Opinion

¿Volver al... tapado?

Yuriria Sierra

2015-06-26

Distrito Federal- En 2016 se renovarán 12 gubernaturas. Y si las elecciones del 7 de junio pasado fueron el aperitivo de las presidenciales, las del año que entra serán el plato fuerte.

Pero lo cierto es que varios, a la usanza de Vicente Fox, dieron por inaugurada la sucesión presidencial. En el PAN y en el PRD ya dos fuertes candidatos alzaron la mano, a uno más se la alzaron los demás, y otro, en Morena, tiene alzado todo el cuerpo desde hace 15 años...

Contamos a Andrés Manuel López Obrador, Margarita Zavala y Miguel Ángel Mancera como los aspirantes confesos para el próximo sexenio.

Vemos manos indecisas, o más bien, que a tientas se van levantando para formar parte de este primer grupo, el de los confesos: Rafael Moreno Valle, Jaime Rodríguez El Bronco y una lista todavía de posibles independientes, cuyos suspiros comienzan a escucharse.

Algo es innegable: la rueda de la fortuna presidencial ya fue echada a andar...

Curiosamente, en el único partido que, podríamos asegurar, seguirán jugando a “las estatuas de marfil” es en el PRI. Por unas que parecen obvias razones, pero no lo son tanto.

En los tiempos previos a la alternancia, el PRI solía dejar hasta el final el nombre de su candidato.

El famosísimo tapado, el elegido por dedazo del señor Presidente. El Ejecutivo en turno definía quién sería su posible sucesor.

“Posible” a medias, porque a lo largo de los 71 años que se mantuvo el PRI en el poder, frágil fue la oposición que quebrara los planes del Presidente.

Una vez que la alternancia llegó en 2000 con Vicente Fox (quien anunció tres años antes de la elección su intención de arrebatarle al tricolor la primera silla del país), y justamente ante ese nuevo escenario, propio de las democracias, el tricolor tuvo que comenzar a jugar como hasta la fecha lo hacen el resto de los partidos (excepto Morena, ahí sabemos que manda “el eterno y legítimo destapado”).

Francisco Labastida se convirtió en candidato, venciendo a Roberto Madrazo. Este último, seis años después y tras fungir como presidente nacional del partido, logró la candidatura presidencial, tras rebasar a Arturo Montiel.

El mismo Enrique Peña Nieto pudo haber sido elegido en un proceso interno, como los dos anteriores, pero le tocó por “unidad” (una “unidad” decidida con lujo de pragmatismo partidista, pues su name recognition, sus positivos y su popularidad lo colocaban claramente como el priista con mayores oportunidades de ganar en 2012).

¿Qué va a pasar ahora con el candidato del PRI? En la reciente encuesta de BGC-Excélsior se cuestionó sobre la premura de los anuncios con miras a Los Pinos: 53% dijo que era muy pronto; 45%, que era oportuno. La diferencia no es tanta como para suponer acertado que el PRI considere que también falta mucho, pensando que ésa sea la razón. Porque, de otro modo, pareciera que le apostarán a esa estrategia de prealternancia, la de ser los últimos y, por decisión expresa del Presidente, para anunciar quién será el candidato. Algo que, a estas alturas, y justo por la posibilidad del suspiro independiente, podría ser riesgoso.

¿Qué pasaría si alguien se saliera del huacal? ¿Por qué no escuchar a ese 45% que dice que es oportuno? ¿Por qué no pensar así en los beneficios de una campaña anticipada? En agosto el PRI renovará su dirigencia nacional. De ahí podremos ver con más claridad cuál será su jugada para 2018, si en definitiva será un tapado y si eso —por razones democráticamente obvias— podría convertirse en una nueva invitación para algún “priista desobediente”...

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