Opinion

Infeliz final feliz

Sergio Sarmiento

2015-04-23

“Para el moralista, la prostitución no consiste tanto en el hecho de que una mujer venda su cuerpo, sino que lo haga fuera de matrimonio”.

Emma Goldman

Distrito Federal- Una mujer llamada Silvia fue detenida este pasado 18 de abril en el barrio de Mixcoac de la ciudad de México por “trata de personas”. No es un delito leve. Si lo medimos por el castigo, es peor que matar. La trata se sanciona con 15 a 30 años de cárcel mientras que el homicidio sólo con ocho a 20 (Ley de Trata y Código Penal del Distrito Federal).

Podría uno pensar que el castigo más elevado es justo. Secuestrar a una persona y mantenerla encerrada contra su voluntad para someterla a una suerte peor que la muerte parecería el más atroz de los crímenes. Ésta era la tipificación tradicional del delito de trata.

Pero Silvia no secuestró a nadie ni mantenía a nadie privado de su libertad. Tampoco obligó a nadie a someterse a relaciones sexuales indeseadas. Su pecado fue manejar un spa, con personal que trabajaba de manera voluntaria, en el que se daban masajes con final feliz.

En la ciudad de México y algunos otros lugares del país hemos visto una campaña moralista que recurre como arma legal a la nueva Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas. Aunque la legislación fue promovida originalmente por Rosy Orozco y otros panistas que se han distinguido por su moralismo, ha sido aceptada como propia por priistas, por el Partido Verde (cuyo diputado Jesús Sesma buscó prohibir el table dance en la ciudad de México) e incluso por el gobierno perredista del Distrito Federal.

La campaña no sólo va dirigida contra la prostitución o los masajes con final feliz sino también contra los espectáculos eróticos. Los nuevos Savonarolas han cerrado virtualmente todos los establecimientos de baile erótico en la ciudad de México y lo mismo ha ocurrido en muchos municipios del estado de México. A fines del año pasado el gobernador Eruviel Ávila anunció con orgullo que había cerrado 1,100 establecimientos de baile erótico y 1,500 spas. Ningún gobierno ha dado a conocer el número de empleos perdidos.

A los ciudadanos se nos presentó la Ley de Trata de 2012, actualizada en 2014, como una acción que trataba de evitar la esclavitud humana. Se buscaba evitar que perversos tratantes secuestraran a niñas o a niños para mantenerlos encerrados, encadenados y dedicados a un involuntario comercio sexual. Para todo menos para esto ha servido la ley. Su uso principal ha sido el de tratar de imponer la moral de un grupo pequeño y muy cerrado al resto de la sociedad. Hemos llegado al extremo de que se ha usado la Ley de Trata como amenaza a activistas sociales, como el padre Alejandro Solalinde, a quien se advirtió que se le acusaría de tráfico de personas si continuaba con su “viacrucis de migrantes” por el país.

Como lo he hecho en otras ocasiones, quiero ratificar mi apoyo a una verdadera lucha contra la trata de personas. No puede aceptarse que ninguna persona sea privada de su libertad y obligada a trabajar o a tener relaciones sexuales indeseadas. Pero no puedo aceptar que se prostituya la causa y que el término “trata” se utilice para calificar actos realizados por adultos de manera voluntaria.

El gobierno no tiene por qué inmiscuirse en los arreglos libres entre individuos. No tiene por qué imponer una moral a quien no la comparte. Si una persona quiere presenciar un baile erótico y otra quiere ganarse la vida con ese tipo de baile el estado no tiene derecho a inmiscuirse. Tampoco lo debe hacer en casos de prostitución o de lenocinio que se acuerden de manera libre. Lo más infeliz de todo es castigar a una persona con 30 años de cárcel, mucho más que en un homicidio, por tener un spa en que se dan masajes con final feliz.

Con padrote

La ley mexicana no prohíbe la prostitución pero sí el lenocinio. Pero como han demostrado Steven Levitt y Stephen Dubner en Superfreakomics, una prostituta con padrote gana más por menos actos que una que no lo tiene. La razón es que está más protegida.

Twitter: @SergioSarmiento

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