Opinion

Muchachas del calor

Sergio Sarmiento
Analista político y periodista

2015-04-17

Distrito Federal— Mi época favorita del año, por lo menos en esta ciudad de México en que abril es cálido y agosto frío y lluvioso, es la primavera. No es la temperatura nada más. Los responsables principales de mi beneplácito son unos seres atractivos que en esta época del año se despojan de los ropajes voluminosos del invierno para cubrirse solamente con vestidos volados, minifaldas, pantaloncillos o camisetas de tirantes.
No sorprende que la primavera haya sido en el pasado la estación del amor. En los inviernos de la antigüedad remota los humanos nos encerrábamos en cuevas, nos cubríamos con pieles de animales y consumíamos alimentos almacenados con anterioridad. Al llegar la primavera, empero, salíamos nuevamente a los campos y a los bosques y ahí encontrábamos a esas jóvenes de otros clanes y familias que en años anteriores eran apenas niñas. No había manera de evitar el amor.
La vida es muy diferente que cuando vivíamos en las cavernas. En invierno ya no tenemos usualmente que guarecernos del frío, aunque algunas casas en la ciudad de México son más frías en el invierno que cualquier caverna. Pero cuando las temperaturas empiezan a subir, y las muchachas dejan de ponerse las chamarras que han remplazado a las pieles del pasado, mucha de la misma efervescencia hormonal de hace 10 mil años nos sigue invadiendo. Supongo que el brillo en los ojos de mis antepasados es el mismo que ayer brotaba en los de mi padre o en los de mi abuelo y que hoy me hace sonreír al sentarme en una terraza para ver pasar esas bellezas.
Ésta ha sido una primavera muy moderada, por lo menos en la ciudad de México. Todavía hace algunas semanas seguíamos teniendo frentes fríos. El febrero loco y marzo otro poco de años anteriores se alargó en este 2015 hasta bien entrado el mes de abril. La experiencia me dice, por otra parte, que en un par de semanas o quizá un poco más comenzarán esas lluvias de verano que harán que todos tengamos que cubrirnos nuevamente. Hay que disfrutar estos días que duran solamente entre el momento en que florean las jacarandas y la primera inundación de la ciudad.
Para mí, si llego a tener un momento en el torbellino de trabajo, uno de los grandes placeres es sentarme en algún lugar tranquilo, quizá con un libro sobre la mesa, pero con la posibilidad de levantar la mirada y verlas pasar. No soy de los que prodiga piropos o comentarios. Todo lo contrario. Me molesta que en México el piropo elegante se haya vulgarizado al grado de convertirse en agresión. Cualquier mujer sabe lo difícil que es caminar en esta ciudad que mantiene tanto de su vieja tradición machista. Lo peor de todo es que las agresiones a las mujeres por su forma de vestir o simplemente por ser atractivas lo único que logran es inhibirlas, acabar con su alegría natural y obligarlas a usar ropa que en primavera es simplemente innecesaria. Todos pagamos un alto precio por esta conducta de nuestros machos.
En los últimos años, sin embargo, las mujeres mexicanas han roto muchos de los tabúes del pasado. Ya los hombres no pueden coartarles ni la libertad ni la espontaneidad. Salen a la calle como se les antoja. Y eso es una bendición para ellas y para todos.
Las muchachas de hoy son desparpajadas y llenas de confianza en sí mismas. Están conscientes de su belleza física y no se sienten intimidadas por nadie. Qué bueno que así sea. Finalmente no hay alegría mayor que verlas pasar, solas o acompañadas, conscientes de que están atrayendo la mirada de admiración de este cronista y de muchos más.

Rescate de Ficrea

Se entiende políticamente que los legisladores hayan hecho una ley post facto para rescatar a la mayoría de los ahorradores de Ficrea. Según ellos, el crédito de Nacional Financiera sólo durará mientras se monetizan los activos de Ficrea. Pero si el gobierno hoy usa recursos de Nafin para este rescate, tendrá que hacerlo en adelante en toda quiebra de una institución financiera.

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