Federico Reyes Heroles
Analista
Distrito Federal— Hay de crisis a crisis. El desplome en la plataforma de producción de crudo y la brutal caída de los precios del petróleo, han puesto nuevamente a las finanzas públicas contra la pared. El próximo año va a ser muy difícil, los recortes ya comenzaron. Pero, a diferencia de la década de los ochenta, cuando sólo alrededor de 20% de las exportaciones era manufactura u otros productos no petroleros, hoy la economía de México es muy diferente: más de 80% de nuestras exportaciones no son petroleras. Los precios bajos del petróleo también traerán beneficios a la economía mundial y a la mexicana. Financial Times ha publicado un interesante reportaje sobre los países ganadores y perdedores en el mundo en este escenario de crudo barato. Los sectores intensivos en energía están de plácemes. La aceleración de la actividad económica en EU beneficiará a las exportaciones mexicanas. Además, no debemos olvidar que los precios bajos de la energía impulsan el comercio global, incluido México.
La gestión de Peña Nieto debería impulsar una reforma fiscal para disminuir la envenenada dependencia petrolera de las finanzas públicas, es urgente.
En esa reforma aparecería de nuevo la discusión sobre la necesidad de un impuesto general al consumo, el IVA, para decirlo con todas sus letras. El que más consume, más paga. La izquierda probablemente se opondría negando, una vez más, que el actual esquema fiscal es brutalmente injusto. Ellos son corresponsables de esa injusticia. En esa discusión tendría que abordarse la verdadera bomba que subyace en la economía mexicana: las pensiones.
“No desees las cosas demasiado porque se pueden convertir en realidad”, reza un viejo dicho. Eso nos pasó en México: quisimos bajar la mortalidad infantil y la materna, así como elevar la esperanza de vida y lo logramos. Por cierto, en la materna todavía hay problemas y no cumpliremos las Metas del Milenio. Hoy tenemos una esperanza de vida de país desarrollado (casi 80 años en mujeres y 75 en varones), pero con un sistema de pensiones arcaico que amenaza con desquiciar las finanzas públicas, si no se actúa con rapidez.
México ha dado varios golpes en ese ámbito, pero no han sido suficientes. El primero lo dio Ernesto Zedillo cuando impulsó las afores, que hoy representan alrededor de 14% del PIB. Nunca antes habíamos tenido una bolsa de ahorro de ese tamaño. Sin embargo, en el mejor de los casos, esas pensiones alcanzarán a ser un 35% del último salario. La OCDE recomienda 75%, es una tragedia. De allí la necesidad de incrementar aceleradamente las aportaciones voluntarias que la reciente Reforma Fiscal inhibió. El segundo paso fue la negociación en el IMSS durante la gestión de Fox, con Santiago Levy a la cabeza, pero se quedó corta. El tercer golpe lo dio Calderón al renegociar las pensiones del ISSSTE, pero también se quedó corto. La combinación construyó la bomba.
En 2014 el sector público gastó 44% del gasto programable en pensiones, el porcentaje subió a 54% en el IMSS que, técnicamente, está quebrado. Y qué decir del ISSSTE, que alcanzó 78 por ciento. En 2008 el pago por pensiones federales fue de 254 mil mdp, que se dispararon a más de 523 mil en 2014. Este esquema es insostenible. Ni con el precio del barril a 100 dólares hay cómo financiar este gasto. Si Peña Nieto de verdad quiere seguir con reformas de fondo deberá impulsar un sistema universal de salud y de pensiones. Ello sólo es factible saliendo del actual esquema que en su momento de creación fue útil, pero después se convirtió en una trampa mortal para el Estado. Los especialistas en el tema como Marcela Flores, CEO de Lockton México, advierten que no sólo se trata de enfrentar las pensiones del sector público, que ya alcanzan 139% del PIB, sino impulsar las pensiones privadas.
Sólo 50% de los mexicanos tiene pensión (los privilegiados). Pero esas pensiones, sin aportaciones voluntarias, son insuficientes e indignas. El otro 50% camina al abismo. Para el 2050 alrededor de 21.2% de los mexicanos tendrá más de 65 años. La pirámide va a crecer en la punta muy rápido y ello ocurrirá sin una cultura de la pensión. Marcela Flores (Milenio, 31 del III) da un dato espeluznante: una pensión razonable supondría ahorrar desde los 20 años de edad 15% del salario. Ese ahorro no debería ser tocado. Pero nada indica que nos dirijamos hacia allá; en 2014 más de un millón de mexicanos con cuenta en una Afore retiró dinero de su fondo por concepto de desempleo (casi 10 mil mdp en total).
La información está allí y es dramática. Pedro Vásquez Colmenares G. la ha ordenado en un texto muy útil: Pensiones en México (Siglo XXI Editores). No hay cómo detener el problema, pero sí hay varias salidas. El reto es enfrentarlo a tiempo: previsión y estímulos en las pensiones privadas y desactivación de la bomba de las públicas. Sea el partido que sea el que llegue al Gobierno en 2018, nadie querrá tener esta amenaza enfrente. A Peña Nieto le toca retomar la discusión de fondo y así ganar un tiempo invaluable para México. El precio del petróleo es un asunto menor en relación a esta bomba nacional.