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Yihadistas toman Palmira, ciudad Patrimonio Mundial

Anne Barnard y Hwaida Saad / New York Times News Service

2015-05-20

Beirut— Ayer, militantes del Estado Islámico llegaron en tropel a la ciudad desértica de Palmira en el centro de Siria, y para la noche ya se hallaban en posesión de la misma, de acuerdo con habitantes y medios estatales de Siria, en una victoria que representa otra importante conquista estratégica a cinco días de que el grupo se hiciera de la ciudad iraquí de Ramadi.
Palmira tiene una mayor resonancia, con su gran complejo de columnas y tumbas de 2 mil años, uno de los remanentes más espléndidos de la antigüedad a nivel mundial, además de la Prisión de Tadmur, un importante –si bien menos positivo– punto de referencia de la modernidad.
Pero para los combatientes, la ciudad de 50 mil habitantes es significativa debido a que se encuentra entre pozos de gas y es atravesada por una red de caminos que atraviesan el desierto central del país. También, la gran cantidad de antigüedades sin excavar podría generarles ganancias considerables por medio del tráfico ilegal.
El control de Palmira da al Estado Islámico el dominio de caminos que parten de sus bastiones en el este de Siria hacia Damasco y el resto de las ciudades más importantes del oeste, además de nuevas conexiones con Irak occidental, la otra mitad de su autodenominado califato.
El avance, del que habitantes comentaron haber visto a soldados y autoridades huir, a civiles heridos sin la posibilidad de llegar a hospitales y a empleados de museos apresurándose a empacar antigüedades, surge mientras Estados Unidos tiene problemas para ofrecer una respuesta a la pérdida de Ramadi, la capital de la provincia de Anbar en Irak.
Los dos éxitos, en extremos opuestos de un campo de batalla que abarca dos países, mostraron la capacidad del Estado Islámico de minimizar sus reveses y avanzar en múltiples frentes, a menos de dos meses de que el grupo fuera expulsado de la ciudad iraquí de Tikrit –borrando así cualquier noción de que el grupo haya sufrido un golpe capaz de cambiar el panorama.
En Irak, la situación deja al Ejército de Estados Unidos en la posición incómoda de apoyar los intentos de recuperar Ramadi, en el corazón del territorio sunita del país, con ayuda de milicias respaldadas por Irán, a cuya participación en el combate se había opuesto Washington con anterioridad.
En Siria, una surge una nueva dificultad. Cualquier ataque aéreo contra fuerzas del Estado Islámico en Palmira y sus alrededores probablemente beneficiaría de manera directa a las fuerzas del presidente Bashar Assad. Hasta ahora, los ataques aéreos encabezados por Estados Unidos en Siria se han enfocado en áreas sumamente retiradas del control gubernamental, a fin de evitar la percepción de ayudar a un mandatario cuya destitución ha sido exigida por el presidente Barack Obama.
Asimismo, organizaciones culturales de todo el mundo han hecho llamados a la protección de las ruinas –pese a que no queda claro cómo se conseguiría lo anterior–, a fin de impedir el tipo de ataques contra patrimonios culturales que el grupo ha realizado en los últimos meses.
En su paso por Siria e Irak, combatientes del Estado Islámico han destruido o dañado numerosos sitios históricos y esculturas, considerándolos idolatría en videos de reclutamiento, pese a que saqueen y vendan artículos más portátiles para financiar sus actividades. Lo anterior ha generado temores a nivel local e internacional de que Palmira, patrimonio mundial de Naciones Unidas, también podría sufrir daños irreparables.

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