Opinion

Las mismas imprevisiones

Luis Javier Valero
Analista político

2014-09-17

Aunas cuantas semanas del primer aniversario de la tragedia del AeroShow en la capital del Estado, sólo el azar salvó a los juarenses de la eventualidad de una tremenda tragedia, quizá semejante a la de la ciudad de Chihuahua.
La falta de previsión, de conocimiento en el manejo de multitudes, a la eterna conducta de muchos de los ocupantes de los distintos niveles de gobierno, consistente en apostarle a que nada ocurrirá, y a la violación de todos los ordenamientos (así sean pocos y obsoletos) de protección civil, fueron las características centrales del acto con motivo del aniversario del Grito de Independencia en el antiguo Paso del Norte.
El balance fue mínimo frente a las dimensiones de la imprevisión y la irresponsabilidad: Sólo 70 casos de desmayos y sofocamiento, en un “evento que rebasó las expectativas de las autoridades municipales que contabilizaron 35 mil asistentes al evento”, al cual, en voz del alcalde Enrique Serrano, el gobierno municipal no tuvo necesidad de “facilitarles” la llegada pues “no hubo absolutamente ningún camión para llevar gente…”, dijo el alcalde Serrano. (Nota de J. Martínez/J. Olivas, El Diario de Juárez, 16/IX/14).
Además, se congratuló que los incidentes sólo fueran personas desmayadas sin más qué lamentar.
Al tratar de explicar las causas de tales “incidentes”, David Correa, coordinador de Socorro de la Cruz Roja señaló que “probablemente tuvo que ver con lo reducido del espacio y la cantidad de personas que acudieron que en esta ocasión se realizó en el paso peatonal de la Avenida 16 de Septiembre…”.
A su vez, el director de Protección Civil, Fernando Motta Allen, expresó “que pese a esos incidentes, todo se desarrolló de manera tranquila”.
Lo siguiente que dijo es estremecedor, más si pensamos en que él era el responsable de garantizar la seguridad de ese número de asistentes: “Las personas empezaron a empujarse hacia el escenario, yo tuve que intervenir para que dejaran de hacerlo y les expliqué que se podía generar una tragedia si no dejaban de empujarse, pero la gente entendió y el evento continuó en orden”.
¿Sabrá, o alguien le habrá platicado a Motta Allen que en la tragedia de Chihuahua también le pedían a la gente que “se hiciera para atrás” y que no podían hacerlo porque el espacio que tenían detrás también era “reducido” y que, al contrario, sobre todo él, estaba obligado a no recurrir a una maniobra extrema, pero inútil, como lo fue el de pedir por el aparato de sonido que ya no empujaran los de “atrás” porque estaban comprimiendo a los de “adelante”?
Y luego, el balance que hizo: “Las 70 personas que resultaron afectadas son pocas en relación con los más de 35 mil asistentes, sobre todo porque se recuperaron en el mismo lugar e incluso se reincorporaron al evento”. ¡Válgame! Así lo dijo.
Si el espacio que se ocupó para la celebración del evento, por sus características y vías de acceso, llevaría a que quienes fueran llegando se agolparan en la parte más alejada del escenario ¿Por qué no se instalaron vallas que fueran compartimentando –es decir, que fueran separando grupos de personas– y que quienes llegaran a una de esas áreas delimitadas ya no pudieran empujar a los de “adelante”, precisamente para impedir lo que ahora puede relatarse solamente como una anécdota (para la mayoría de nuestros lectores, pero de ninguna manera para quienes sufrieron tal incidente) que pudo llevarlos a desenlaces fatales?
Así, lo que constituyó una nueva etapa en la recuperación de los espacios públicos en Juárez pudo convertirse en una nueva tragedia de las dos urbes mayores de Chihuahua. Este incidente debe llevarnos a la revisión de los protocolos y a la necesaria mesura de los subalternos hacia los deseos de los titulares de los poderes ejecutivos. Pueden acceder a tales pretensiones, pero garantizar que se realicen dentro de los límites de la seguridad pública y la protección civil.
¿Quién aprobó –en el área de protección civil– el permiso para la celebración del acto? ¿Presentaron el plan de contingencia, que contemplara las rutas de salida, las vías para las llegadas de los grupos de auxilio y otro conjunto, grande, de medidas que deberían haberse tomado antes de la celebración del acto?
Se antoja como una inmejorable oportunidad para revisar los reglamentos de protección civil y toda la regulación municipal relacionada a fin de prevenir tragedias como la que pudo ocurrir en la noche del “Grito de Independencia”.
En tanto, las autoridades municipales de Chihuahua se fueron al otro extremo, decidieron que ya no habría más AeroShow, ni Fiesta del Globo, por “considerarlo un tanto peligrosos para la ciudadanía y las autoridades no pueden arriesgar la integridad física de los habitantes”, como lo asentó el alcalde, Javier Garfio. (Nota de El Diario de Chihuahua17/IX/14).
Parece desmesurada tal decisión, no porque el escribiente esté de acuerdo o no con la celebración de tales eventos, sí por las razones que se esgrimen; las regulaciones en materia de protección civil debieran ofrecerle a los chihuahuenses la debida seguridad, más allá de los riesgos inherentes a la celebración de espectáculos como los ahora mencionados.
Lo que falló hace un año fueron las omisiones de las autoridades y la temeridad de un conductor que debió prever las consecuencias del salto que iba a realizar.

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