Samuel G. Freedman / New York Times News Service
2015-06-27
Nueva York— Cuando Evan Wolfson era un estudiante de preparatoria en la década de los setentas, un adolescente con un extraño sentido del humor y quizá demasiado tiempo libre, descubrió una organización religiosa por correo llamada la Iglesia de la Vida Universal. Envió una solicitud a un domicilio en algún lugar del oeste del país y puntualmente recibió una tarjeta que lo identificaba como un ministro ordenado. “La portaba en mi cartera y me llenaba de orgullo adolescente”, dijo Wolfson, ahora de 58 años, en una reciente entrevista. “Y eso fue todo”.
El año pasado, Wolfson entró en línea al sitio Web de la iglesia para ordenarse una vez más. Esta vez, su intención no fue ninguna bufonada. Wolfson, fundador del grupo defensor Libertad al Matrimonio, necesitaba la credencial para oficiar la boda gay de su compañero de trabajo, Scott Davenport.
La distancia en el tiempo y el motivo entre las dos ordenaciones de Wolfson por parte de la Iglesia de la Vida Universal cuentan una historia aún más grande. El hecho ejemplifica el lado serio de un reciente auge en la ordenación en línea de oficiantes matrimoniales, una tendencia que habla sobre los profundos cambios en los conceptos que los estadounidenses tienen del matrimonio y de la religión organizada.
Por lo regular, es casi tentador, o incluso rutinario ver a la Iglesia de la Vida Universal como una institución que carece de seriedad. La iglesia produce ministros ordenados al por mayor, como en una línea de ensamblaje, casi haciendo mofa de un proceso que usualmente requiere de años de estudio en un seminario. Celebridades como Conan O’Brien, Joan Rivers, Steven Tyler de Aerosmith y Rob Dyrdek de MTV han alardeado de sus ordenaciones por parte de la Iglesia de la Vida Universal.
Aun así, la iglesia profesa una teología de coexistencia entre los distintos modos de fe –“Todos somos hijos del mismo universo”– y sus líderes escriben reflexivos ensayos sobre temas de justicia social e igualdad. Tales cualidades, aunadas a lo fácil que resulta ser la ordenación, han ayudado a la Iglesia de la Vida Universal a encontrar un nicho en el Estados Unidos contemporáneo, donde las fronteras denominativas son cada vez más porosas y el dogma tradicional es visto con desdén como causa de divisiones.
“Esto es la muestra de una actitud personal e individualista ante el concepto del matrimonio”, dijo Andrew J. Cherlin, profesor de sociología de la Universidad Johns Hopkins, quien se especializa en el matrimonio. “Aun así, incluso los estadounidenses que se denominan seculares siguen pensando que la presencia religiosa es importante. Y el contar con un amigo que haya sido ordenado en línea ofrece un mayor control sobre la ceremonia que el tener que someterse a las restricciones que un clérigo de verdad impondría”.