Opinion

Sabores y no sentimientos

Javier Cuéllar
Analista político

2015-04-08

Dicen por ahí que somos lo que comemos y en mucho tienen razón porque uno de los problemas de salud que más preocupan a las autoridades mexicanas es la excesiva ingesta de comida chatarra y semi chatarra que existe entre nuestra población, ya que somos el principal consumidor de refrescos y frituras, lo cual ha elevado entre nuestro pueblo la incidencia de ciertas enfermedades como la obesidad, la diabetes, enfermedades circulatorias debidas al alto grado de colesterol que ingerimos, etcétera.
Los alimentos de alto contenido de vitamina T (tacos, tlacoyos, tortas, tostadas etcétera) ocupan el primer lugar entre los alimentos preferidos en México, y en nuestra ciudad, al grado que las autoridades educativas han iniciado desde hace unos pocos años una serie de campañas poco exitosas para alejar de nuestros niños y jóvenes el consumo de alimentos basura, aunque poco se ha avanzado al respecto debido a que nuestras costumbres alimentarias se confeccionan desde el hogar y ahí las cosas han cambiado poco.
Si enfocamos nuestra atención en los hábitos alimentarios de nuestra frontera y nuestro estado, las cosas resultan de malas a peores debido al arraigo que tiene en nuestro medio la degustación generalizada por el burrito que, siendo un bocadillo de origen juarense, ha disparado exponencialmente el consumo de la exquisita tortilla de harina al grado que esto nos ha colocado como la población con más incidencia de diabetes en el panorama nacional debido a las harinas refinadas con que se elaboran los deliciosos burritos que, reconozcámoslo o no, son para muchas personas el único alimento que ingieren diariamente, eso sí, acompañados de su correspondiente soda.
Pero lo más grave aquí es que por muchos años nos fuimos convirtiendo en un pueblo preponderantemente carnívoro, afectos al consumo de productos cárnicos de preferencia bobina, que a últimas fechas está considerada como la de más alto contenido graso, más aún que la de cerdo y no digamos del pollo que por los nuevos procesos de producción en veintitantos días quedan rendidos hasta llegar a pesar casi dos kilogramos desde su nacimiento, lo cual adhiere a nuestra dieta hormonas y más hormonas.
No fue sino hasta que comenzaron a emigrar a esta frontera nuestros hermanos veracruzanos y sinaloenses que iniciamos a aprender a degustar pescados y mariscos pero ese es un fenómeno reciente que mucho les agradecemos pues incorporaron variedad a la monótona dieta chihuahuense de carnes, quesos y tortillas de harina, ricas sí, pero poco nutritiva y menos balanceada.
Por eso me sorprende gratamente la nota publicada por El Diario de Juárez según la cual el consumo de productos marinos como pescado y mariscos crecieron considerablemente pues las importaciones de pescados y mariscos que realiza México se dispararon 936 por ciento o 10 veces más en lo que va de este siglo, indican estadísticas del Banco de México y ese es un dato válido para toda nuestra población, y el crecimiento en las importaciones se da al margen de que la producción nacional de esos sanos productos alimentarios también ha observado un incremento saludable en la misma proporción.
En el año 2000 el país compró “pescados, crustáceos y moluscos” del extranjero por un valor total de 71 millones 322 mil dólares, pero en 2014 erogó 739 millones 148 mil dólares por el mismo rubro que incluye pescado fresco, refrigerado, en conserva y congelado, así como crustáceos y moluscos en diferentes estados y el mayor porcentaje de estas importaciones provienen de China.
Aun así, México tiene un consumo per cápita anual de nueve kilos de pescado contra los 90 kilos que se comen en Islandia y los 52 que es la ingesta de los japoneses, lo cual nos coloca en un bajo rango de preferencia por este tipo de alimentos, aunque muy por encima de los argentinos que sólo degustan 5.7 kilos de este tipo de alimento. Es evidente que ellos son más carnívoros que nosotros. Triste consuelo.
Es deseable que nuestros hábitos alimenticios cambien y nuestra preferencia por los productos del mar sea más marcada y bien pudiéramos comenzar por que nuestras amas de casa fueran más diestras en la preparación de pescados y mariscos, porque en el gusto de la gente mucho influye la buena cocina que, para serlo, debe ser sabrosa o definitivamente no lo es, por mucho amor que se diga le ponen a las cosas. Nuestras papilas gustativas detectan sabores, nunca sentimientos. ¡Fuera con ese cuento! ¡Queremos cosas ricas! Aunque sean pescados.

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