Opinion

El peor lugar para vivir

Edna Lorena Fuerte
Analista

2014-10-19

Quizá sea una sensación que hemos vivido los juarenses con mucha frecuencia, cuando decimos que vivimos en esta frontera y las personas nos miran con una mezcla de admiración y pena. Durante 2010 y los años que siguieron de gran violencia e inseguridad, de la mano de la crisis económica, indudablemente quienes vivimos aquí sabíamos que probablemente habitábamos uno de los peores lugares para vivir en este país, y luego, calificada nuestra ciudad como la más violenta del mundo en más de una ocasión, pues parecía que estábamos en uno de los peores lugares del mundo entero.
Ahora, según un estudio presentado en estos días por la OCDE, todo nuestro país es el peor lugar para vivir, de entre los más de treinta países que integran a esta organización internacional, nuestro país quedó por debajo de países Eslovaquia, Turquía, Hungría y Grecia, todo surgidos de graves conflictos políticos y crisis económicas de enormes dimensiones.
Parece una equivocación, un error de cálculo o de método, que un país como el nuestro en donde desde hace años se habla de vida democrática y administración de la abundancia petrolera, donde las crisis económicas se consideran sólo pequeños baches en el camino, errores de dedo o condiciones que vienen de fuera y no nos corresponden, un país que hace presencia en las cumbres internacionales y cuyo presidente sale lo mismo en la portada del TIMES como salvador y prócer, que habla ante el foro de la ONU como paladín de la paz.
Cómo, entonces, podemos explicarnos que los ciudadanos de este país debamos aceptar condiciones de vida que no sólo están muy lejos de la media de otros países con los que se supone compartimos presencia geopolítica en este planeta, sino que estamos por completo fuera de la escala de evaluación: el estudio de la OCDE evalúa los siguientes aspectos: acceso a la educación, la salud, el trabajo con un buen sueldo, la posibilidad de vivir en un ambiente sano, la participación ciudadana, la accesibilidad de los servicios públicos y el acceso a la vivienda, cada uno de estos aspectos se evalúa del 1 al 10 y luego se promedian los resultados para colocar al respectivo país en la escala comparativa con los otros países.
Los números hablan por sí mismos, y evidencian una realidad que es imposible ocultar, esa a la que nos enfrentamos en nuestro día a día, no existe seguridad, no existen condiciones salariales, prácticamente no hay servicios de salud ni participación ciudadana, no hay acceso a servicios públicos, ni tampoco a vivienda.
Y es aquí dónde surge la pregunta de nuestra reflexión: ¿cómo es que un país se convierte en el peor país para vivir? Nuestro país puede tener muchos recursos y potencialidades, ser rico en cultura e historia, tener tradiciones enormes, un gran territorio y valiosos recursos humanos, puede incluso figurar en un lugar medianamente privilegiado en el escenario mundial, tener un peso importante en las cumbres de naciones, y aun así, ser el peor lugar para que sus ciudadanos lo habiten; algo muy parecido a cuando nuestra ciudad seguía siendo el punto neurálgico de los ingresos de esta frontera, como lo es, el principal recaudador de impuestos para nuestra entidad, a la que aporta más o menos la mitad de su presupuesto, ser el corazón de la industria maquiladora nacional, e incluso ser simbólicamente el punto político donde nació la historia de la competencia democrática en el país y, aun con todo eso a su favor, no poder darle a los juarenses un lugar donde vivir en buenas condiciones, con seguridad, ingresos, educación y salud, con perspectivas de un futuro que se construye en el ejercicio de los derechos fundamentales.
Llama nuestra atención una nota publicada en estos días por la prensa de esta frontera, con el encabezado: “Faltan en Juárez y El Paso líderes públicos y privados”, quizá sea esto parte de la respuesta a la pregunta que hoy nos hacemos, quizá la decadencia de nuestras condiciones de vida radica justamente en que no se nos están otorgando nuestros derechos,  porque no los estamos exigiendo, y para eso, para exigir, hacen falta voces que se levanten alto, líderes que hablen fuerte y claro, que se hagan escuchar y dispuestos a encabezar las batallas cotidianas, desde lo más básico, desde los líderes de las colonias hasta los empresarios de los diferentes ramos productivos, todos con una larga lista de demandas que no han sido escuchadas.
En esta comunidad fronteriza que forman nuestras dos ciudades vecinas se concentra el 20% de las relaciones comerciales bilaterales –para enfatizar: tenemos el 20 por ciento de la cartera comercial del socio más importante del país, y de la economía más influyente del mundo–, no corresponde este hecho con la realidad que vivimos. Es urgente que surjan esos liderazgos, que destaquen los hombres y las mujeres; es necesario ya que se levanten los líderes a exigir una vida más digna, lo decimos desde esta frontera, pero para que resuene en todo el país.

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