Nyt

Alex, o cómo seduce el Estado Islámico a una mujer solitaria

Rukmini Callimachi / New York Times News Service

2015-06-27

Nueva York— Alex, una maestra de catecismo y niñera de 23 años, temblaba de emoción el día que les dijo a sus seguidores en Twitter que se había convertido al Islam.
Por meses, había estado entablando una relación muy estrecha con un nuevo grupo de amigos en línea –los más atentos que jamás había tenido–, quienes le estaban enseñando lo que significaba ser musulmán. De manera paulatina le fueron contando sobre el Estado Islámico y cómo el grupo estaba construyendo un país en Siria e Irak donde los creyentes podrían vivir de acuerdo a la ley de Dios.
Uno de ellos en particular, Faisal, se convirtió en su confidente más cercano, pasando horas todos los días conversando con ella en Twitter, Skype y correo electrónico, guiándola meticulosamente a través de los conceptos más fundamentales de la fe.
Pero cuando ella le dijo emocionada que había encontrado una mezquita a tan sólo cinco millas (8 kilómetros) de distancia de la casa en la que vivía con sus abuelos en la zona rural del estado de Washington, de pronto Faisal se tornó distante.
Los únicos musulmanes que ella conocía eran aquellos que había conocido en línea, y Faisal la instó a que dejara las cosas tal cual, argumentando que los musulmanes eran perseguidos en Estados Unidos.
Siguiendo el consejo de su amigo, Alex comenzó a tener una doble vida. Siguió enseñando catecismo en su iglesia, pero en la radio de su camioneta ya no seguía sintonizando la estación de los grandes hits cristianos.
“Me sentía como si estuviera traicionando a Dios y a la cristiandad”, dijo Alex, quien habló bajo la condición de que fuera identificada sólo por el pseudónimo que ella utiliza en línea. “Pero también me sentía emocionada debido a que había conocido a muchos nuevos amigos”.
A pesar de que la ideología del Estado Islámico está explícitamente en contra de Occidente, el grupo está haciendo un gran esfuerzo por reclutar a occidentales, ansioso de ampliar su influencia propagandística fuera del Medio Oriente. Durante el transcurso del mes de enero pasado, se cree que por lo menos unos 100 estadounidenses viajaron al extranjero para unirse a los yihadistas en Siria e Irak, formando parte de los cerca de 4 mil occidentales que ya lo han hecho.
El círculo de amigos en línea de Alex –en el que se incluyen varias docenas de cuentas, algunas operadas por personas que se identifican de manera directa como miembros del Estado Islámico– pasó miles de horas pretendiéndola por más de seis meses.

La soledad y la seducción

“Mis abuelos disfrutan mucho vivir en medio de la nada. Yo disfruto vivir en comunidad”, según dijo Alex. “Me siento muy sola aquí”.
Alex ha vivido con sus abuelos casi toda su vida: cuando tenía 11 meses de nacida, su madre, batallando con una adicción a las drogas, perdió la custodia de ella. Su terapista dice que debido al trastorno ocasionado por el alcohol que su madre consumió durante el embarazo, dejó a Alex sufriendo de manos temblorosas, contribuyendo también a que no haya tenido un desarrollo normal y a una falta de criterio.
Eso explica, sólo en parte, lo que le pasó a ella en línea, según su familia.
Tras haber abandonado la universidad el año pasado, Alex estaba ganando 300 dólares al mes, trabajando como niñera y enseñando catecismo los fines de semana a los niños en su iglesia. En casa, pasaba horas viendo películas en Netflix y actualizando sus cronogramas en las redes sociales.
Luego el 19 de agosto, el teléfono de Alex vibró con una alerta de CNN.
James Foley, un periodista del que nunca había escuchado hablar, había sido decapitado por el Estado Islámico, un grupo del que no sabía absolutamente nada.
Asombrada y horrorizada por el asesinato, pero al mismo tiempo sintiendo una gran curiosidad por querer saber más al respecto, se conectó a Twitter.
“Buscaba a personas que estaban de acuerdo con lo que este grupo estaba haciendo, para poder entonces entender por qué lo hacían”, dijo.
“En realidad fue muy fácil encontrarlos”, afirma.
Se sorprendió de nueva cuenta, esta vez por el hecho de que las personas que se identificaban abiertamente como miembros del Estado Islámico se tomaron el tiempo para responder a sus preguntas cortésmente.
“Una vez que vieron que mi curiosidad era sincera, se portaron muy amables”, dijo. “Me hicieron preguntas sobre mi familia, de dónde era, lo que quería en la vida”, dice.
Una de las primeras relaciones que entabló fue con un hombre que le dijo que él era un combatiente del Estado Islámico llamado Monzer Hamad, apostado cerca de Damasco, la capital siria.
Pronto estaban platicando por horas todos los días, sus interacciones eran vertiginosas, llenas de caritas sonrientes y exclamaciones de “LOL”.
Lo que pasó después se apega mucho a las recomendaciones de un manual escrito por al–Qaeda en Irak, el grupo que se convirtió en el Estado Islámico, titulado “Curso en el arte del Reclutamiento”. Una copia de este manual fue encontrada por fuerzas estadounidenses en Irak en el 2009.
El panfleto aconseja pasar el mayor tiempo posible con los prospectos reclutas, manteniéndose en contacto con regularidad. El reclutador debe “escuchar su conversación cuidadosamente” y “compartir sus alegrías y sus tristezas” con el fin de lograr tener un acercamiento.
En noviembre, un usuario de Twitter llamado Voyger le pidió a Alex su correo electrónico y le dijo que su nombre era Faisal Mostafa. Le pidió su nombre de identificación de Skype, y pronto comenzaron a charlar, con las cámaras apagadas en apego a las reglas musulmanas de la modestia.

Cruzando una línea

Para cuando llegó la Navidad, Alex sintió que había cruzado una línea.
Le preguntó a Faisal qué necesitaba hacer para convertirse al Islam.
Le explicó que todo lo que tenía que hacer era repetir la frase “No hay otro Dios más que Alá, y Mahoma es su mensajero”, con toda fe y compromiso, en presencia de dos musulmanes.
Eso representaba un obstáculo para Alex, quien aún no conocía a ningún musulmán en persona. Faisal le dijo que ella podía postear su declaración de fe en Twitter, y que las primeras dos personas que la leyeran contarían como sus testigos.
Justo después de las 9 de la noche del 28 de diciembre, Alex se conectó a Twitter.
Faisal reconoció su declaración de inmediato. Al igual que otro amigo en línea, quien se hacía llamar Hallie Sheikh.
Meses después, la cuenta de Hallie Sheikh llamó la atención del público: Elton Simpson, el pistolero que abrió fuego en un concurso de caricaturas del Profeta Mahoma en Texas, un ataque dedicado al Estado Islámico, había interactuado con dicha cuenta.

Aplicando presión

Para mediados de febrero, la comunidad virtual de Alex comenzó a ser más exigente. Le dijeron que para ser una buena musulmana necesitaba dejar de seguir a toda persona en la red social que fuera un “kuffir”, o infiel.
El hecho de que aún siguiera a un puñado de sus amigos cristianos resultó ser inaceptable. El 16 de febrero, un usuario en Twitter, quien abiertamente apoyaba al Estado Islámico, acusó a Alex de ser una espía.
Inmediatamente, las personas que ella consideraba que eran sus amigos comenzaron a bloquearla.
Faisal intercedió por ella.
“Eres una buena persona con un hermoso carácter”, según le escribió Faisal. “En muchas maneras, eres mejor que muchos de aquellos que se dicen llamar musulmanes de nacimiento”.
Luego agregó: “Conseguir a alguien que se case contigo no es ningún problema Inshallah”.
Pasaron unos días antes de que él le explicara más a fondo: “Conozco a alguien que estaría dispuesto a casarse contigo, pero no es muy guapo, es un buen musulmán de 45 años y calvo”.
El 19 de febrero, Faisal le sugirió que se reuniera con él en Austria para poderle presentar a su futuro esposo, dijo. Pero Alex necesitaría ser acompañada por su “mahram” o un hombre que fuera su pariente. Cuando ella le preguntó si su hermano de 11 años podría asumir ese papel, Faisal le dijo que eso sería aceptable.
Dos días después, Faisal le preguntó a Alex cómo y cuándo podrían ella y su hermano menor viajar a Austria.

Intervención familiar

A finales de marzo, la abuela de Alex decidió encarar al hombre que según ella creía estaba intentando de reclutar a Alex a que se uniera al Estado Islámico.
La familia se reunió en la sala, con la computadora de Alex colocada en la mesa de centro de cristal, junto con un reportero del Times y un camarógrafo como observadores. La abuela se conectó utilizando el nombre de identificación de Alex en Skype.
“Usted necesita saber que ella es muy importante para nosotros”, según escribió. “¿Por qué usted llegaría a pensar que la dejaríamos que se fuera y nos abandonara a nosotros bajo estas circunstancias?”, le cuestionó
Faisal les dio su palabra de que nunca más contactaría a Alex.
Alex acordó entregarles a sus abuelos todas las contraseñas de sus cuentas de Twitter y correo electrónico.
Pero esperó a que sus abuelos salieran, luego Alex se conectó a Skype, la única cuenta que a su familia se le olvidó cancelar.
Faisal le escribió de inmediato, y meses después aún siguen intercambiando mensajes.
“Le dije a tu abuela que no me comunicaría contigo”, según escribió, “pero le mentí”.

X