Opinion

Los cruceros: entre la limosna, el comercio y el espectáculo

Samuel F. Velarde

2015-05-18

En el Paso Texas, cuando en un crucero haces alto y llega un indigente a pedirte limosna de los llamados “homeless”, te sorprende que en el país más poderoso del mundo exista pobreza, más cuando piensas que la raza no tiene nada que ver con la pobreza, es decir, hay ingenuos que creen que porque se es de color blanco y de ojos verdes, se está exento de la pobreza, pero bueno eso sucede en la vecina ciudad.

En nuestra apaleada Ciudad Juárez las cosas son diferentes, desde hace tiempo los cruceros de las principales avenidas son invadidos por personas con diferentes necesidades económicas, los típicos indigentes producto de nuestra extrema pobreza, pero también en los últimos años se han sumado a ese ejército de pedigüeños: indígenas, ancianos, personas discapacitadas y algún que otro lumpen. Asimismo, es común toparse con aquellos que piden por alguna causa justa o los que usando alguna “mentirilla piadosa” piden monedas para alguna situación tal vez inventada y en ocasiones ya muy trillada. Su frase para tal petición puede ser: “para el asilo de ancianos’ o  hasta “para pagar una cirugía”. Cierto o no, estas personas se suman a ese ejército de gente que usa a la sociedad para subsidiar sus necesidades.

Pero también la crisis económica ha llevado a pequeños productores o artesanos, a tomar prácticamente los cruceros y desde ahí ofertar sus mercancías, donde se observan: nueceros, chicleros, dulceros, franeleros y toda una gama de individuos que ofrecen sus productos y servicios. En los últimos tiempos igualmente, se han sumado a este segmento callejero, grupos de jóvenes que, haciendo una analogía con los cirqueros de le edad media, hacen sus malabares y actos gimnásticos, que dicho sea de paso ponen en peligro sus vidas y las de los automovilistas.

Este panorama ha sido poco analizado por los estudiosos de la sociología urbana. Sin embargo, a ojo de buen cubero, en esta ciudad existen miles de personas que viven bajo este modelo económico, donde ciudadanos de buenos sentimientos o que necesitan los productos callejeros, apoyan este modus vivendi. Y el fenómeno, si bien no es nuevo, también responde a la crisis económica de un país que ha producido millones de pobres y en el que la actividad comercial y la limosna callejera son formas de ganarse la sobrevivencia cotidiana.

Y lo más interesante de asunto es que cada vez más las personas que se sostienen en esta actividad se las ingenian para ofrecer productos, servicios y ciertas formas sentimentales de chantaje para conseguir el apoyo debido. Incluso grupos de baile se presentan en la calle argumentando que están ahorrando dinero para irse a un congreso o encuentro folklórico. Ha sido tal el éxito de pedir ayuda en las calles, que se han visto niños deportistas con sus padres juntando monedas para irse a un campeonato de béisbol o cualquier otro deporte.

Por supuesto que cuando llega a un crucero, el automovilista debe estar preparado para enfrentarse a este panorama urbano que, nos guste o no, es parte de la actividad de nuestra ciudad. Y obviamente cada persona dispuesta a dar o comprar, tendrá la oportunidad de decidir a donde irán sus monedas. 

Si bien el pedir se ha convertido en una forma de vida, como una especie de parasitismo social, donde al cerrársele las oportunidades al individuo o al ser excluido de la esfera social, no hay más que pedir para sobrevivir, es decir, parte de una crisis económica. El comercio callejero es también un reflejo de esa economía informal que rompe los tradicionalismos de la formalidad y detona una actividad diferente.

Muchos sociólogos han hablado de una geografía cultural que se está generando en los países latinoamericanos, para Susana Velada, socióloga española, las identidades callejeras son parte de esa nueva geografía cultural. Ella comenta: “A lo largo de sus vidas familiares y laborales ellos producen y reproducen comportamientos y prácticas sociales singulares que les proporcionan una identidad específica, aunque no necesariamente permanente. Una identidad que corresponde a su condición de trabajador/a en el comercio callejero que ocupa un espacio público”. Tal vez esa misma identidad vale para las demás personas que hacen de la calle su forma de sobrevivencia, aquí en Juárez y en otras partes.

X