Opinion

Latifundio urbano

Juan Carlos Loera de la Rosa
Analista

2015-05-02

Hasta hace poco tiempo, al igual que muchos de mis contemporáneos y paisanos de esta noble ciudad; me ufanaba de conocer nuestro territorio. Siendo juarense de pura cepa, los íconos urbanos de nuestra ciudad me resultan muy familiares: la secundaria del parque, el monumento a Juárez, el Chamizal, la plaza de armas, los puentes internacionales, la ex Aduana, etc.  Otros referentes más recientes como la calle Jilotepec, el Juárez Nuevo, el  Camino Real, Las Torres y hasta el Libramiento Aeropuerto o la Equis, son conocidos para nosotros. Pero, ¿y qué pasa cuando escuchamos de colonias como: Finca Bonita, Castillo Peraza o Sierra Vista? ¿Acaso las identificamos al igual que a la colonia Hidalgo o la Melchor Ocampo, Los Nogales o El Campestre…? ¡Por supuesto que no! Al igual que decenas de fraccionamientos y colonias de reciente creación, a muchos nos suenan igual de ajenas que alguna comunidad de la comarca lagunera o algún pueblo del estado de Veracruz. Simplemente es otro Juárez. Pero no es obra de la casualidad, dicen que la distancia es el olvido, y sí, un olvido que es consecuencia de la especulación y el latifundio urbano.  
El Juárez del extremo sureste es diferente, allá no hay Catedral, ni cines, ni Chamizal. La gente trata de adaptarse al “Sub Juárez” de los mercados ambulantes, de compras en tianguis, con escuelas de instalaciones temporales, y transporte público sumamente deficiente, entre otros lastres.
En días pasados, cuando transitaba por el rumbo de la avenida Talamás Camandari a la altura de la calle Mesa Central, me introduje al jolgorio de uno de tantos tianguis y cuando ya creía encontrarme suficientemente alejado del  Juárez tradicional, luego de haber disfrutado de una deliciosa orden de tacos cuyo costo sólo fue de 10 pesos, una familia con la que había construido una espontánea confianza me pidió que la llevara a su casa, porque ya para las ocho de la noche no había rutas.
Como una muestra de solidaridad accedí a hacerlo. Su hogar, enclavado en un moderno, pero modesto desarrollo habitacional, se encontraba a no menos de 20 minutos “desierto adentro” en carro y sin tráfico. El paisaje de nuestro camino siempre fue el mismo: lotes y más lotes baldíos, además de algunos retenes ilegales de la policía municipal. ¿Cómo es que viven  tan lejos?  Les pregunté. “porque es lo que alcanzamos a comprar con nuestro salario” fue su respuesta. ¿Y cuánto hacen en llegar al centro de la ciudad? “Casi tres horas de ida y otras tantas de regreso” me respondieron. O sea que el rescate de la Avenida Juárez para muchos juarenses resulta infructuoso, ni les va ni les viene, están condenados a la marginación a la cual los confinó el desarrollo urbano. Si bien ha habido algunos esfuerzos, principalmente de algunas  instituciones educativas de nivel superior, por darle una dinámica alterna a la vida social y al paisaje urbano de esa zona, lo cierto es que no son suficientes. El entorno está rodeado por grandes naves industriales e inmensas extensiones desiertas, cuyo único destino es la especulación de estos terrenos para su futura comercialización.
Ésa es la triste y real condición de quienes habitan esta parte de la ciudad. Son comunidades aisladas, es un medio semi rural modernizado, sin las ventajas del campo y sin los beneficios de la gran ciudad.
Cuando a finales del siglo pasado el índice de crecimiento demográfico de Ciudad Juárez pronosticó que para estas fechas la población sería superior a los dos millones de habitantes, el acaparamiento de la tierra por parte de algunas familias cercanas al poder no se hizo esperar. La planificación urbana se encausó al sureste y con ella, el devino el pertinaz abandono del Juárez viejo. El gran pastel fue devorado por los latifundistas urbanos, los constructores de minicasas, que dejaron a la clase trabajadora carente de los beneficios de una comunidad urbana. Las avenidas principales del sureste, incluido el boulevard Independencia, están enmarcadas por un cinturón de lotes sin oficio ni beneficio, sólo a la espera de que la especulación traiga dividendos a sus dueños.
En esta zona, enclavada en el distrito electoral 01, existen –según datos oficiales- un 28% de viviendas deshabitadas, situación que socava la esperanza de una eficaz urbanización que permita el pleno desarrollo social de sus pobladores. Es tiempo de plantear soluciones a este contraste urbano y una de ellas podría ser la creación de delegaciones, como las del Distrito Federal, que permitan formas de gobierno con presupuesto propio, para poder atender así las demandas de la gente de una forma más cercana y eficaz.
Cuatro delegaciones en nuestra ciudad, con una división geográfica parecida a los distritos electorales, seguramente darían equilibrio a los proyectos de desarrollo en todos los sentidos: urbano, social, educativo y de seguridad.

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