Francisco Rodríguez p.
Analista Político
Sólo imaginemos que el caso de la menor secuestrada, robada, sacada del país y llevada a Estados Unidos hubiera sido al revés: el Imperio nos declara la guerra, nos quita la otra mitad del territorio, nos demanda internacionalmente y nos cobra, por los siglos de los siglos, multas por daños y perjuicios. Un poco exagerado ¿verdad?
Para el Gobierno Mexicano, en cambio, no pasa nada. Ni fue para tanto… ¡Aguántense, como en todo, como en la crisis general y en las apretadas de cinturón que exige Videgaray, el secretario de Hacienda.
Lo cierto es que la menor Alondra Luna Núñez fue prácticamente robada por Interpol y por la juez Cinthia Elodia Mercado García por una simple sospecha de la supuesta madre estadounidense que reclamaba a “su hija”, identificada como tal ¡por una cicatriz que tiene entre las cejas!
La Interpol, que se precia de nunca equivocarse, esta vez sí se equivocó: la prueba de ADN, realizada allá por las autoridades migratorias de México, salió negativa. La juez había negado esta opción a la familia, de quien no recibió ni el certificado, ni el acta de nacimiento de la menor.
El ADN confirmó que Gustavo Luna y Susana Núñez son los padres de Alondra.
La historia es la siguiente: Alondra, de 14 años, fue arrebatada de su familia, para ser entregada a Dorotea García, residente estadounidense que aseguraba ser su verdadera madre biológica. Robada, sustraída, secuestrada, llevada a los Estados Unidos, en donde se le realizaron las pruebas que aquí le fueron negadas o impedidas por la afanosa y entreguista juez, la Cancillería mexicana y los padres de la menor, informaron que las pruebas realizadas en el Consulado de México en Houston, Texas, confirmaron que la menor no es hija de la ciudadana estadounidense.
Alondra, entonces, fue regresada a México, a su país, y con su familia, en Guanajuato.
Las primeras impresiones de sus padres –como buenos mexicanos– fueron que lo importante era tener en casa a Alondra, sana y salva.
Pero tienen que pensar en otras familias. Tienen que proceder legalmente contra todos los involucrados, dada la vulnerabilidad en que se encuentran las familias mexicanas frente a los excesos, los delitos, los abusos, y la prepotencia de las autoridades, tanto mexicanas como estadounidenses. Esto destapa una cloaca: ¿cuántos casos, así como éste, han pasado inadvertidos por la ciudadanía, por la opinión pública? ¿Cuántos y por qué?
Por fortuna, el padre de la menor secuestrada dijo, por fin, que procederán legalmente contra las diversas autoridades por su equivocación, sus errores, sus abusos, sus excesos que configuran delitos tan graves como el secuestro, en este caso internacional.
La Secretaría de Relaciones Exteriores tras informar que los resultados de la prueba practicada el lunes 20 de abril resultaron negativos respecto a la madre que solicitó la restitución, de manera inmediata procedió a operar la repatriación de la menor.
La dependencia explicó que en 2007 recibió la solicitud de retorno de la menor bajo el argumento de que había sido sustraída de Estados Unidos por su padre. En aquel momento, la información disponible apuntaba a que la niña podría encontrarse en Tacátzcuaro, Michoacán, por lo que el expediente fue remitido al Tribunal Superior de aquel estado.
La Cancillería informó también que en marzo próximo pasado, la Autoridad Central estadounidense informó que la madre había viajado a Guanajuato y había identificado a la menor, lo que confirmaba que se trataba de su hija a quien había buscado durante ocho años. La institución va más allá, al tratar de justificar el proceder de la juez.
La Procuraduría General de la República también justificó los excesos al señalar que fue en cumplimiento a esa orden judicial que elementos de esa institución “recuperaron” a la adolescente.
La familia de Alondra reclamó que en la audiencia no le permitieron entregar el acta de nacimiento, constancia de alumbramiento y que se hiciera una prueba de ADN para comprobar que es su hija. No obstante, al realizarse las pruebas, en Estados Unidos, se confirmó lo que ellos habían dicho desde un principio.