Opinion

Sueldo genocida

Sergio Sarmiento
Periodista

2014-01-30

Distrito Federal— El presidente Barack Obama de los Estados Unidos exigió al Congreso de su país en su informe de gobierno de este 28 de enero elevar el sueldo mínimo en más de 20 por ciento, de 7.25 a 10.10 dólares la hora. Dice que es una medida progresista, pero más bien parece un arma genocida contra la población negra.
El economista Thomas Sowell de la Hoover Institution ha señalado que la política de salarios mínimos destruye el empleo de minorías y grupos con menor preparación. La consecuencia en Estados Unidos ha sido disparar el desempleo de la población negra por lo que varias generaciones han tenido que crecer en un ambiente de desempleo endémico y desmoronamiento familiar.
“Antes de que se establecieran las leyes de salarios mínimos en los años treinta –escribe Sowell en Basic Economics– la tasa de desempleo de los negros era ligeramente inferior a la de los blancos… Para 1954 las tasas de desempleo de los negros eran el doble que las de los blancos y se han mantenido a esos niveles o más altos”. En diciembre de 2013 el desempleo de los blancos en la Unión Americana fue de 5.9 por ciento y el de los negros 11.9 por ciento (Bureau of Labor Statistics).
La segunda guerra mundial hizo irrelevante el sueldo mínimo porque la escasez de mano de obra empujó los sueldos de mercado por arriba de los mínimos. “El desempleo entre los varones negros de 16 y 17 años de edad no era entonces superior al de los blancos de la misma edad”. Los posteriores aumentos del salario mínimo dispararon el desempleo de los adolescentes negros. Actualmente la tasa de desempleo entre los negros de 16 a 19 años de ambos sexos es de 35.5 por ciento (diciembre). El de los varones es todavía mayor.
La falta de empleo es consecuencia del salario mínimo, que ha reducido la demanda laboral por los jóvenes negros. El resultado ha sido promover una cultura de la vagancia y la droga y una desintegración familiar que tiene un carácter francamente genocida. Los sueldos mínimos altos impiden la contratación de personas con poca preparación o experiencia, que son precisamente los más pobres.
Estados Unidos tiene un sueldo mínimo relativamente bajo para un país desarrollado. Esto explica que su desempleo general, 6.7 por ciento en diciembre, sea menor que el de los países del euro, que tenían 12.1 por ciento en noviembre. Aun dentro de Europa, los países sin salario mínimo (que los hay) tienen tasas de desempleo significativamente menores. Suiza, por ejemplo, registra un desempleo de apenas 3.9 por ciento (diciembre). En cambio países con sueldos mínimos altos tienen elevados niveles de desempleo: Francia, 10.8 (noviembre); España, 26.7 por ciento; Grecia, 27.8 por ciento (octubre) (TheEconomist). Alemania, que hasta el momento tampoco tiene sueldo mínimo, registra 6.9 por ciento (diciembre) a pesar de sus altos salarios promedio. Singapur, que tampoco tiene un sueldo mínimo, registró en el tercer trimestre de 2013 un desempleo de ¡1.8 por ciento!
Los salarios mínimos, de hecho, fueron utilizados abiertamente como instrumentos de discriminación racial. Éste fue el caso de Canadá en los años veinte, donde se buscaba excluir a los japoneses del mercado laboral, o Sudáfrica, donde la exclusión estaba dirigida a los negros.
Quizá porque Sowell es un economista de raza negra, la voz de alarma que lanza contra los salarios mínimos es dramática. Sowell ha visto como una política supuestamente progresista destruye a las familias negras. Esto ocurre cuando se aplican políticas de buenas intenciones que no toman en cuenta el funcionamiento de la economía. Cuando los sueldos los fijan burócratas por arriba del mercado, el resultado no es una mayor prosperidad sino un mayor desempleo entre los más necesitados.

VITALICIO
Primero son revolucionarios, después se convierten en dictadores vitalicios. El sandinista Daniel Ortega ha cambiado la constitución de Nicaragua para asegurarse que pueda ser reelecto como presidente de manera ilimitada. La Asamblea Nacional, que él controla, le ha dado también la facultad de gobernar por decreto, esto es, como dictador.

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