Opinion

La Señorita Laura

Sixto Duarte

2015-05-25

“¡Qué pase el desgraciado!” “Carritos sangucheros” y “Polladas”, son frases que nos recuerdan el grado de profundidad y reflexión del contenido del programa de Laura Bozzo, ya sea en su transmisión original en Perú o en México.

Por un evento tan lamentable como el ocurrido en días recientes en Aquilés Serdán, Laura Bozzo anunció que “representaría” y “apoyaría” a la familia del pequeño Christopher, intentando lucrar con la desgracia, con el objeto de transmitir eventos relacionados con este hecho, generando de paso un ambiente de morbo. Sin haberse aclarado del todo la existencia o no de un acuerdo entre Bozzo y los deudos para la exclusividad (sea de la defensa o de la transmisión de contenido), Laura lanza una acusación contra la autoridad argumentando haber sido amenazada, pues según ella hay intereses perversos a los que no les conviene que intervenga. Curioso que hable de intereses perversos, habiendo ella misma estado en prisión por sus vínculos con el Ex-Jefe de Inteligencia peruano Vladimiro Montesinos, mismo que se encuentra aún recluido por varios delitos, entre ellos genocidio.

A la faceta de abogada, justiciera, psicóloga, presentadora y agitadora, hay que agregar la de legisladora, pues anunció que presentaría una iniciativa en el Congreso de Chihuahua para modificar la ley en el Estado para juzgar a menores como adultos. Es importante recordar también la disposición constitucional de que los extranjeros no pueden inmiscuirse en asuntos políticos.

Laura Bozzo no es una mujer ignorante. Como abogada, politóloga, y catedrática sabe que gran parte de lo que ha dicho carece absolutamente de sentido desde la perspectiva legal. Sin embargo esto no importa, pues lo que le interesa es vender. Laura intentó convertir una desgracia en un circo mediático, como ha convertido muchas situaciones de carácter privado en su programa con este único fin.

Considero que la culpa de que todos los días nos enteremos de las penas ajenas de las personas en el programa de Laura no es exclusivamente de Laura. Tampoco considero que el único responsable del caso sea Televisa. Me explico.

Derivado del ambiente de crispación política que se generó en los días posteriores a las últimas dos elecciones presidenciales, mucho se ha criticado a la televisora más grande del país (y la más grande con contenido en castellano del mundo). Se le ha acusado de ofrecer entretenimiento barato, de no educar (como si fuera función de la televisión), de ser parcial, de ofrecer un contenido morboso, de transmitir únicamente telenovelas, etc. Se le responsabiliza de gran parte de los problemas que aquejan al país. No puedo evitar recordar a 1984 de George Orwell.

Uno de los argumentos de los grupos más críticos es que, siendo el Estado quien ejerce el dominio sobre el espectro radioeléctrico, y al ser Televisa un concesionario del Estado, se le debe exigir transmitir un mayor contenido educativo en su programación. Toda concesión se considera un privilegio, y de ahí que se le deban exigir también ciertas obligaciones. Estoy de acuerdo en parte, sin embargo no se puede pretender convertir a la “caja idiota” en una “caja educadora” simplemente por decreto, pues la función educativa le compete al Estado de forma directa. No olvidemos que, si bien la televisión es una concesión que el Estado otorga a un particular para su explotación, este particular la recibe con el fin de lucrar. Es evidente que las televisoras transmiten la programación que se vende. Si lo que genera mayores índices de audiencia es una telenovela, el futbol, un talk show, es lógico que la televisora generará principalmente contenido que satisfaga esta demanda de programación. Considero que aun y cuando se liciten diez cadenas nacionales de televisión, si la demanda de programación sigue enfocada en estos rubros, las diez cadenas transmitirían lo mismo.

Como ejemplo podemos tomar a los suscriptores de televisión de paga. Debo citar a Rodrigo Jiménez quien me decía que todos los sábados se transmite a una de las orquestas de la UNAM en un canal, y la ópera en otro, y sin embargo son de las transmisiones con menor rating, pues se estima programación aburrida por parte del televidente promedio. Ni que decir del Canal del Congreso.

Considero que la única forma de modificar esta tendencia en programación es a través de la educación. Mientras la política educativa y cultural sea sólida, la demanda de estos productos televisivos disminuirá y las cadenas comenzarán a ofertar otra clase de contenido.

@sixtoduarte

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