Eduardo Borunda
2015-05-29El caso que nos ocupa está fragmentando a la sociedad chihuahuense. Voces se han pronunciado en un grito casi unánime: los valores se han perdido en la sociedad. Algunos de los comentarios se han esforzado en afirmar que la muerte de Cristopher es un reflejo de la sociedad, pero, aún más específicamente, es un reflejo de las familias que han vivido de cerca lo más intenso de la violencia que padeció el estado de Chihuahua. La muerte del niño escenificada al estilo de las series policiacas refleja, sin duda, la violencia mediática a la que hemos expuesto a la juventud y niñez mexicana.
La violencia a la que me refiero no solo está en la sociedad, en la vida cotidiana o en las noticias que se difunden o transmiten por todos los medios. La violencia está en casa, donde los actores son padres e hijos. En caso que no se cambie esa violencia domestica será difícil sacarla del contexto social. Desde pequeños nos mencionaron que la base de la sociedad era la familia y el pilar de ésta es la madre. Desgraciadamente se ha desvanecido la imagen materna y el poder de los padres se les ha arrebatado con el argumento de los derechos humanos. En otra conclusión, podemos afirmar que se les ha limitado la autoridad a los padres para formar a los hijos en valores y principios.
A Cristopher lo asesinaron jóvenes sin carácter, niños que han nacido a la sombra de la oscuridad, donde no se distingue el bien del mal. ¿Quiénes son los buenos? ¿Quiénes son los malos? No hay que confundirse, siempre los malos serán los malos y los buenos los buenos. No quiero ser utópico, sin embargo, las instituciones empiezan a generar desconfianza por malos elementos. En esencia, las instituciones son y deben permanecer como los entes buenos que garantizan la seguridad de los ciudadanos. Su existencia nació de un orden establecido para darles, al hombre y a la mujer en sociedad, la garantía de su vida y de sus derechos sociales.
La tragedia vino acompañada del oportunismo con el que la “señorita Laura” quiso montar un espectáculo para vender una historia de muerte. No sé si haga el programa especial o si los directivos de Televisa permitan lucrar con el dolor humano, pero eso también es una falta a la memoria del niño cuya desgracia fue estar con amistades que más le valiera nunca haber tenido. Con la muerte no se puede lucrar y menos con la de un inocente que a temprana edad termina con las aspiraciones de ver un sueño de éxito que su madre quizá un día soñó.
Si bien es cierto que se ha mencionado que es el núcleo familiar donde se inculcan los valores, también es cierto que es en las escuelas donde esos valores se practican. Los cambios de paradigma han logrado socavar la autoridad del docente, el niño o el joven se siente lastimado cuando se le pregunta por qué no hizo la tarea o el trabajo. Aclaro que no comparto el insulto o la falta de tacto de algún docente cuando inquiere a sus alumnos, pero de que se les ha restado autoridad y con ello los valores que deben ser practicados, se inculca una rebeldía mal encausada. El uniforme permite que todos se vean como iguales y representa en lo económico una oportunidad de borrar las diferencias socioculturales, que pudieran a su vez representar la oportunidad o no de estudiar. No respetar el uso del uniforme es tratar de socavar la autoridad en todos los sentidos, es sólo un ejemplo de la rebeldía hacía la autoridad.
Si bien es cierto que Cristopher ha fallecido, también fallecieron las almas inocentes de sus ejecutores. La maldad los ha hecho presos. No será fácil que entiendan el camino difícil que han optado seguir. Cargan sobre sus conciencias un homicidio, sus manos están entintadas con el rojo de la sangre de un inocente, esa mancha los perseguirá el resto de sus vidas.
Cristopher deja un vacío que nadie podrá llenar y el reclamo social es simplemente una expresión que nos solidariza a los chihuahuenses: ¡Justicia!