Opinion

Las Chivas, asunto de Estado

Raymundo Riva palacio
Analista político

2015-04-16

Distrito Federal— La vida privada de las personas públicas se acaba cuando las personas privadas hacen pública su vida. No es un trabalenguas, por supuesto, sino los criterios cuando los temas personales se socializan por la gracia de sus protagonistas. Esto es lo que han hecho Angélica Fuentes, la heredera del emporio gasero de Chihuahua, y Jorge Vergara, que construyó uno para sí en Omnilife y se convirtió en figura pública cuando hizo una compra hostil de las Chivas de Guadalajara, el equipo de futbol que sintetiza la identidad nacional.
Desde su boda en 2008, se convirtieron en una de las parejas de la socialité, aunque en realidad, la pequeña burguesía mexicana no veía bien a un empresario que andaba por la vida sin calcetines, y cuya fortuna la hizo vendiendo productos multivitamínicos. La boda fue en Udaipur, en India, la capital histórica del viejo Reino de Mewar, en el hermoso Fateh Prakash, que antes de ser hotel formaba parte del complejo de edificios imperiales. Fue una boda de cinco días, a la cual llegaron sus invitados en aviones rentados para el viaje de casi 20 horas desde México. Era el principio de una vida estrafalaria, donde celebraciones en Venecia o San Petersburgo, con un derroche de dinero, lujo y amigos, eran cotidianas.
Fuentes y Vergara se convirtieron en huéspedes permanentes de las páginas de revistas del corazón y periódicos deportivos, mientras que en lo empresarial, iban tejiendo una relación compleja. Hace poco más de dos años, Vergara le ofreció al magnate Carlos Slim a las Chivas de Guadalajara por 300 millones de dólares. Cuando Slim avanzó para la compra del equipo, ella reacomodó el acuerdo: 500 millones, no 300, sería el precio. Molesto por la poca seriedad que vio en la pareja, Slim no volvió a hablar del tema con ellos.
Vergara y Fuentes se dividieron accionariamente el imperio construido por el tapatío, que empezó como vendedor en Omnilife hasta que se convirtió en su dueño. Muy distinto al origen de Fuentes, que nació entre sábanas de seda en Ciudad Juárez, y con fama de ejecutiva prima. Cincuenta y un por ciento de las acciones de Omnilife y las Chivas se quedarían en manos de Vergara; el resto, en las de su esposa. Pero ella, con la sangre empresarial en sus venas, manejaría al equipo. Fue un desastre. Trece directores técnicos fueron despedidos por ella, que se entrometía en el equipo, y llegó a enfrentar a un respetado entrenador, Ricardo La Volpe, al que acusó de abuso sexual, que nunca le pudieron probar.
Las Chivas entraron en una hondonada deportiva y estuvieron a la puerta del descenso. Vergara, que nunca ha sido bien querido entre la afición y los viejos dueños por la forma como se quedó con el equipo, se convirtió en un problema político. El equipo es la quintaesencia del nacionalismo mexicano, forjado sobre la religión, la bandera, su himno y su idioma, que en los 60 –como alguna vez describió el ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Jorge Medina Viedas–, fue el elemento de cohesión. Su once era la selección mexicana, equipo mexicanísimo néctar del orgullo nacional. Tenerlo en ruinas era una afrenta cultural. El gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, habló con él y Vergara le dijo que las cosas cambiarían.
Eso sucedió. Durante Semana Santa, la prensa del corazón se llenó de historias sobre el inminente divorcio de la pareja. En una acción-reacción, el 3 de abril Vergara anunció la destitución de Fuentes como directora empresarial del Grupo Omnilife-Angelíssima-Chivas, y alertó de un posible fraude cometido por ella y sus familiares. Como protección, interpuso un recurso legal para impedir que ella pudiera revertir sus acciones en tribunales. Fuentes fue por un camino más directo. Convocó a una Asamblea General Ordinaria de Accionistas del grupo el 29 de abril para declarar la nulidad de la acción y que se le restituya, ante lo que supone una ilegalidad de Vergara en el proceso.
Como desde el principio, la pareja mezcló su vida pública con su vida privada. Esta peculiaridad enfatiza la gravedad de lo que sucede con Omnilife y las empresas de Fuentes, pero que al involucrar a las Chivas como el ingrediente existencial y cultural superior, obliga a las autoridades a voltear, a observar y seguir el desenlace de este penoso pleito con atención, ante una realidad: las Chivas siguen siendo sedimento de estabilidad social.
Hay estudios en el Reino Unido y la Unión Europea que muestran la correlación entre los deportes nacionales y la confianza social y el bienestar. También revelan que es más probable que una persona involucrada en los deportes, vote y busque la interlocución con los políticos, que la media de las personas. Algunos estados mexicanos han buscado equipos de futbol como una salida natural a presiones y frustraciones, y para dar un sentido a su vida diaria.
Las Chivas, junto con el América, son los únicos equipos nacionales con ascendencia e influencia nacional. Lo que le pasa al equipo afecta a la sociedad. La impotencia y la frustración de la tribuna suele ir de la mano de la molestia y beligerancia en las calles; es un detonador social. No se puede permitir que las pasiones, personales y empresariales, aporten su contribución a la anomia. Las Chivas son un asunto de Estado, y como tal, deberá tratarse.

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