Miriam A. Ornelas
Ingeniera industrial y abogada
Se ha iniciado un juicio oral en contra de poco menos de una docena de presuntos implicados en el asesinato de mujeres en nuestra ciudad y ese proceso ha atraído la atención de numerosos ciudadanos que están acudiendo a las audiencias en calidad de público, para enterarse de primera mano de las incidencias de ese, que ha sido llamado por algunos juarenses como un juicio histórico.
¿Por qué histórico? Tal vez porque es la primera vez que en forma tan publicitada se está enjuiciando a los presuntos autores de un buen número de feminicidios de una racha violenta que ya abarca más de veinte años, y que ha dado a nuestra ciudad una pésima fama a nivel internacional, de hecho hasta una película se ha rodado al respecto del tema.
Pero extrañamente no son los estudiantes de la carrera de derecho, de media docena de universidades que operan en la localidad, los que están asistiendo a esas audiencias sino que, extrañamente pudimos observar en las tomas de las televisoras locales la presencia de jovencitos de las preparatorias posicionados en el entramado publico, lo cual nos permite sospechar que ese proceso criminal ha generado un interés un cuanto tanto morboso totalmente ajeno al clamor de justicia que durante más de dos décadas ha proferido la ciudadanía fronteriza y esto a mi juicio no es sano.
El interés periodístico se encuentra justificado debido a la gran cantidad de víctimas que este fenómeno de los feminicidios ha sembrado en toda la ciudad, desde las clases más humildes hasta una que otra jovencita proveniente de familias bien posicionadas de la sociedad, pero el llevar caravanas de escolapios de educación media a las audiencias no tiene una justificación que no sea ligada a un morbo poco edificante y eso no puede tener una buena lectura.
¿De qué les sirve a los preparatorianos escuchar de viva voz de los acusados una narrativa espeluznante y sanguinaria? Mejor sería que sus maestros los llevaran de tour a La Rodadora, donde su excursión sería más de provecho para su educación y no a la Ciudad Judicial a escuchar historias aberrantes en el caldo de la más espantosa y aburrida narrativa.
Estas excursiones citadinas lo único que han ocasionado son molestias al aparto judicial, sin que de ellas se obtenga nada edificante y la organización de estos paseos es responsabilidad de los maestros que, impregnados de una curiosidad nada científica ni edificante, organizan estos paseos entre un alumnado que bien pudiera estar observando algo más edificante y provechoso que las tristes historias de estos asesinatos.
No habrá moraleja, ni aprendizaje, ni lección qué aprender, tan sólo perder el tiempo valioso de la formación del espíritu en ver en vivo y a todo color pura basura.
Si tanto interés tienen los maestros en suspender labores con cualquier pretexto, la Secretaría de Educación debiera tener cuidado a dónde llevan a los muchachos cuya edad y formación impide de entrada sacar algún provecho edificante de estas audiencias donde se exhibe lo más granado de la miseria humana.
Pero nadie puede dar lo que no tiene y los maestros organizadores de estas visitas a procesos judiciales deben ser poseedores de una baja formación moral y una pésima educación para involucrar, así sea de simple presencia, a sus alumnos en estos espectáculos judiciales que nada bueno aportan a la edificación del espíritu de nuestra juventud preparatoriana.
La SEP debe prohibir a sus maestros que organicen más estos tours del morbo y la miseria pues equivale a darles a leer algo así como “Alarma”, una antigua revista de periodismo rojo que hace tiempo no circula ya en nuestra comunidad.
Creo que el escaso tiempo que tienen nuestros muchachos debe aprovecharse en lecciones y paseos más edificantes que el simple observar sin entender el proceso a los asesinos de tantas mujeres que han sembrado de dolor nuestra comunidad.