Nyt

Tiroteo evidencia limitaciones de FBI en uso de informantes

Scott Shane y Fernanda Santos / New York Times News Service

2015-05-06

Washington— Entre 2006 y 2009, mucho antes de que se volviera famoso por los peores motivos, Elton Simpson pasó muchas horas sentado en el Kabob Palace, un restaurante de Phoenix, explicando con seriedad el islam a un amigo sudanés que le dijo que se había convertido a la fe.
Los dos hablaban sobre los principios básicos de la religión, de acuerdo con documentos legales, y también sobre la yihad y sobre lo que Simpson veía como la obligación de defender la fe en lugares como Somalia, donde consideraba que los musulmanes se encontraban bajo ataque.
El amigo, Dabla Deng, esuchaba con atención, hacía preguntas y ocultaba muy bien el hecho de que llevaba un micrófono oculto, siendo pagado por el FBI por su ayuda. Por 330 conversaciones que duraron cientos de horas, Deng recibió un total de 132 mil dólares con el único objetivo de atrapar a Simpson cometiendo un crimen.
El caso se vino abajo. Un juez sentenció a Simpson a libertad condicional en 2011 por un solo cargo de hacer una declaración falsa. Parece haber cumplido con las reglas de la situación y haberse mantenido fuera de problemas.
Luego, el domingo, Simpson, de 30 años, y su compañero de casa, Nadir Soofi de 34, abrieron fuego en un concurso de caricaturas sobre el profeta Mahoma en Garland, Texas, siendo rápidamente abatidos por un agente de tránsito. Únicamente consiguieron herir a un guardia de seguridad en una pierna.
Un vistazo a la extensa investigación sobre Simpson, la cual fue retomada meses atrás cuando empezó a dar muestras de apoyo por el grupo extremista del Estado Islámico, muestra lo escurridizos que pueden ser los sospechosos de terrorismo. El FBI invirtió una gran cantidad de dinero y esfuerzo para proteger a la sociedad de Simpson, pero de cualquier manera él y Soofi consiguieron obtener rifles de asalto y lanzar un ataque.
En retrospectiva, la abogada de Simpson en el primer caso, Kristina Sitton, cree que el proceso sí tuvo un efecto sobre él –pero no el que esperaban las autoridades.
“Se enteró de que lo estaban siguiendo”, dijo Sitton ayer durante una entrevista telefónica. “Aprendió a no llamar la atención. Aprendió a ser un mejor criminal”.
Sitton agregó que el fervor religioso de su antiguo cliente, quien había adoptado el islam siendo joven, era memorable.
Aun asi, señaló: “Para mí se trataba de un mero hablador”.
Caso tras caso, dada la complicada tarea de separar a los “habladores” de los verdaderos terroristas, el FBI ha dependido de informantes para determinar las intenciones de sospechosos. Se trata de una táctica duramente criticada por musulmanes, quienes señalan que divide a la comunidad y mina la confianza en la aplicación de las leyes. En el primer caso de Simpson, el papel del infiltrado quedó en manos de Deng, quien llegó a Estados Unidos como refugiado en 2000, se estableció en Pittsburgh y con el tiempo obtuvo un diploma equivalente a la preparatoria.
En algunos casos de terrorismo, los informantes se han hecho pasar como operarios de al-Qaeda y engañado a sospechosos con la planeación de un ataque, despertando la ira de abogados de defensa y libertarios civiles. Pero cuando el FBI, preocupado por la relación de Simpson con un ex miembro de la Marina de Phoenix sentenciado a 10 años de cárcel por un caso relacionado con el terrorismo, pidió a Deng que se dedicara a “conocer” al sospechoso, siguió la táctica opuesta: le dijo que había sido criado como cristiano (cierto), que había adoptado el islam (falso) y que quería aprender más sobre su nueva fe.
En la mezquita a la que los dos asistían, el Centro Comunitario Islámico de Phoenix, Deng pronto destacó. Usama Shami, presidente de la mezquita, comentó que el joven sudanés llamó su atención porque parecía no importarle demasiado el islam. Hacía pocas preguntas sobre los rituales de la religión y rara vez convivía con otros.
“Aseguraba ser un converso”, dijo Shami, ingeniero de ascendencia palestina, “pero no le interesaba aprender la fe, y eso despertó nuestras sospechas”.
Luego surgió otra pista. Los musulmanes observantes deben lavarse antes de orar, y volver a hacerlo si utilizan el baño de la mezquita. Pero el imán, Mahmoud Sulaiman, vio a Deng saltarse la parte del lavado, lo cual también notaron los demás.
Sulaiman llamó a Shami y a otros miembros de la mezquita y les advirtió que tuvieran cuidado de Deng, indicándoles que probablemente se trataba de un informante en busca de alguien, recordó Shami.
Pero el verdadero interés de Deng en el lugar era Simpson.
De acuerdo con declaraciones en el primer juicio de Simpson, la mayoría de sus pláticas con Deng eran sobre cualquier tema. Sin embargo, de manera posterior los fiscales se centraron en 17 minutos de todas esas horas de conversaciones, particularmente en dos declaraciones de Simpson.
“Akee”, le dijo, utilizando la palabra árabe para “hermano”, “es hora de ir a Somalia”.
Y en otra ocasión: “Vamos a llegar al campo de batalla, akee”.
Al ser interrogado más tarde por un agente del FBI, Simpson negó haber hablado sobre ir a Somalia a pelear. El cargo que le mereció la libertad condicional se desprendió de esa mentira.

X