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Países se unen a carrera por la Antártida

Simon Romero / New York Times News Service

2016-01-02

Estación Bellingshausen, Antártida— En una isla llena de glaciares con fiordos y focas elefante, Rusia ha construido la primera iglesia ortodoxa de la Antártida en una colina desde la cual se domina la vista de su base de investigación, transportando los troncos desde Siberia.
A menos de una hora en motonieve, jornaleros chinos han actualizado la Estación Gran Muralla, eje central en el plan de China con miras a operar cinco bases en la Antártida, con todo y una cancha techada de bádminton, domos para proteger estaciones satélite y zonas habitación para 150 personas.
Para que no la superaran, la nueva y futurista base Bharathi de India, construida sobre pilotes usando 134 contenedores de embarques interconectados, se asemeja a una nave espacial. Turquía e Irán también han anunciado planes para construir bases.
Ha pasado más de un siglo desde que un grupo de exploradores corrió para plantar sus banderas en el fondo del mundo, y en las próximas décadas se supone que este continente esté protegido como una reserva científica, escudado de intrusiones como actividades militares y minería.
Sin embargo, una diversidad de países se está apresurando a afirmar mayor influencia aquí, con la mirada puesta no solo en el día que expiran esos tratados de protección, sino también por las oportunidades estratégicas y comerciales que existen justo ahora.
“Los actores más recientes están incursionando en lo que ven como una casa del tesoro de recursos”, dijo Anne-Marie Brady, académica en la Universidad de Canterbury de Nueva Zelanda que se especializa en política antártica.
Algunas de las empresas conjuntas se centran en los recursos de la Antártida que ya están disponibles para quienes los tome, como abundante vida marina. China y Corea del Sur, los cuales operan modernísimas bases aquí, están incrementando su pesca de kril, los crustáceos similares a camarones que se encuentran en abundancia en el océano del Sur, al tiempo que Rusia frustró hace poco esfuerzos por crear uno de los mayores santuarios oceánicos aquí.
Algunos científicos están estudiando el potencial para cosechar tímpanos de hielo de Antártida, que se estima tiene las mayores reservas de agua dulce en el planeta. Hay naciones que también están presionando para seguir adelante con investigación espacial y proyectos satelitales a fin de expandir sus capacidades de navegación global.
Acrecentando sobre un asidero de la era soviética, Rusia está expandiendo sus estaciones de monitoreo para Glonass, su versión del Sistema de Posicionamiento Global. Cuando menos tres estaciones rusas ya están operando en Antártida, parte de su esfuerzo por desafiar el predominio del GPS estadounidense, así como se planean nuevas estaciones para sitios como la base rusa, a la sombra de la Iglesia Ortodoxa de la Santa Trinidad.
En otras partes de la Antártida, investigadores rusos alardean de su reciente hallazgo de una reserva de agua dulce del tamaño del lago Ontario tras haber perforado a través de kilómetros y kilómetros de hielo sólido.
“Puede ver que estamos aquí para quedarnos”, dijo Vladimir Cheberdfak, de 57 años de edad, jefe de la Estación Bellingshausen, mientras bebía té bajo un retrato de Fabian Gottlieb von Bellingshausen, oficial y más tarde almirante en la Armada Imperial Rusa que exploró la costa antártica en 1820.
La riqueza mineral, petrolera y de gas de Antártida es un premio a plazo más largo. El tratado que prohíbe la minería aquí, escudando codiciadas reservas de mineral de hierro, carbón y cromo, expira en 2048, y pudiera ser desafiado antes de esa fecha. Hace poco, investigadores encontraron depósitos de kimberlita que insinúan la existencia de diamantes. Y si bien las evaluaciones varían ampliamente, geólogos estiman que la Antártida contiene al menos 36,000 millones de barriles de petróleo y gas natural.
Más allá de los tratados antárticos, persisten descomunales obstáculos para la explotación de estos recursos, como icebergs a la deriva que pudieran poner en peligro a plataformas frente a las costas. Después, está lo remoto de la Antártida, con algunos yacimientos minerales hallados en puntos barridos por el viento en un continente que es más grande que Europa y donde las temperaturas invernales rondan cerca de -56 grados centígrados.
Sin embargo, progresos en la tecnología pudieran volver mucho más accesible a la Antártida dentro de tres décadas. E incluso antes de eso, los científicos están buscando determinar cómo el cambio climático pudiera empezar a moldear de nuevo el acceso a algunas regiones de Antártida, desestabilizando potencialmente la capa de hielo del continente o agotando poblaciones de kril en el mar del Sur.
Los académicos también advierten que la demanda de recursos en un mundo hambriento de energía pudiera elevar la presión para renegociar los tratados de Antártida, permitiendo posiblemente más empresas comerciales aquí mucho antes de que expiren las prohibiciones en su contra.
Las estaciones de investigación en la isla Rey Jorge ofrecen un atisbo al largo plazo en este continente cubierto de hielo conforme las naciones se afirman, menoscabando la influencia largamente esgrimida por países como Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda.
Estar acantonado en Antártida equivale a adaptarse a la vida en el continente más seco, ventoso y frio del planeta, pero incluso así cada nación logra hacerse sentir en casa.
Sacerdotes rusos ofrecen con regularidad servicios en la iglesia ortodoxa para los aproximadamente 16 rusoparlantes que pasan el invierno en la base, en su mayoría científicos polares en campos como glaciología y meteorología. Su número sube a cerca de 40 en los meses más templados del verano.
Adentro de la base Bellingshausen, satélites proyectan televisión rusa directamente a pantallas planas en el muro. Investigadores desaparecen durante horas en una biblioteca con novelas de ciencia ficción y detectivescas. Otros buscan refugio en el ‘banya’ de Bellingshausen, o sauna, donde se relajan mientras beben su ración de un par de cervezas por semana. “Sacrificamos una parte de las cosas buenas de la vida para ir a Antártida”, dijo Oleg Katorgin, de 45 años de edad, supervisor de la construcción que pasó buena parte del año pasado en Belingshausen. Para ayudar a pasar el tiempo, él pinta murales de idílicas escenas de playas tropicales, con sirenas. Sus pinturas penden de los muros de la sala de billares en Bellingshausen y un área de recreación en una base chilena adyacente, desde la cual se domina la vista de bahía Maxwell.
Discutiblemente, China tiene las operaciones de crecimiento más acelerado en la Antártida. Abrió su cuarta estación el año pasado y está presionando por planes para construir una quinta. Está construyendo su segundo barco rompehielos y estableciendo operaciones de perforación para investigación en un domo de hielo a 13,422 pies por encima del nivel del mar que es uno de los lugares más fríos del planeta.
Oficiales chinos dicen que la expansión en Antártida da prioridad a la investigación científica, pero también reconocen que inquietudes sobre “seguridad de recursos” influyen sobre sus movimientos.
A medida que algunos países expanden operaciones en Antártida, Estados Unidos mantiene estaciones de tres años consecutivos en el continente con más de 1,000 personas durante el verano del Hemisferio Sur, incluidos aquellos de la estación Amundsen-Scott, construida en 1956 a una elevación de 9,301 pies en una meseta en el Polo Sur. Sin embargo, investigadores estadounidenses se quejan discretamente sobre ataduras presupuestarias y de que tienen muchos menos rompehielos que Rusia, limitando el alcance de Estados Unidos en la Antártida.
Los académicos advierten que el flujo políticos de Antártica pudiera borrar la distinción entre actividades militares y civiles mucho antes de que los tratados del continente surjan para ser renegociados, particularmente en partes de Antártida que son ideales para la intercepción de señales de satélites o reprogramar sistemas satelitales, mejorando potencialmente operaciones globales de inteligencia electrónica.
Algunos países han tenido dificultades aquí. Brasil abrió una estación de investigación en 1984, pero fue destruida en buena medida por un incendio que mató a dos integrantes de la armada en 2012, el mismo año que una barcaza brasileña cargada de diesel se hundiera cerca de la base. Como si eso no bastara, un avión C-130 Hércules de transporte militar de Brasil ha permanecido varado cerca de la pista de la base de aviación chilena aquí desde su aterrizaje forzoso en 2014.
De cualquier forma, el tramo de infortunio del Brasil ha creado oportunidades para China, con una empresa china ganando el contrato por 100 millones de dólares en 2015 para construir la estación brasileña.
En medio de todos los cambios, Antártida conserva su atractivo. Corea del Sur abrió su segunda base de investigación antártica en 2014, describiéndola como una forma de probar robots desarrollados por investigadores coreanos para uso en condiciones extremas. Con la ayuda de Rusia, Bielorrusia se prepara para construir su primera base en la Antártida. Colombia informó este año que planeaba unirse a otras naciones sudamericanas con bases en la Antártida.
“Ya terminaron los viejos días de la Antártida dominada por los intereses y deseos de hombres blancos de estados europeos, austro-asiáticos y norteamericanos”, dijo Klaus Dods, académico político en la Universidad de Londres que se especializa en la Antártida. “La realidad es que la Antártida es disputada geopolíticamente”.

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