Opinion

Educación contra las adicciones

Miriam A. Ornelas

2015-04-09

Aunque resulta hasta cierto punto escandalosa la noticia publicada por El Diario de Juárez que consigna que en tan solo un mes la Dirección de Tránsito municipal detuvo a casi mil ciudadanos conduciendo en estado de ebriedad, ese hecho nos debe hacer encender focos rojos para revisar si nuestra comunidad está siendo víctima de una moda de bebedores sociales.

Los mil conductores antes mencionados son los atrapados en flagrancia, pero en realidad el número de personas que conducen bajo los efectos de bebidas alcohólicas son muchos más, lo cual convierte nuestras vialidades en zonas de gran peligro, porque nunca sabe uno cuándo esos choferes pueden pasarse un alto o conducir a exceso de velocidad y perder el control de sus vehículos provocando accidentes fatales

Causa estupor tomar conciencia de estos datos y saber cuán profundo ha calado el alcoholismo en nuestra sociedad fronteriza. Tenemos un senador, unos diputados, algunos ex presidentes municipales, un candidato independiente a diputado por el Distrito 03 e infinidad de gente atrapada en las garras de la bebida, al grado que pudiéramos considerar seriamente si no estamos en camino de convertirnos en una sociedad de alcohólicos.

Es urgente que nuestras autoridades y los organismos de la sociedad civil tomen cartas en el asunto y se establezcan medidas de tipo educativo para prevenir  que nuestros jóvenes caigan en las adicciones y especialmente en el consumo desmedido de alcohol. Al respecto, los grupos de activistas de la sociedad de Alcohólicos Anónimos tienen mucha experiencia en la resolución y prevención de este tipo de aficiones que ellos consideran una enfermedad, aunque a mi juicio reúne todas las características de un vicio, por mucho que sea socialmente aceptado o tolerado.

No podemos decir que las bebidas embriagantes en sí mismas sean totalmente malas, todas las cosas fueron hechas por Dios para el disfrute del hombre. Lo condenable es el exceso y la frecuencia de esta ingesta etílica, como sucede en el caso del exceso en el consumo de alimentos, o en la proclividad a los juegos de azahar, la acumulación de mascotas y, en general, podemos decir que toda conducta humana que no cae dentro del dominio de la razón puede considerarse un vicio. Hasta los fanatismos religiosos son malos si estos nos conducen al descuido de nuestras responsabilidades.

Creo que las autoridades educativas debieran considerar seriamente incluir en sus programas cursos progresivos, intensivos y tempranos de enseñanza antiadicciones porque nuestra sociedad se está extraviando peligrosamente en caminos autodestructivos que ya nos están causando graves daños.

Muchos jóvenes abandonan sus estudios y hasta carreras profesionales muy avanzadas por caer en estas conductas y eso significa una gran pérdida y dolor para sus familias y para ellos mismos. Carreras exitosas como la del llamado Príncipe de la Canción, José José, con todo su bello arte, se han perdido al grado que ahora éste deambula por ahí dando lástima.

Los ejemplos son muchos y cada vez más frecuentes. Desgraciadamente los vemos de manera cotidiana a nuestro lado sin que nuestra comunidad se decida a dar la batalla educativa para prevenir y redimir a estos seres humanos que por diversas causas se han perdido.

Los retenes antiebrios son una manera represiva de combatir estas conductas, pero creo que eso no resuelve el problema de fondo. Hace falta educar a nuestros conciudadanos, especialmente a niños y jóvenes, en las virtudes cardinales de la templanza y la caridad para con ellos mismos.

En Holanda, al implementarse el esquema de legalización del uso de drogas, paralelamente se instituyeron una serie de programas educativos y redentores que lograron respetable éxito, pues si bien es cierto que en ese país el consumo abierto de drogas está permitido, no menos cierto es que la población holandesa nativa es la que menos incide en ese disparate, porque fueron convenientemente educados para la resistencia, además de que el consumo de drogas y alcohol se limita casi exclusivamente al turismo extranjero.

Así, la experiencia holandesa nos puede ser de gran utilidad para implementar aquí un procedimiento educativo de similares alcances. No debemos permitir que las cosas sigan como van y que el alcoholismo prospere en nuestro medio como lo está haciendo.

 

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