cierta esperanza -mínima- de que se entendiera el delicado momento que vive el partido y actuaran de otra manera. Pero ya están enterados del entusiasmo que se ha despertado, saben que se viene una rebelión de las bases en contra del consorcio de grupos que tiene secuestrado al partido. Por eso lo hicieron así. Hasta el extremo de colocar en la comisión que va a organizar la elección, a operador@s de Ricardo Anaya.  Distingo por supuesto, la excepción que representan Luis Felipe Bravo Mena y María Elena Álvarez de Vicencio.
Pero lo más interesante es que así es como mejor saben las victorias. Porque nadie tenga duda, que ¡les vamos a ganar!... Exactamente como cuando competíamos contra el PRI en aquellos comités electorales totalmente parcializados. Porque cuando la gente se organiza, cuando se decide a poner por enfrente su dignidad, no hay poder humano, ni económico, ni mediático que pueda destruirla. Aquí sólo hay ¡para adelante!.

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