Opinion

Silencio apagado, palabra encendida

Sergio Conde Varela.

2015-05-21

Hace más de medio siglo que el Club Rotario de nuestra ciudad organizó con otros grupos un concurso de oratoria en el cual participaron las instituciones de cultura superior fronterizas a través de sus alumnos.

Fue tan poderoso el impacto que produjo el evento, que los oradores juarenses fueron invitados a realizar una gira por varias ciudades de nuestro estado incluyendo Chihuahua capital, Delicias, Parral y otras, para trasmitir su preparación y su verbo encendido, para enfrentarse con esas armas de la cultura a problemas sociales importantes que en esos años se presentaban.

Jóvenes de aquella época no fueron mudos, no callaron, los Vega Montañez,  los Vargas, los Mazpules, los Terrazas, los Creel, los Sánchez y algunos más que llegaron hasta la capital del país a la fiesta de la palabra, a través de concursos de oratoria patrocinados por el Lic. Miguel Lanz Duret, maestro de muchas generaciones de abogados y defensor apasionado de la libertad de prensa, quien impulsó estos certámenes a través del diario El Universal.

Las voces de los jóvenes de aquella época, valientes y firmes, vigorosas y recias, aparecieron cuando las circunstancias así lo exigían.

Eran situaciones similares a las que vivió en nuestros días una joven oradora que asombró a sus compañeros de escuela y a las autoridades diciendo su verdad, en discurso perfectamente articulado.

Siempre ha pasado que cuando nace el silencio apagado, enseguida surge el verbo encendido, la palabra que alienta, que empuja; palabra valerosa y profunda que hace brillar pasiones y que ha servido en nuestra Patria para realizar grandes hazañas.

Muestra de lo escrito por jóvenes de mitad del siglo XX que no callaron, son las frases de Enrique Soto Izquierdo, conocido de los juarenses y campeón de oratoria. Dijo: “La crisis que plantea la hora presente (similar a la de nuestro tiempo actual) es la crisis del hombre frente a su entorno y el problema patrio es de justicia social y, hasta que no se dé a cada quien lo que merece, seguiremos viendo la miseria enfrentada a la opulencia; el harapo encarado con la seda y el paria deslumbrado frente al potentado”.

El tribuno Porfirio Muñoz Ledo manifestó: Vivimos una era sin intimidad y con la soledad como fenómeno enfermizo. Sin embargo, son momentos en que todos nos cruzamos sin detenernos, sin reunirnos, sin conocernos, sin organizarnos, sin vincularnos, sin comprendernos y sin estimarnos como pueblo. Remató lo anterior con estas frases: “La juventud sabe que la infame maquinaria social, no ofrece nada, ni una idea, ni un símbolo, ni un credo, tan solo áreas en donde no cabe un ser como individuo, solo como cifra capaz de ser multiplicada o dividida”.

El chihuahuense Jesús Urueta, llamado el príncipe de la palabra, expuso: “El polvo que piensa, no vuelve al polvo”, subrayando que el pensamiento es capaz de desprenderse del dolor y triunfar en toda la extensión de la palabra.

Los fronterizos estamos en el preciso momento de preferir la bolsa de los valores morales a cualquier otra alforja. Lo que ha sucedido en nuestro país obliga a que se extingan silencios apagados y brille la luz de palabras encendidas por los jóvenes desaparecidos, por el homicidio de un niño chihuahuense masacrado por otros niños. Que esas palabras despierten el silencio de las universidades, la justicia para periodistas y la muerte de migrantes y pequeños a quienes se les niega el derecho de vivir.

Solo el poder de la palabra puede transformar lo intrasformable, solo el carácter indomable puede hacer que las cosas cambien y se terminen para siempre los silencios afónicos, que tanto mal han hecho, porque encierran el pavor que produce la oscuridad y el poder mal empleado.

Seguramente que la luz brillará porque las sombras serán desterradas para siempre por las palabras dichas con verdad y encendidas por las rectas conciencias. Si no…al tiempo.

 

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