Opinion

De política y cosas peores

Catón

2015-04-14

Al principiar la noche de bodas el novio le preguntó, severo, a su flamante mujercita: "Dulciflor: ¿eres virgen?". Respondió ella, molesta: "¿En estos momentos quieres hablar de religión?". Babalucas era el sacristán de la iglesia del pueblo. Le dijo muy preocupado al párroco: "Señor cura: la nueva cuerda para la campana está muy larga. Tendremos que hacer más alto el campanario". El abogado le anunció a su cliente: "Hamponio, te tengo dos noticias, una mala y una buena. La mala es que has sido condenado a la silla eléctrica. La buena es que conseguí que le bajen un poco el voltaje". Estaba prohibido entrar con mascotas en el parque público. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, fue a pasear ahí con su perra, un fino ejemplar de raza Highrump. La vio un gendarme y le dijo: "Señora, voy a sacar a su perrita". "¡De ninguna manera! -protestó con vehemencia doña Panoplia-. ¡La Piti no va a tener perros policía!". En su lecho de hospital don Valetu di Nario volvió en sí de la anestesia. El hombre que estaba en la cama de al lado le preguntó de qué lo habían operado. "Fue una intervención sencilla -contestó él-. Me sacaron el apéndice". "Tiene usted suerte -dijo el hombre-. A mí me hicieron una operación a corazón abierto. El médico me dejó adentro un bisturí, y tuvieron que operarme nuevamente". Habló otro paciente: "A mí me sucedió lo mismo: el cirujano me dejó adentro una esponja". En eso entró el doctor que había operado a don Valetu y preguntó a las enfermeras: "¿Alguna de ustedes vio dónde dejé mi sombrero?". Al oír aquello don Valetu se desmayó. El caníbal le dijo a su mujer: "Nuestro nuevo vecino no me gusta nada". Le indicó ella: "Entonces cómete nada más las verduras". David Korenfeld, dicen quienes lo conocen bien, es una buena persona y un funcionario que desempeñó con eficiencia el cargo que le fue encomendado. La acción aparentemente inocua en que incurrió, y que a final de cuentas devino en su obligada renuncia, deriva de algo no tan inocuo: el insano sentimiento que lleva a los políticos a sentirse absolutos. En su origen la palabra latina "absolutum" proviene del verbo "absolvere", que significa desatar, dejar libre. Quien se siente absoluto se siente también absuelto, es decir desatado, libre para cumplir o no las leyes que a los demás obligan. Tal sentimiento de dominación, de superioridad, induce a quienes tienen una parcela de poder, siquiera sea pequeña, a creer que pueden hacer y deshacer a voluntad. Obvio es decir que están equivocados. La sociedad ya no es la de antes. Ahora los ciudadanos disponen de herramientas como las redes sociales, que les permiten inconformarse colectivamente por los abusos de los personajes públicos, y expresar su inconformidad -rabiosamente las más de las veces- en ese cónclave de furias que las redes son. La defenestración de Korenfeld fue un forzoso sacrificio hecho en el contexto de las protestas motivadas por excesos considerablemente mayores. Digamos que el hilo se rompió por lo más delgado. Esto, desde luego, es un incidente menor que no calmará la indignación que ahora prevalece, y que tendrá efectos de mucha consideración para el país. Lo sucedido en el caso particular a que hago referencia es un pequeño aviso, imperceptible casi, de lo que vendrá después. ¡Brrr! ¡Insensato columnista, tus voces agoreras me provocaron una conmoción de píloro que me estremeció la entraña! Mírame: quedé hecho un escuerzo. Te conmino a dejar la clámide y los coturnos del arúspice, y a regresar a tu llana condición de hombre común. Narra un cuentecillo final y luego deja en paz a la República. Recuerda las palabras que de niño te decían tus tías cuando te sacaban de la cocina a la que entrabas en el momento en que estaban haciendo la comida: mucho ayuda el que no estorba. En España el verbo "joder" equivale a follar, o sea realizar el coito, hacer el foqui-foqui, celebrar el H. Ayuntamiento. Dos llamativas féminas iban por la Gran Vía madrileña, y se las topó una amiga que hacía tiempo no las veía. "¡Qué vestidos! -les dijo con fingida admiración-. ¡Qué alhajas y qué pieles!". Contestó una, amoscada: "Porque podemos". Y replicó la amiga: "Hija ¡qué mal pronuncias la letra jota!". FIN.           

 

X