Opinion

Crédito: derecho humano vital

Sergio Conde Varela

2015-05-14

Un grupo de juarenses –dentro del cual está quien esto escribe– hemos decidido elevar una justa propuesta para que se establezca en nuestra Constitución el derecho humano del crédito, como una prerrogativa inherente a la persona que vive en una sociedad jurídicamente organizada.

Hay millones y millones de pesos –y de dólares– manejados por los barones del dinero y por los altos mandos gubernamentales. Esos dineros, en otras palabras, son administrados por los más ricos de los ricos dejando desesperadamente impactados a los más pobres de los pobres.

La desigualdad manifiesta ha causado coraje, molestia, incomodidad, discursos, dádivas sin beneficio y tensiones sociales que nunca terminan.

El tiempo que vivimos es el apropiado para que se den  soluciones. Es tiempo electoral y debe ser de compromiso para quienes aspiran a una diputación federal.

Ellos –los aspirantes– deben anotar que la necesidad pública exige que el crédito y en especial los microcréditos, formen parte de la lista o catálogo de los derechos humanos, y como representantes populares deben emitir su voto para incrustar el concepto en la Carta Magna.

Ha pasado mucho tiempo y los millones y millones de pesos –y de dólares– de 16 mexicanos riquísimos, son cifras fantasmales para el resto de la población y aún más para 52 millones de pobres que caminan por los polvorientos y a veces pavimentados caminos del país, y todavía más y más lejanos, para 26 millones de ellos en pobreza extrema.

El primer paso que tiene que darse como solución, es establecer, según anotamos, el crédito como derecho humano. Después, instalar a la velocidad del rayo el Banco Grameen, llamado popularmente como el Banco de los Pobres, dirigido por Muhammad Yunus, Doctor en Economía, cuya institución  se ha extendido en más de 60 países, incluido Estados Unidos.

El Banco Mundial y jefes de Estado apoyan a la mencionada fundación y la consideran como un arma esencial en la lucha contra la pobreza del mundo.

Anotábamos que no debemos ser solo espectadores de la danza de los millones, ni partidarios de quienes levantan como bandera la trillada frase: “Cuanto más tengo, más valgo”. Adoptamos en contra de ella, lo dicho por Yunus: “La calidad de vida de una sociedad no debería medirse por el modo de vida de los ricos, sino por quienes están en lo más bajo de la escala social”.

Realmente no se trata de estar furiosos contra los que tienen, sino con inteligencia desbordada, establecer un sistema de créditos solidarios otorgados con rapidez, especialmente a las mujeres que trabajan por cuenta propia.

Unido al derecho al crédito, debe existir un aprendizaje veloz, acelerado, práctico y que no sucumba en los túneles de la teoría, para que los cambios traigan un ritmo acelerado que hagan que muchos mexicanos sean factores de desarrollo urgente para bien de la Patria.

Desde luego, el análisis sociológico de las instituciones indica que éstas son repetitivas de un pasado que debería haberse quedado para siempre como inútil y anticuado, y en nuestros días, lamentablemente, aparecen muy vulnerables, especialmente por el torpe manejo de utilizar el dinero en gastos fastuosos.

Definitivamente a lo largo y ancho del país requerimos instituciones como el Banco Grameen. La operación de este centro de operaciones bursátiles de los pobres se siente adecuada a las condiciones que vivimos y no produce revolución alguna, sino satisfacción completa a las necesidades agudas que se padecen.

Las espesas burocracias no pueden y no entienden que los pobres requieren amplios mercados y no pueden ser reducidas a estrechos pasadizos para vencer la pobreza.

De acuerdo a esta ruta, los horarios de los trabajadores son flexibles; quienes conocen la psicología de la calle pueden transformar la realidad, evitando mandos rígidos y muchas cosas más.

Todo esto empieza convirtiendo el crédito en un derecho humano. Es todo.

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