Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes
Escritor y periodista

2014-10-24

Aquí no ha pasado nada. La salida de Ángel Aguirre puede haber sido muy sonada en el ámbito local de Guerrero, pero no tiene ninguna significación en lo que hace al fondo de la tragedia de Ayotzinapa. Esa defenestración es cosa de política. Sigue pendiente, sin embargo, el doloroso caso de los 43 estudiantes desaparecidos. En ese contexto urge la localización y aprehensión de quienes mucho saben acerca del suceso y que en manera torpe han pretendido huir, y siguen prófugos: el alcalde de Iguala, José Luis Abarca; su esposa, María de los Ángeles Pineda, y Felipe Flores, su secretario de Seguridad. Es impostergable que esos fugitivos sean detenidos y presentados ante la autoridad y ante la opinión pública. Y más urgente aún es que rinda frutos reales y concretos la investigación que se hace sobre la desaparición de los normalistas. Mientras todo eso no se cumpla el gobierno federal seguirá en entredicho. Ninguna declaración puede sustituir a los hechos. Los ojos del mundo están puestos en Enrique Peña Nieto, y aquí crece cada día la indignación por lo que aconteció en Guerrero. El Presidente haría bien en abstenerse de participar en cualquier acto público mientras no se haga justicia en el caso de los estudiantes desaparecidos. Este asunto ha de ser el de máxima prioridad para su administración; el mandatario debe concentrarse en hacer que se resuelva si no quiere que la irritación de la sociedad, especialmente de los jóvenes, alcance dimensión incontrolable. Hasta ahora no ha pasado nada. Pero puede suceder mucho. Narraré ahora un par de chascarrillos que espero no disuenen en medio de la calígine que hoy por hoy agobia a la República. Un señor pasó a mejor vida, y cierto compadre suyo fue al velorio a darle el pésame a la viuda. Faltaré a la verdad si no digo que la señora estaba de muy buen ver y de mejor tocar, tanto que el compadre no pudo resistir el impulso de hacerle un cumplido. Le dijo con sugestiva voz: "¡Qué guapa se ve usted, comadre!". Lejos de molestarse por esa atrevencia inoportuna contestó ella: "Y eso que el negro no me sienta bien". La respuesta animó al hombre. Bajando la voz le dijo a la señora: "Bien sabe usted, comadre, que siempre me ha gustado. Con el mayor respeto para mi compadre quiero preguntarle si puedo tener alguna esperanza de que el sincero afecto que siento por usted será correspondido". Respondió la viuda: "Creo, compadre, que no es éste el momento de que me trate usted esa cuestión. Espere a que las señoras terminen de rezar el rosario. Ya no falta mucho". Terminó el rezo, y de inmediato el salaz tipo renovó sus lúbricas instancias. Dijo ella: "Compadre, ¿no puede aguardar al menos a que me quite el luto?". "¿Cuándo se lo quitará, comadrita?" -inquirió con ansiedad el hombre. Preguntó ella a su vez: "¿Qué día es hoy?". "Sábado" -le informó el sujeto. Y la comadre: "¿No se verá mal si me lo quito el lunes?". "De ninguna manera, comadrita -apuntó el otro-. Como dice el dicho: 'Al cabo pa'l santo que es con un repique le basta'". "Me tranquiliza usted, compadre -dijo la mujer-. Me quitaré el luto, pues, el lunes en la noche". Y el otro remató: "Permítame, comadrita, que en memoria de mi compadre le ayude yo a quitárselo". Llegó un sujeto al bar, se sentó frente a la barra y le pidió al cantinero que le sirviera un tequilita. La guapa mujer que estaba al lado exclamó: "¡Qué coincidencia! Precisamente acabo de pedir lo mismo". El recién llegado le dijo: "Vengo a tomarme una copa porque estoy celebrando algo". "¡Qué coincidencia! -volvió a decir la dama-. Yo también estoy celebrando algo. Usted ¿qué celebra?". Narró el tipo: "Tengo una granja avícola. Mis gallinas ponían sólo huevos infértiles, pero ahora han empezado a poner huevos buenos. Eso es lo que vengo a celebrar". "¡Qué coincidencia! -repitió la mujer una vez más-. Mi marido y yo no habíamos podido tener familia, y sucede que ahora estoy embarazada. Eso es lo que vengo a celebrar. Pero dígame: ¿qué hizo usted para que sus gallinas se volvieran fértiles?". Responde el individuo: "Cambié de gallo". "¡Qué coincidencia! -exclama de nuevo la mujer-. ¡Yo hice lo mismo!". FIN.

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