Opinion

De política y cosas peores

Catón

2015-05-03

Distrito Federal- El padre José Guadalupe Tiscareño Márquez, amable y talentoso sacerdote de mi ciudad, Saltillo, escribió un bello libro. Se llama “Un peregrino de San Juan de los Lagos”. Cosas de mucha sabrosura hay en esta obra de contenido autobiográfico. Nacido en 1938 –el mismo año de mi nacimiento– el padre Tiscareño hace recuerdos entrañables de su infancia. Nos dice cómo en mayo y en junio los niños y las niñas ofrecían flores a la Virgen. Las niñas lucían vestidos blancos de “alma en gracia”; los niños iban de angelitos. Ellas les daban las flores; ellos las ponían sobre el altar. Desde temprano sintió “el padre Tisca” la vocación sacerdotal. Rememora sus primeros estudios de latín: “Quid facies facies si Veneris veneris ante? Ne sedeas, sed eas, ne pereas per eas”. Traducción de este juego de palabras: “¿Qué debes hacer si llegas ante la presencia de Venus? No te sientes; vete huyendo, no sea que perezcas por su causa”. Evocación del cardenal Garibi, el primer purpurado mexicano, quien describía así al típico canónigo: “Sordete, cegatón, patarata y dormilón”. Luego, ya sacerdote, el padre Tiscareño hace el recuerdo de la niña a la que confesó: “¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas?”. “Mucho, padre”. “¿Mucho, mucho?”. “Sí, padre”. “¿Mucho, mucho, mucho?”. “No tanto, padre”. Por este libro supe al fin por qué la catedral de Villahermosa está inconclusa: “El Señor Obispo de Tabasco, don José de Jesús del Valle, hizo construir la fachada y las torres. Dijo: ‘El p. que me siga que haga lo que falta’. Comentó Monseñor Florencio Olvera, uno de sus sucesores: ‘Por eso yo no hice nada’”. Hace mucho tiempo no veo la palabra “edificante” aplicada a un libro. “Edificante” significa que infunde sentimientos de virtud y piedad. El libro del padre Tiscareño es en verdad edificante, por el amor que el autor muestra a su solar nativo, a sus padres, hermanas y hermanos, a su ministerio sacerdotal. Pero a más de edificante el libro es también interesante; está lleno de anécdotas chispeantes y de enseñanzas útiles. El escritor, a más de narrador ameno, es también fino poeta en la línea de los buenos poetas místicos de México. Leí su obra, como se dice, en una sentada, y con deleitación. Agradezco a este peregrino de San Juan de los Lagos el disfrute e instrucción que con su peregrinaje me brindó. Como muestra de aprecio, respeto y reconocimiento narraré hoy únicamente chistes blancos. Cuatro hombres llegaron al mismo tiempo al Cielo. San Pedro, el custodio de las llaves, le preguntó al primero: “¿Cuánto dinero hiciste en el curso de tu vida?”. Respondió el tipo: “Mil millones. Fui financiero, magnate de los negocios y banquero”. El apóstol se dirigió al segundo: “Y tú ¿cuánto dinero hiciste?”. “500 millones –contestó el individuo–. Fui político en México”. Interrogó al tercer hombre el portero celestial: “¿Cuánto dinero hiciste tú?”. Dijo el tipo: “100 millones. Fui dueño de un table dance”. Por último el apóstol le preguntó al cuarto hombre: “Y tú ¿cuánto dinero hiciste?”. Respondió con voz triste el cuestionado: “En toda mi vida logré ahorrar solamente mil pesos”. “¿Ah sí? –se interesó San Pedro–. ¿En qué escuela dabas clases?”. Declaró Babalucas: “Mi abuela era mitad francesa, mitad española y mitad inglesa”. Le hizo notar alguien: “Son tres mitades”. Explicó el badulaque: “Era muy gorda”. Frase poco célebre: “El primer pájaro es el que pesca el gusano, pero el segundo ratón es el que se come el queso”. El doctor Ken Hosanna le dijo a su paciente: “No puedo acertar con la causa de su enfermedad. Creo que se debe a la bebida”. “Muy bien –manifestó el sujeto–. Regresaré cuando esté usted sobrio”. Decía un feligrés: “El órgano de nuestra iglesia es un instrumento en verdad divino.  Cuando empieza a tocar sentimos la majestad de Dios, y cuando deja de tocar sentimos su misericordia”. El inspector del tren le dijo a la señora: “Su hijo viaja con boleto de niño. ¿Qué edad tiene?”. Contestó ella: “Cuatro años”. Acotó, suspicaz, el inspector: “Pues parece de 15”. Replicó la mujer: “Es que es muy preocupón”. Un hombre preguntó en la recepción del hospital: “¿Está internado aquí el señor Malsinado?”. Respondió la encargada: “¿Es el hombre al que le pasó por encima una aplanadora? Está en los cuartos 101, 102, 103, 104 y 105”.

 

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