Opinion

Querer es poder

Francisco Ortiz Bello

2015-04-25

Mucho se ha dicho y escrito sobre la premisa estratégica de gobierno, cualquiera que este sea y del país o ciudad que sea, para hacer de la educación el resorte que impulse el desarrollo y el crecimiento de una comunidad, de una ciudad, de un estado o de un país, pero al menos en México poco se ha hecho para que esta premisa se haga una realidad palpable.
La educación entendida como una política pública, integral y dinámica, que aglutina no sólo la impartición de conocimientos a los alumnos, sino todo lo que se da alrededor de esa actividad y que incluye por supuesto, además de los alumnos, a los padres, maestros y al entorno general del educando, ha resultado el motor del desarrollo en países considerados como potencias mundiales.
Es en este sentido que el Plan Villa, presentado aquí en Ciudad Juárez el pasado miércoles 22 de este mes, con gran bombo y platillo por el propio gobernador del estado, César Duarte Jáquez, y por el titular de la SECyD, Marcelo González Tachiquín, ha despertado toda clase de reacciones entre diversos sectores.
La educación en México, como política pública, ha sido criticada desde muy diversos ángulos y ópticas, pero más allá de posturas maniqueas lo cierto es que nuestro país es uno de los integrantes de la OCDE que mayor porción del gasto público destina para brindar servicios educativos (20.5 por ciento), aún incluso muy por encima de países como Noruega, Estados Unidos y Japón, que destinan a ese rubro entre el 10 y el  15 por ciento de su gasto público, pero en contraste también se comprueba que nuestro país es una de las naciones, de ese grupo mundial, que asigna un menor monto de gasto en promedio por estudiante.
En nuestro país las autoridades educativas gastan 3 mil 286 dólares por alumno, en promedio al año, equivalente a una tercera parte del promedio de los países de la OCDE, que alcanzan los 9 mil 252 dólares, o una quinta parte de los 16 mil 900 dólares que Suiza destina a cada estudiante.
Es decir, el problema de fondo en el problema de la educación en México, no es presupuestal, porque se destina mucho dinero cada año a ese tema. Es más bien un problema de conceptualización del término “educación”.
¿Cómo se explica que México sea de los países de la OCDE que más dinero destina a educación, pero de los que menos recursos gasta en promedio por estudiante? Muy sencillo. El presupuesto que se dedica al tema educativo no necesariamente llega a quienes deberían ser sus primeros beneficiarios, los alumnos, sino que mucho de ese dinero se queda en los sindicatos, en las grandes y obesas estructuras burocráticas de los aparatos educativos estatales y federales, pero no se traduce en beneficio directo a los educandos.
Sin embargo hay otro factor que también afecta los resultados de las políticas públicas educativas en nuestro país: la calidad de la educación.
El Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (conocida como prueba PISA, por sus siglas en inglés), realizado por la OCDE —que se aplica cada tres años—, y cuyo propósito es determinar en qué medida los estudiantes de entre 15 y 16 años, que han cursado educación básica, han adquirido conocimiento y habilidades relevantes.
Este año, la prueba se aplicará en nuestro país entre el 27 de abril y el 14 de mayo y medirá, además de lectura, matemáticas y ciencias, las habilidades y competencias sociales, y se hará en tanto en la modalidad digital como en la escrita.
El puntaje para México en esta prueba, en 2012, en matemáticas fue de 413 puntos, cuando el promedio de la OCDE es de 494, y de 554 para Corea y de 536 para Japón. Apenas el 0.6 por ciento de los alumnos lograron colocarse en los niveles 5 y 6, que significa que tienen potencial para realizar actividades de alta complejidad cognitiva. Tampoco nos fue muy bien en lectura y ciencias.
Los resultados de la prueba PISA 2012 concluyeron que a México le tomaría más de 25 años alcanzar el nivel promedio de los 34 países de la OCDE en matemáticas y más de 65 años en lectura, pues actualmente, un estudiante mexicano con el más alto rendimiento apenas logra obtener el mismo puntaje que un alumno promedio en Japón, ubicado entre los diez países con mejores resultados. A eso se refiere la calidad de la educación.
El 55 por ciento de los alumnos mexicanos no alcanza el nivel de competencia básico en matemáticas, lo mismo ocurre con el 41 por ciento en lectura y el 47 por ciento en ciencias, según PISA, lo que implica un retroceso en comparación con los resultados de 2009, la última vez que se aplicó la prueba.
Pues resulta que, en este contexto de cifras y estado de la educación en México, el gobierno de Chihuahua, a través de la Secretaría de Educación, Cultura y Deporte a cargo del Doctor Marcelo González Tachiquín, ha implementado un ambicioso proyecto que pretende mejorar de forma sustancial la educación en nuestro estado. Y yo agregaría, que pretende toda una revolución en los métodos y políticas del sistema educativo estatal.
Ya decíamos al principio que el solo anuncio del Plan Villa generó ya algunas reacciones en contra, aunque también muchas más favorables pero, como era de esperarse, ha puesto en movimiento a mucha gente alrededor del mismo en un sentido o en otro. Quizá esa sea su mayor virtud.
Un programa estatal de educación que pretende incorporar la formación musical y deportiva en estudiantes de educación básica y media superior, como una forma de darle integralidad a su educación, de anclarlos a su proyecto educativo e impedir que deserten de la escuela, de complementar la parte informativa de su educación, así como la calidad de esta última.
A través de diversas estrategias que conforman el Plan, se pretende integrar a los padres de familia, a los maestros, a los directivos, a los líderes sindicales y a la sociedad misma, en un proceso que, de suyo, ya debería ser parte de su interés y atención pero que, hoy por hoy, no lo es.
Algunas de estas estrategias son tan sencillas como el Cuadro de Honor en Mi Escuela, por ejemplo, en la que se pretende que el 10 por ciento de alumnos de cada salón escolar, de todos los planteles del estado, con el más alto desempeño académico reciba un reconocimiento firmado por el propio gobernador del estado, por el secretario de educación y por el director de su escuela. Simple ¿no? Sí, pero hoy no se hace.
Pretende también unir a las familias de los alumnos, mediante la integración deportiva o artística, al conformar más de 7 mil 500 equipos de basquetbol en todo el estado, o 1 mil orquestas musicales en las escuelas de la entidad que, al conformarse e iniciar sus actividades, necesariamente involucrarán afectiva y emocionalmente a sus familiares y amigos, no sólo a sus padres.
Todos los que somos padres, sabemos de la emoción que se vive –y que establece un estrecho vínculo afectivo y emocional con nuestros hijos- cuando acudimos a algún evento escolar en el que alguno de nuestros pequeños, o no tan pequeños, es protagonista de alguna obra, bailable o evento cívico. El sublime instante en el que se conectan los sentimientos y las emociones de padres e hijos.
Este programa también pretende un cambio en la formación de los estudiantes, al brindarles una mayor atención desde el enfoque de la inteligencia emocional, al incorporarlos en un sistema que propicia y fomenta los valores y sentimientos más sublimes del ser humano, pero desde una visión de la política pública aplicada al sistema educativo.
Y quizá por eso algunos se detienen a pensar en minucias tales como la insuficiencia en la plantilla de maestros de música o de deportes, o en la carencia de instrumentos musicales que, como nos dijo en corto el Doctor Marcelo González, ha resultado una verdadera hazaña, ya que tan sólo la compra de los instrumentos musicales para darle sustento a este proyecto, ha significado una demanda de más del doble de todos los instrumentos musicales que se venden en todo el país en un año.
Pero más allá de esos detalles que, sin restarles importancia, habrán de irse resolviendo en el camino, lo cierto es que el planteamiento del Plan Villa –llamado así por darse en el marco del centenario del gobierno de Francisco Villa y porque en su breve tiempo como gobernante, Villa decretó un Plan educativo y cultural para las comunidades rurales- es toda una revolución en el sistema educativo del estado.
Una revolución educativa que, de alcanzar al menos el 50 por ciento de sus metas y objetivos, podría ser un modelo digno de replicarse en todo el país. De ese tamaño es el Plan Villa.

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