Opinion

El valor de las encuestas

Miriam A. Ornelas

2015-05-21

Como quiera que sea, el periodismo es una labor difícil y poco comprendida, aún por aquellos a cuyo servicio está destinado y como el deber de informar con la mayor veracidad posible puede traer consigo la publicación de notas que no son del todo agradables para todos, pues resulta hasta cierto punto comprensible que algunos piensen que se les ataca cuando lo único que se trata es de exponer la realidad que se percibe por el comunicador. Es mejor saber qué es lo que realmente está sucediendo que vivir en el error.

Este pensamiento viene al punto porque el ejercicio periodístico en tiempos electorales se auxilia de las encuestas para hacer del conocimiento del público en general, y de los contendientes en particular, cómo es que marchan las campañas de los diferentes partidos y los avances que éstas presentan en el ánimo del electorado en un determinado momento en que se levanta la muestra.

Existen empresas que se dedican profesionalmente a realizar estos ejercicios, que son de mucha utilidad tanto para la comunidad en general como para los partidos políticos contendientes y sus candidatos, y, con base en ellas, los gremios políticos pueden hacer ajustes a sus programas de proselitismo para acelerar o reconciliar su paso y tener el éxito esperado.

Pero sucede que muchas de las veces algunos partidos políticos no se muestran muy conformes con los resultados de estas encuestas, sobre todo aquellos a los que los resultados de la encuesta no les favorecen y adoptan la actitud de denostar a los diversos medios periodísticos, culpándolos de su desgracia o de sus malos resultados.

En las presentes campañas, la mayoría de los medios de comunicación coinciden en que la justa electoral ha despertado un nulo entusiasmo entre la ciudadanía, al grado de llegar a considerar las presentes campañas un tanto cuanto planas y sosas, lo cual hace prever que el gran triunfador en las próximas elecciones del siete de junio será el abstencionismo.

La nueva legislación electoral, aprobada por todos los partidos por medio de sus bancadas en las cámaras legislativas, tiene demasiados obstáculos para el desarrollo de los procesos proselitistas; de plano se tiran de lado los avances y recursos de la ciencia de la mercadotecnia y todas las disciplinas colaterales y conexas, dejándose la suerte de la elección a las estructuras territoriales que en su momento y tiempo, posean o no, los diversos partidos, prescindiendo de toda propaganda científicamente elaborada. Así, todas las campañas no han logrado despertar el interés del gran público elector por lo que tendrán que atenerse al llamado voto duro.

Esto se ve reflejado nítidamente en las encuestas y de ello no puede colegirse que los medios de comunicación se hayan vendido o favorezcan interesadamente a candidato ni a partido alguno, sencillamente se muestra lo que es y lo que piensa el electorado. Luego entonces, resulta grosero culpar a los medios de comunicación de lo aburrido y lo inicuo de las actuales campañas.

Para acabar de completar este deprimente cuadro, algunos partidos como el PAN, se han visto envueltos hacia su interior en un torbellino de pleitos internos y pasiones encontradas entre los cuales menudean los líos de faldas que tantos resentimientos dejan en el corazón de las personas y eso desarticula completamente su activismo político con los deplorables resultados que se están anunciando. Esos partidos, menos que nadie, tienen derecho de denostar y culpar a los periodistas de su debacle anunciada.

Mejor deberían ordenarse y trabajar por su unidad interna y no arrojar sobre otros las culpas de sus guerras intestinas, de su desidia, de sus luchas pasionales, de su flojera y de su desunión. La prensa siempre tiende a ser imparcial pero también a cumplir con su labor de informar verazmente al público, que tal es su misión primordial e inconmovible. El Diario de Juárez seguirá la senda de objetividad que se ha trazado desde su fundación hace aproximadamente cuatro décadas, sin rencores ni resentimientos, por ciertos señalamientos falsos que se asientan más en la incomprensión y la irresponsabilidad que en el encono.

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