Opinion

La derrota deseable

Federico Reyes Heroles

2015-04-14

Distrito Federal- La fotografía seguramente quedará en los anales junto al cuerpo inerte del Che Guevara o Mandela saliendo de prisión. En esta ocasión simplemente dos manos se estrechan. El cubano esconde la mirada mientras el primer presidente afroamericano de EU la busca, sin éxito. Los grandes periódicos del mundo cabecean en la misma línea: pasar la página, nueva era, otra América. Y algo tienen de razón, pero el día de fiesta también oculta y engaña.

Horas antes del histórico encuentro entre Obama y Raúl Castro, en Panamá, golpeadores de la dictadura cubana sometían a disidentes por el atrevimiento de expresar sus ideas justo en los días de júbilo oficial. Poco se comentó al respecto, como si fuera algo normal que los gobiernos repriman en otros territorios soberanos. El saludo plasmó el gesto de apertura de un Obama que parece estar decidido a construir su legado (enojos incluidos): apertura hacia Cuba y negociaciones con Irán. La economía de su país se recupera y su margen de operación se amplía. Pero en los hechos una feroz dictadura se sentó a la mesa de la Cumbre de las Américas y el fin del bloqueo no ha cruzado por el Congreso de EU. Todo sigue igual.

Las lecciones son varias. Los bloqueos económicos sirven de muy poco para democratizar, primera. El nacionalismo es un arma tan poderosa que puede lograr que un pueblo soporte hambre y humillación por décadas, segunda. Los valores democráticos no son tan poderosos como creemos, tercera. La extrema rigidez en los principios (la democracia y el nacionalismo) se pueden constituir en una trampa, cuarta. Para la pedagogía democrática el saludo es terrible: medio siglo de dictadura y los Castro tan campantes. Aún peor, se puede lograr una salida triunfal doblegando a la primera potencia del mundo y pisoteando derechos fundamentales. Paradojas de la vida: ese saludo fue una bofetada a los principios y, sin embargo, también fue una victoria. La dictadura de los Castro sigue, pero la disidencia se hizo escuchar y la presión global se incrementará. En el área hay varias naciones semidictatoriales o regímenes autoritarios como Venezuela, Bolivia, Ecuador y, en su estilo, Argentina, para las cuales el triunfo de los Castro muestra que hay ciertas creencias que pueden aplastar a la democracia. Sin embargo, la democratización cubana será obligada.

Esta derrota era deseable para salir de la trampa. Los cubanos han sido los paganos de las durezas de ambas partes. El deshielo deberá ser medido en tanto lleve beneficios concretos para esos seres humanos, beneficios que todavía no se ven. Estamos, entonces, ante una aparente derrota de los principios, pero un posible triunfo del pragmatismo. La apuesta debe ser otra y eso beneficiaría no sólo a los cubanos sino a todo el mundo. El bloqueo hizo crecer las raíces de la dictadura. El arma no funcionó. En Panamá las naciones democráticas tuvieron que tragar lodo porque la opresión continúa. Pero entonces, ¿por qué festejar esas manos que se estrechan?

Más allá de las buenas intenciones de Obama y las necesidades de Castro, el mundo se mueve. Sabemos que el comercio es un gran agente civilizador. El derecho de gentes nació por el comercio; los derechos humanos y las democracias han encontrado en el comercio a un gran aliado (recomiendo A Splendid Exchange. How Trade Shaped the World de W. J. Bernstein). El bloqueo de medio siglo fue veneno: encrespó el nacionalismo e impidió que las normas universales de derechos humanos y democracia penetraran en la isla. Justo lo contrario a lo deseado. El bloqueo era un antídoto a la democratización de Cuba. Pero el mundo sigue su curso.

Las llamadas “Américas” serán menos de 10% de la población mundial en 2050. Europa, la gran aliada histórica de EU, será aún más pequeña, ocho por ciento. Uno de cada cuatro terrícolas vivirá en África. Si EU de verdad desea seguir siendo líder necesita mirar al mundo en su conjunto y, allí, América Latina es un mercado potencial muy importante. Todo el continente podría llegar a los 800 millones de consumidores. Ésa, por sí misma, es una buena razón para mirar al sur. Si a ello sumamos el abismo cultural que hay con el mundo musulmán, pues resulta que Latinoamérica es mucho más amigable en términos de cercanía cultural.

Pero hay otro factor que Julio Faesler recordaba en estas páginas: China. Más de mil 300 millones de habitantes; inversión extranjera directa muy cercana a EU, más de 50 trillones; de importaciones chinas en EU cuatro veces más que las estadounidenses a China. Tratados comerciales: EU, 76; China, 124. China es ya el tercer inversionista en Latinoamérica y se mueve muy rápido. El gran ganador en ese saludo es el comercio y sus consecuencias civilizatorias. El autoritarismo chino también está en la mira del mundo libre. El comercio internacional, que tan tenazmente han abrazado, los obliga a la apertura. En el mundo global los equilibrios cambian con gran velocidad. En el siglo XXI la competencia ayuda a la democracia de Cuba... y de China. Ésa es la buena nueva.

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