Opinion

Tec de Juárez, 50 años

Juan Carlos Loera
Analista

2014-10-24

El Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez está cumpliendo cincuenta años de vida. Durante este tiempo se han formado miles de profesionistas que han contribuido de manera importante al desarrollo de Ciudad Juárez y del estado de Chihuahua. Éste es sin duda un gran acontecimiento que enorgullece a la comunidad fronteriza y especialmente a quienes egresamos de la Casa de las Liebres.
En los albores de la década de los sesenta Ciudad Juárez ya era el centro urbano más grande de la entidad; el estancamiento en la oferta educativa en todos los niveles era contrastante con su explosión demográfica, con casi 300 000 habitantes la totalidad de escuelas secundarias y preparatorias se contaban con los dedos de una mano, lo que alimentó luchas y aspiraciones para lograr otros niveles de educación. La conjugación de factores externos, como la mecanización de la agricultura norteamericana, el fin del programa Braceros, la caída en los precios del algodón, entre otras circunstancias, obligaban a la implementación de un nuevo modelo económico en la región, lo cual propició la creación del Programa de Industrialización Fronteriza que promovería mediante una serie de estímulos gubernamentales la instalación de las primeras maquiladoras en la ciudad.
Este tipo de industria requeriría más temprano que tarde alimentarse de profesionistas en el área de la tecnología y manufactura, previamente a ello, la piedra angular ya había sido fijada por la Escuela Industrial y Comercial 5, con carácter vocacional que derivó en la Escuela de Enseñanzas Especiales 21 en el lugar donde fueran las instalaciones del Tribunal para Menores y que posteriormente dio cuerpo al Instituto Tecnológico Regional de Ciudad Juárez.
La lucha del profesor Ramón Rivera Lara y otros juarenses, como Filiberto Terrazas, que en 1960 arrancaron la promesa del Presidente Adolfo López Mateos de crear el undécimo Tecnológico Regional del país, daba frutos en 1964 con una matrícula de 1,508 alumnos fundadores.
Para 1966 se inauguró el primer programa de educación profesional en el Tec, el de Contador Público y Auditor; un año después, el de Ingeniería Industrial con diversas especialidades. Estos hechos le abrirían las puertas de la educación superior a cientos de jóvenes, que difícilmente hubieran podido tener acceso a una carrera profesional debido principalmente a la falta de recursos, ya que en esa época para obtener un grado de licenciatura, era necesario salir de la ciudad, ya fuese a Chihuahua, al Distrito Federal o bien, ingresar al Texas Western College (hoy UTEP), que por cierto, aún adolecía de una gran carga de racismo. 
Para finales de los años sesenta el activismo estudiantil se generalizaba en todo el país y el Tec no fue la excepción, con demandas justas como la eliminación de las exageradas medidas disciplinarias y la instauración de una planta docente acorde al modelo educativo; paralelamente, los alumnos se solidarizaron con la huelga estudiantil de la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar en 1967. A la comunidad estudiantil del Tec, la caracterizó su lucha social encontró coincidencias con la federación de estudiantes técnicos, que en aquel tiempo agrupaba a más de 250 mil estudiantes en el país.
La represión generalizada contra los jóvenes estudiantes que formó parte de la “guerra sucia” de los años setenta cobró una grave cuota de sangre a los activistas del Tecnológico que radicalizaron la protesta, como los hermanos Corral que resultaron ser quienes pagaron con su vida, aunque se les declaró como “desaparecidos” por las Brigadas Blancas.
Los planes de estudio fueron replanteados con el fin de socavar a los actores de las luchas sociales que se forjaban en los Institutos Regionales. Dicho modelo educativo dio pie a la eliminación total de las asignaturas humanísticas como Historia, Civismo y Ética (justamente como le sucede al IPN hoy en día), además de la implementación del sistema de créditos que disuadía el agrupamiento estudiantil y las sociedades de alumnos.                                                     
El centralismo impuesto por la Dirección General de Educación Tecnológica Industrial, no sólo le resta autonomía al Tec, lo hace insensible y lo obliga a ausentarse de la vinculación con sus egresados e inhibe la aportación que los hombres y mujeres de ciencia pueden hacer en el desarrollo e implementación de políticas públicas y de desarrollo comunitario.
El Tecnológico de Juárez, como la institución educativa de nivel superior más antigua de la ciudad, merece ser tomada en cuenta para los proyectos y decisiones políticas, sociales y económicas de la ciudad. Ojalá que los próximos cincuenta años nuestra amada institución recupere el sentido humanista que antaño le caracterizó. ¡Felicidades en su 50 aniversario al Tecnológico de Ciudad Juárez!

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