Opinion

Tierra Caliente, territorio liberado

Raymundo Riva Palacio
Analista político

2013-08-08

Distrito Federal– En nueve municipios de Guerrero, los grupos de autodefensa civil los declararon como “sus territorios”, por lo que anticiparon que no permitirán la entrada del Ejército, la Marina, la Policía Federal o cualquier otra autoridad constitucional. En Tierra Caliente en Michoacán, ni siquiera hubo necesidad de esa declaración: policías comunitarios, grupos de autodefensa civil, narcotraficantes y talamontes se han apropiado de los territorios donde viven, operan y en donde cualquier autoridad que entre sin su consentimiento, la secuestran y utilizan como divisa de cambio y chantaje. En esa zona del occidente, el Estado Mexicano no gobierna. A la vista de todos, criminales y grupos delincuenciales se apoderaron de un cacho del país.
Una vez delimitado su territorio, seguirá la consolidación de sus gobiernos paralelos. Al no atajar el Estado Mexicano la construcción de estos bolsones al margen de leyes y normas establecidas, los gobiernos constitucionales claudicaron a a la función primaria de proveer seguridad a los ciudadanos, el detonante por lo cual nacieron los estados modernos. Por coacción o decisión soberana de las comunidades, por miedo o desencanto con las instituciones, decenas de municipios se está separando de la nación.
Tras el establecimiento de territorios liberados en Tierra Caliente, hay contagio en otras zonas del país –como esta misma semana en Tlaxcala–, donde la debilidad del gobierno local determinará en dónde tienen posibilidades de instaurarse gobiernos ilegales. Michoacán y Guerrero son un caso claro de debilidad institucional; Veracruz y estado de México, por la razón contraria, no permitieron la instauración de esa ruta alterna de poder.
¿A dónde lleva este fenómeno sociopolítico? A lo que ya sucede en Tierra Caliente, la ingobernabilidad y la creación, aunque focalizada, del Estado fallido. Este concepto socio político se ha venido estudiando desde hace años para establecer en dónde existe una inestabilidad política “severa”. En la categorización convencional del Estado Fallido se encuentran las guerras civiles, las guerras étnicas, los cambios adversos de régimen, y los genocidios y magnicidios. En el caso de Tierra Caliente, el fenómeno se pude ubicar en el cajón de la guerra civil, que aunque se oye muy fuerte como concepto, es lo que ha sucedido en las últimas semanas. Por un lado, grupos de inconformes se arman y se levantan en contra de la autoridad, y por el otro, Los Caballeros Templarios, sin declaración de guerra pero con un fuerte componente de bases sociales en Michoacán, enfrentan abiertamente a las Fuerzas Armadas y de seguridad del Estado Mexicano.
No puede dejar de extrañar la pasividad, tolerancia e ingenuidad, incluso, con la que ha respondido el Estado Mexicano ante esta afrenta que reúne, como adversarios a las instituciones, a diferentes movimientos y grupos. En Michoacán la influencia en los territorios ocupados y liberados de Tierra Caliente junta a población desesperada por la inacción de su gobierno, junto con talamontes que protegen sus intereses ilegales detrás de algunas comunidades asfixiadas, y de narcotraficantes. En Guerrero, la zona de la Costa Chica donde nueve municipios declararon “sus territorios”, tiene una influencia histórica de la guerrilla –en los 60s y 70s del maestro rural Lucio Cabañas; en los 90 y esta década del Procup, el EPR y su derivación ERPI–, que en la zona de la Tierra Caliente guerrerense tiene un vaso comunicante, a través del magisterio –y algunos emigrados como Servando Gómez, “La Tuta” –, con los cárteles michoacanos.
El fenómeno del contagio es la siguiente fase que se avecina. ¿Cuánto tardarán Oaxaca y Chiapas en sumarse a este movimiento insurgente y aparentemente, hasta ahora, desconectado? Las nuevas condiciones sociopolíticas en la región de Tierra Caliente abren oportunidades suculentas al EZLN, que ha visto sus sueños de expansión e implantación política contenidos en los municipios autónomos que empezaron a crear en los 90s, entre los cuales se incluye el mexiquense de San Salvador Atenco, a 32 kilómetros de la ciudad de México. Si existe un momento para la irrupción armada, es este. Si existe un momento para su vinculación con criminales, hoy es cuando las condiciones están creadas ante el abandono institucional, los factores sociales y económicos, la inseguridad prevaleciente y, sobretodo, la inacción del gobierno federal. Un nuevo México liberado está en ciernes. Pero este, fuera de la ley. Es insensato pensar que las autoridades no estarían preocupadas de que este desgajamiento armado se extendiera. Lo que no es insensato suponer es que no se han dado cuenta de la gravedad del momento que vive el Estado Mexicano en Tierra Caliente.

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