Opinion

Encuestas

Juan Carlos Loera De la Rosa

2015-05-17

Recuerdo al comunicador Ciro Gómez Leyva unas horas después de darse a conocer los resultados del conteo rápido del IFE en las elecciones presidenciales del 2012 en un acto de excelso histrionismo, pidiendo disculpas a la teleaudiencia del programa televisivo Milenio, por haber fallado en las encuestas encargadas a GEA-ISA que publicaron durante los 104 días previos a la elección, en las cuales se le daba una abrumadora ventaja al candidato del PRI. Tal fue su vergüenza –por no decir desvergüenza–, que anunció en su  justificación editorial que la empresa para la que laboraba dejaría de usar sondeos de opinión en los procesos electorales.

La Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública (AMAI), dio a conocer un análisis sobre el yerro de muchas de las encuestas realizadas durante dicho proceso y concluyó que el “error” fue una subestimación de la profunda inconformidad de ciertos sectores sociales, también lo atribuyeron a que hubo “contagios emocionales sociales” difíciles de medir. Esta declaración resulta sumamente contradictoria, ya que se supone que el método de la encuesta es precisamente para obtener datos de interés sociológico de un colectivo. Para muchos de nosotros las encuestas electorales fueron (y al parecer continúan siéndolo) parte del guión del moderno fraude electoral que dejó atrás los burdos operativos de carrusel, urna embarazada, ratón loco y otras más que el viejo PRI nos aplicó impunemente por muchos años. 

El nuevo milenio trajo nuevas formas de manipulación electoral: el uso de algoritmos computacionales para conteo fraudulento, entrega de dinero electrónico a cambio del voto, hostilidad mediática para inculcar temor o más bien dicho, terror entre la población; además del amañamiento en las encuestas para influir a favor de la “tendencia ganadora”. Ahora, con la estrategia lanzada desde el régimen que “todos los políticos son iguales” ya no sólo se pretende inducir a los indecisos hacia el puntero, más bien se trata de desalentar (aún más) que los mexicanos vayan a las urnas. ¿Para qué votar cuando el PRI va 20 puntos arriba a nivel ciudad y hasta casi 40 en el distrito 01? “Ya ganó, mejor nos quedamos viendo el futbol México-Brasil” (otro distractor social), dirían muchos potenciales votantes.

Hablando de desalentados, la encuesta elaborada por la empresa Confirme que fue publicada por este prestigiado medio de comunicación, incluye también el porcentaje de indecisos y el de los que no votarán, ambos se acercan al 50%. En el resultado final de las votaciones ese segmento de los empadronados es usado sólo para fines estadísticos y no figura en el porcentaje total, por lo cual el pronóstico según la casa encuestadora, y si las matemáticas no me fallan, el  PRI estará llevándose aproximadamente el 65% de los votos computados, cifra que pudiera parecer exagerada de acuerdo al rechazo evidente que se percibe en la ciudadanía contra la actual administración; hay otros estudios de opinión como el realizado por Ciudadanos por una Mejor Administración Pública (CIMAP) que arrojó a finales del 2013 que un 64.5 por ciento de los juarenses no le cree a los diputados, y si a esto le añadimos que 3 de los 4 diputados federales son del PRI, las cuentas no nos dan.  

El desprestigio de los actuales legisladores, que representan los cuatro distritos electorales de esta ciudad, ha sido ganado a pulso, ya que a todo le dijeron  que sí a Peña Nieto, sin consultar a sus representados: dijeron sí a la reforma energética, a la de telecomunicaciones, así como a la educativa y a la fiscal. Esta última trajo el consabido aumento del IVA y un gran perjuicio a la economía. El diputado del PAN Carlos Angulo, en su descargo, podría refutar mi dicho en cuanto a la fiscal, pero a fin de cuentas su partido firmó el Pacto por México que agudizó el desmantelamiento de los bienes de la nación. 

La armadura del voto duro priista parecería resistirlo todo: las reformas, la devaluación, los minisalarios, Ayotzinapa, el escándalo de la Casa Blanca, el endeudamiento de Duarte, el fallido plan de movilidad urbana, ni la censura a Carmen Aristegui le hace mella, nada… según la encuesta.

¿En realidad así lo percibimos los juarenses? Recordemos que miles de personas marcharon protestando contra el IVA y otros más exigieron la aparición con vida de 43 estudiantes normalistas. ¿Acaso se tragó la tierra a los más de 150 mil juarenses que en 2012 confiaron en López Obrador? Quien, por cierto, hoy tiene a cuatro representantes juarenses en su proyecto de Nación como candidatos por MORENA.

Quizá la respuesta de los estudiosos de la opinión colectiva en un afán de tener un suspiro de ética y una falsa compunción al amanecer del 8 de junio, después de la gran encuesta, sea la misma de Ciro Gómez Leyva y de la AMAI: “fallamos en las encuestas… no medimos los contagios emocionales sociales”.

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